26 de febrero de 2017

26 de febrero de 2017 – TO - DOMINGO VIII – Ciclo A

No se inquieten por el día de mañana

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías    49, 14-15

Sión decía: «El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí.»
¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! 
Palabra de Dios.

SALMO Sal 61, 2-3. 6-7. 8-9b (R.: 2a) 
R.    Sólo en Dios descansa mi alma.

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la salvación.
Sólo él es mi Roca salvadora;
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la esperanza.
Sólo él es mi Roca salvadora;
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Mi salvación y mi gloria
están en Dios:
él es mi Roca firme,
en Dios está mi refugio.
Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo,
desahoguen en él su corazón. 


SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto    4, 1-5

Hermanos:
Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel.
En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda. 
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    6, 24-34

«Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?” Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Los desterrados viven en la desesperación porque parece que la catástrofe no podrá ser evitada y el rechazo por parte de Yahvé será definitivo. El profeta habla de una Jerusalén desolada, postrada entre ruinas, semejante a una viuda sin hijos, a pesar de todo invita a los exiliados a la confianza; les asegura que Yahvé todavía los ama.
***
El apóstol, «administrador de los misterios de Dios», debe asumir la responsabilidad de su ministerio y aceptar ser juzgado por su actuación. Pero, para Pablo, ese juicio, sea positivo o negativo, no corresponde a la comunidad sino sólo al Señor que puede juzgar la fidelidad de sus servidores.
***
La enseñanza del evangelio de este domingo es doble: por un lado, subraya la imposibilidad de servir a dos señores y por el otro hace hincapié en la actitud cristiana frente a las inquietudes y preocupaciones de la vida.
Seguir a Jesús y la opción por el reino no permiten divisiones sino una libertad interior, soberana e independiente de cara a todo lo demás. Es una invitación a romper el culto al dinero, que es una forma de idolatría. En el texto original de la lectura de hoy, se personifica el dinero con el nombre de “Mammón”, para que quede claro que se trata de un ídolo que exige la misma lealtad que Dios. Vivir la acumulación de dinero o riqueza como lo más “importante” es absolutamente incompatible con servir a Dios, porque esta acumulación exige la dedicación del corazón del hombre, ocupa todo el hombre. Por mucho que lo intente, servir al mismo tiempo a Dios, tener una mirada generosa sobre la realidad y los hermanos, y servir desmedidamente a los propios intereses resulta imposible.
Jesús, en primer lugar, quiere invitar a todo hombre a ser persona, a ser él mismo, señor de sí mismo y de su vida cada día y en cada asunto que valga la pena. No rechaza ni niega ninguna de las búsquedas humanas; sencillamente propone una inversión en el orden de los valores, un ordenamiento distinto, una justicia distinta: Busquen “primero” el reino de Dios.
La base para este nuevo orden se halla en la confianza del hombre en la fidelidad de Dios, en la verdad de sus palabras, en la firmeza de sus promesas a pesar de la infidelidad del hombre. Sus palabras no pasan, sus promesas se mantienen.
Podemos vivir en la confianza porque Dios vela por el mundo, dándole el sol y la lluvia a buenos y malos. El rostro de Dios que Jesús nos revela es el de un Padre que cuida de sus criaturas y sus necesidades. Esta providencia de Dios se manifiesta principalmente en la historia, no como un destino rígido que anula nuestra libertad y que sustituye la iniciativa interviniendo mágicamente, sino como un plan de salvación en el que unidos, Dios y el hombre, trabajan desde una relación de padre e hijo.
Servir a Dios no significa sometimiento, sino todo lo contrario. Servir a Dios es liberarse de ataduras y esclavitudes. Servir a Dios no es otra cosa que cumplir su voluntad, y su voluntad fundamental es que el Amor nos lleve al encuentro veraz de cada uno consigo mismo y al encuentro del hermano. Servir a Dios nos lleva a la plenitud de nuestra humanidad, a la realización de una comunión de vida en la que es posible la justicia verdadera y, con ella, todo lo demás. Servir a Dios desde la libertad es un acto de fe que derivará en una relación fraterna de ayuda.
Servir a Dios por la fe nos es un desentendimiento de la propia vida y de la vida de los otros hombres, es el único modo de entenderla y de tomarla a cargo responsablemente.
Reconocer y creer en Dios como Padre providente no nos ahorra trabajo sino la angustia y el aniquilamiento personal. El descubrimiento del Padre que nos sostiene en la palma de su mano nos hace adultos responsables y comprometidos con la historia y con los pies bien en la tierra. Peregrinos del cielo pero sin ser fugitivos de la tierra.
La fe en Dios del discípulo es plena y sin reservas, pero no pasiva y alienante. Desde esta confianza viene la actividad de los cristianos porque saben que su trabajo es una continuación de la obra creadora de Dios. Es un colaborador de Dios cómo «trabajador para la eternidad que lo realiza como si todo dependiera de su trabajo, pero también sabiendo que todo depende de Dios. Por la fe, el hombre se descubre colaborador de Dios, el arquitecto de su propio destino en la tierra, porque todo ha sido puesto a su disposición”.

Para discernir

¿Cuál mi relación con los bienes materiales?
¿Dónde están colocadas mis prioridades?
¿Están mis bienes al servicio del Reino?

Repitamos a lo largo de este día

Que te sirva Señor con todo lo que tengo y lo que soy

Para la lectura espiritual

Buscar primero el Reino de Dios

«Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura»… Se dice, pues, que hay que buscar el reino de Dios. «Buscad», no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir… trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado flojo y parado, poner atención al interior para que esté bien regulado, pero no al exterior para divertirse… Buscar a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él, no le encontró. Buscadle en vuestra alma que le es su agradable morada; es en ese fondo donde quedan establecidas todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo…
Busquemos ser personas de interioridad… Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo…
«Pero [me diréis], hay tantas cosas que hacer, tantos trabajos en casa, tantos lugares de trabajo en la ciudad, en el campo… hay trabajo en todas partes; ¿es preciso pues dejarlo todo tal cual está para no pensar sino en Dios?» No, sino que es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo,  busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos…, con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor… Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo. 
San Vicente de Paul

Para rezar

Ayúdame Señor

AYÚDAME, SEÑOR
A ocuparme, razonablemente
en aquello que sea para tu gloria
para el beneficio de los míos y de mí mismo
A disfrutar el presente, sin estar tan pendiente
de lo que pueda ocurrir mañana.
A, mirar hacia el futuro,
aportando las semillas que siembro hoy en el camino.

AYÚDAME, SEÑOR
A sentir tu mirada en aquello que veo
A palpar tus manos en mis pequeñas obras de cada día
A escuchar tu Palabra en las mías,
pobres, torpes y atropelladas

AYÚDAME, SEÑOR
A vivir comprometido pero sin ansiedad
A caminar ligero, pero sin prisas
A trabajar con empeño, pero sin nervios
A soñar con un futuro mejor
sin olvidar que puedo superar el presente

AYÚDAME, SEÑOR
A confiar en tu mano providente
A no tener miedo al mañana que me aguarda
Contigo, Señor, me basta.
Amén


Javier Leoz

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