18 de enero de 2017


¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal?

Lectura de la carta a los Hebreos     7,1-3.15-17

Este Melquisedec, que era rey de Salém, sacerdote de Dios, el Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando este volvía de derrotar a los reyes y lo bendijo;
y Abraham le entregó la décima parte de todo el botín. el nombre de Melquisedec significa, en primer término, “rey de justicia” y él era, además, rey de Salém, es decir, “rey de paz”.
De él no se menciona ni padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida: así, a semejanza del Hijo de Dios, él es sacerdote para siempre.
Y esto se hace más evidente aún, si se tiene en cuenta que este nuevo sacerdote, a semejanza de Melquisedec, se constituye, no según la disposición de una ley meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible.
De él se ha atestiguado: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. 
Palabra de Dios.

SALMO     Sal 109,1.2.3.4. 
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.” R.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

“Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío, / antes de la aurora.” R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
“Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.” R.


EVANGELIO 
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    3, 1-6

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: «Ven y colócate aquí delante.» Y les dijo: « ¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió y su mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

La carta a los Hebreos nos ayuda a centrar nuestra atención en este Sumo Sacerdote, el que era, el que es, el que será. El autor de la carta demuestra la superioridad total del sacerdocio de Jesús.
Lo presenta como «sacerdote según el rito de Melquisedec». Misterioso personaje, presenta varias características que hacen su sacerdocio muy distinto del que luego sería el sacerdocio hereditario de la tribu de Leví: no tiene genealogía, apunta a un sacerdocio duradero, es rey de Salem, que significa «paz», el nombre de Melquisedec significa «justicia», es sacerdote antes de la constitución del sacerdocio de la tribu de Leví.
Todo esto se aplica a Cristo. Jesús no es como los sacerdotes de la tribu de Leví. Es laico, no sacerdote según las categorías de los judíos. Tiene genealogía humana, pero es Hijo de Dios. No tiene principio y fin, porque es eterno. El nos trae la verdadera paz y justicia.
Melquisedec aparece así como figura y profecía de Cristo, el verdadero sacerdote que Dios nos ha enviado en la plenitud de los tiempos.
***
En esta escena se vuelve a cuestionar a los que consideraban la ley como “centro” de fe judía. Si ayer decía Jesús que el sábado es para el hombre, hoy aplica el principio en un caso concreto.
Siendo sábado, con libertad absoluta cura a un hombre que tiene la mano paralizada en la mismísima sinagoga; delante de todos, especialmente de aquellos que más tarde lo acusarán.
Pero antes de hacerlo confronta a los presentes preguntándoles si se puede curar a un hombre en sábado. Jesús se indigna ante el silencio de todos, porque estas personas, encerradas en su interpretación estricta de la ley, se refugian en la excusa del descanso sabático para no hacer nada, ni siquiera por el que lo necesita. La reacción de Jesús es doble; si bien siente ira por el daño que hacen al pueblo, al mismo tiempo siente pena por el que se hacen a sí mismos, con su ceguera voluntaria; son dos expresiones de su amor al hombre.
En el camino del anuncio del Reino, Jesús constata que el primer enemigo de este Reino, es la ley tenida como valor supremo, incuestionable, absoluto. La ley es un valor y una necesidad. Pero detrás de cada ley, hay una intención que debe respirar respeto, amor y cuidado al hombre concreto. Una ley que no es vivida de esta manera, oprime tanto al hombre que termina por destruirlo.
Para aquel “que pasó haciendo el bien” “dejar de hacer el bien” en sábado, negando una curación a un pobre enfermo que la necesita, es pecar.
En la vida del Reino, si no construimos y damos vida, estamos colaborando con la destrucción y la muerte. El discípulo del Reino, no puede limitarse a “no hacer el mal” y cumplir con determinadas normas, creyendo que es suficiente. El Reino exige trabajo para que la vida nueva llegue y se realice concreta y visiblemente, tanto en el plano individual como social.
Los problemas que descubrió Jesús en su sociedad no se acabaron, también hoy están entre nosotros. En nuestra sociedad, hay también principios o “valores” que se constituyen en ley, y se los considera también como algo supremo, absoluto, aunque se sacrifique el bien de las personas, tanto de individuos como de grandes mayorías. Son como una nueva “ley” que se va infiltrando y termina siendo aceptada como un fundamento incuestionable de vida, ocultando muchas veces lo intereses particulares o de grupo a los que sirve.
Criterios, filosofías o modas por el uso común quedan muchas veces “legalizadas o estatizadas”, y no son más que perversiones de la realidad o de las personas. Lamentablemente, muchísimas veces, al acatarlas el hombre termina actuando en contra del hombre, sobre todo contra el más débil, y en contra de sí mismo.
A la luz de esta Palabra es bueno preguntamos: ¿Qué quedará, al final de todos nuestros esfuerzos, cumplimientos y trabajos en nuestra vida de hijos de Dios? ¿Qué permanecerá de consistente, de hermoso, y dichoso, de todo lo que hayamos dicho y hecho?
En el mensaje de Jesús, la respuesta es clara. De todo lo que tenemos, sólo quedará lo que hayamos sabido realizar por y desde el amor. De todo lo que hayamos vivido, sólo permanecerá lo que hayamos vivido para los demás, para el amor, para la solidaridad, para el bien y la felicidad de la humanidad.
El mundo dice que, hacer el bien y ayudar al hermano es algo que va contra nuestro propio ser y que nos limita. Pero la vida, pasión y resurrección de Jesús nos muestra que crear vida, regalar esperanza, ofrecer ayuda y consuelo, estar cerca de quien sufre, dar lo que otros puedan necesitar de nosotros, es precisamente lo que nos conduce a la plenitud.
En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo de vida nueva.

Para discernir

¿Qué partido tomamos entre el cumplir y el amar?
¿Qué lugar ocupa la vida del hombre y sus necesidades?
¿Cómo construyo mi fidelidad cristiana?

Repitamos a lo largo de este día

…Quiero yo también pasar haciendo el bien…

Para la lectura espiritual

«Afligido por el endurecimiento de su corazón»

…” Él es el cordero sin voz, el cordero degollado, nacido de María, la graciosa cordera. Él es el que ha sido sacado del rebaño y conducido a la muerte, muerto por la tarde, enterrado por la noche… para resucitar de entre los muertos y resucitar al hombre desde el fondo de su sepulcro.
Ha sido, pues, llevado a la muerte, ¿Dónde? En el corazón de Jerusalén. ¿Por qué? Porque había curado a sus cojos, purificado a sus leprosos, devuelto la luz a sus ciegos, y resucitado a sus muertos (Lc 7, 22). Es por todo ello que ha sufrido. Está escrito en la Ley y en los profetas: «Me pagan males por bienes; no me abandones, Señor. No sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: ‘arranquémosle de la tierra vital, porque su nombre nos es odioso’» (Sl 37, 21; cf Jr 11,9).
¿Por qué has cometido este crimen sin nombre? Has deshonrado al que te había honrado, humillado al que te había enaltecido, renegado del que te había reconocido, rechazado al que te había llamado, dado muerte al que te había vivificado… Era preciso que sufriera, pero no por ti. Era preciso que fuera humillado, pero no por ti. Era preciso que fuera juzgado, pero no por ti. Era preciso que fuera crucificado, pero no por tu mano. Estas son las palabras que hubieras tenido que gritar a Dios: «Oh Señor, si es necesario que tu Hijo sufra, si esta es tu voluntad, que sufra, pero que no sea yo quien lo haga»”… 
Melitón de Sardes (?- hacia 195), obispo – Homilía pascual, 71-73

Para rezar

Oración

Dios de las personas que luchan por abrirse camino,
santificado sea tu nombre,
haz que se cumpla la promesa de una vida abundante
y nuestro anhelo por la justicia y la paz.
Perdona nuestra cómoda vida
si nos volvemos insensibles a los gritos de los demás.
Perdona nuestras oraciones diarias
si nuestros ojos y nuestros corazones ignoran las necesidades de la mayoría.
Perdona nuestro acto de caridad
si nos ha impedido trabajar por la justicia.
Perdona nuestro silencio y nuestra soledad
si nos han alejado de servir a los oprimidos con entusiasmo.
Míranos:
el comercio injusto está legalizado,
las instituciones y los que mandan
establecen las reglas.
Los poderosos y los ricos
siguen explotando las riquezas de la tierra
pero la inmensa mayoría vive en la miseria y la pobreza.
Oye nuestros gritos:
la corrupción y la violencia nos gobiernan,
unos pocos ricos explotan a los muchos pobres,
los trabajadores no reciben salarios justos,
a los campesinos y los pueblos indígenas se les aleja de la tierra,
los fuertes impuestos y los altos precios aumentan la carga de la inmensa mayoría,
la salud, la educación, los servicios sociales no son accesibles;
aquellos que claman justicia y derechos humanos son silenciados,
aquellos que trabajan por una paz verdadera son asesinados.
Sigue desafiando nuestra fe y nuestro amor;
nutre la esperanza en nuestro interior;
fortalece nuestra pasión por servir y viajar con los demás;
acompáñanos en nuestro camino;
danos la fuerza del águila, la humildad de la paloma, la sabiduría de la serpiente
al unirnos a los demás en la búsqueda de la paz duradera basada en la Justicia. Amén.

Norma P. Dollaga


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