SÁBADO DE LA SEMANA I
Se compadeció
de nuestras debilidades
Lectura del libro del profeta
Isaías 30, 19-21. 23-36
Así habla el Señor:
Sí, pueblo de Sión, que habitas en
Jerusalén, ya no tendrás que llorar: él se apiadará de ti al oír tu clamor;
apenas te escuche, te responderá.
Cuando el Señor les haya dado el pan de la
angustia y el agua de la aflicción, aquel que te instruye no se ocultará más,
sino que verás a tu maestro con tus propios ojos. Tus oídos escucharán detrás
de ti una palabra: «Este es el camino, síganlo, aunque se hayan desviado a la
derecha o a la izquierda.»
El Señor te dará lluvia para la semilla
que siembres en el suelo, y el pan que produzca el terreno será rico y
sustancioso.
Aquel día, tu ganado pacerá en extensas
praderas. Los bueyes y los asnos que trabajen el suelo comerán forraje bien
sazonado, aventado con el bieldo y la horquilla.
En todo monte elevado y en toda colina
alta, habrá arroyos y corrientes de agua, el día de la gran masacre, cuando se
derrumben las torres. Entonces, la luz de la luna será como la luz del sol, y
la luz del sol será siete veces más intensa -como la luz de siete días- el día
en que el Señor vende la herida de su pueblo y sane las llagas de los golpes
que le infligió.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 146, 1-2.
3-4. 5-6
R. Felices los que
esperan en el Señor.
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel. R.
Sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
El cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.
R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8
Jesús recorría todas las ciudades y los
pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y
curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo
compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen
pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
«La cosecha es abundante, pero los
trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha.»
Jesús convocó a sus doce discípulos y les
dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier
enfermedad o dolencia.
A estos Doce, Jesús los envió con las
siguientes instrucciones:
«Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas
del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está
cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los
leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den
también gratuitamente.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Las palabras esperanzadoras de Isaías han
de leerse en el contexto dramático que viven los habitantes de Jerusalén viendo
acercarse a su puerta la amenaza asiria. Los ejércitos de la época arrasan las
ciudades y matan a todos los habitantes, a excepción de los más fuertes que son
deportados.
El profeta enseña al pueblo que tiene que
creer y confiar en el Señor simplemente porque éste es bueno y llama hacia él:
creer en Dios significa experimentar que es fiel. Después de tantas infidelidades
de Israel a la alianza, el profeta les recuerda que, la confianza firme en el
amor misericordioso de Dios y el encuentro constante con su amor, que lo
perdona y asume su fracaso constantemente, son la única esperanza y la única
certeza en las que se puede abandonar el creyente; toda la iniciativa viene de
Él. El hombre solamente puede recoger el don de su amor.
Isaías evoca una felicidad paradisíaca, un
futuro reino mesiánico del que todo mal habrá desaparecido. El anuncio de
esperanza que se apoya en la fidelidad de Dios que no defrauda, se cumple en
Cristo Jesús.
***
El Dios que sana corazones destrozados, el
Cristo que se apiada de los que sufren, es quien hoy nos invita a nosotros a
tener y a repartir esperanza en una humanidad que sigue hambrienta,
desorientada, desilusionada. La llamada del Adviento, el anuncio de la venida
de Jesús a nuestra historia, viene dirigida a nosotros. Viene a enjugar
nuestras lágrimas y a vendar nuestras heridas con ternura.
Jesús no sólo muestra compasión, sino que
es la compasión de Dios que se ha hecho presente en el mundo y en la historia.
Su actitud humana revela a los hombres el corazón de Dios volcado hacia los
hombres, un corazón que por la gracia estamos invitados a reproducir. Un
corazón invitado a dejarse hablar por la realidad, un corazón que sabe
compartir y hacer propias las angustias y esperanzas de los hombres para dar
creativamente respuestas.
El trabajo del discípulo queda
perfectamente delineado por el mismo Jesús: proclamar el reino, y al mismo tiempo
hacerlo manifiesto a través de las obras: curar enfermos, resucitar muertos,
purificar leprosos y expulsar demonios. Realizar esto y no otra cosa, es la
misión del discípulo.
El pedido al Padre, que envíe operarios a
la mies, es la oración que ya ha sido escuchada en el don de la venida de
Jesucristo. Porque el Padre ha respondido y ha enviado a su mismo Hijo, los
discípulos pueden ofrecerse confiadamente a sí mismos en el anuncio del
evangelio.
Nosotros somos parte de ese pueblo pobre,
hambriento y necesitado. Pero a la vez el don de Jesucristo, también nos
posibilita a dar desde nuestra pobreza, animarnos a conducir desde nuestro ser
conducidos, consolar desde el consuelo con el que el Señor nos consuela.
Para discernir
¿Experimento la compasión de Jesús por
todos los hombres como propia?
¿Me siento sanado y consolado por el Buen
pastor?
¿Me siento impulsado en este Adviento a
pastorear con Jesús a su pueblo?
Repitamos a lo largo de este día
…Quiero ser anuncio bueno para mis
hermanos…
Para la lectura espiritual
Dios nos ha hablado en Cristo
…”La principal causa por la cual en la ley
antigua eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los
profetas y sacerdotes quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque
entonces no estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y así,
era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora
por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora en otras
muchas maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía y hablaba y
obraba y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o
enderezadas a ella. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la
ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella
manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.
Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo
-que es una Palabra suya, que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una
vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad,
con que san Pablo quiere inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos
modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés, y pongan los ojos en
Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a
nuestros padres de muchos modos y maneras, ahora a la postre, en estos días,
nos lo ha hablado en el Hijo, todo de una vez.
En lo cual da a entender el Apóstol, que
Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba
antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos el todo,
que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese
preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación; no sólo haría una
necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo,
sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera:
«Si te tengo ya hablado todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no
tengo otra cosa que te pueda revelar o responder que sea más que eso, pon los ojos
sólo en él; porque en él te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás
en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde el día que bajé con mi
espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me
he complacido; a él oíd, ya alcé yo la mano de
todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles.»”…
todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles.»”…
San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo – (Libro
2, cap. 22,)
Para rezar
Ven Señor Jesús
Ven Señor Jesús para que podamos
sintonizar con tu compasión y hacernos
compasión para nuestros hermanos.
Ven Señor Jesús para que miremos
con tus ojos la mies ya madura y
trabajemos
para que no se pierda por descuido.
Ven Señor Jesús para que sintamos
la seguridad de ser escuchados e
n nuestras plegarias por todos los
hombres.
Ven Señor Jesús para que en comunión
de amor con tu palabra seamos fieles
testigos de tu amor en medio del mundo.
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