27 de febrero de 2017


Vende lo que tienes y sígueme

Lectura del libro del Eclesiástico 17, 24-26. 29

A los que se arrepienten, les permite volver
y reconforta a los que perdieron la constancia.
Vuelve al Señor y deja de pecar,
suplica ante su rostro y deja de ofenderlo.
Vuelve al Altísimo, apártate de la injusticia
y odia profundamente toda abominación.
¡Qué grande es la generosidad del Señor
y su perdón para los que vuelven a él! 
Palabra de Dios.

SALMO Sal 31,1-2. 5. 6. 7 (R.: 11a) 
R. ¡Qué los justos se alegren en el Señor!

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: «Confesaré mis faltas al Señor.»
¡Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

Por eso, que todos tus fieles te supliquen
en el momento de la angustia;
y cuando irrumpan las aguas caudalosas
no llegarán hasta ellos. R.

Tú eres mi refugio,
tú me libras de los peligros
y me colmas
con la alegría de la salvación. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    10, 17-27

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: « ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.» El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: « ¡qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:
«Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El sabio, en esta página, llena de ternura, nos invita a convertirnos a Dios, mientras sea tiempo: después de la muerte ya no podremos alabar a Dios ni darle gracias, ni convertirnos.
El motivo fundamental con el que quiere animar es la bondad de Dios: «A los que se arrepienten Dios los deja volver… qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él».
Dios nos espera. Para el Eclesiástico, los peores pecados son dos, uno referido a Dios: la idolatría, y otro al prójimo: la injusticia. Nuestra actitud más sabia es la de convertirnos: «volver», «retornar a Dios», «abandonar el pecado», «alejarnos de la injusticia y de la idolatría».
***
Jesús se encuentra con un hombre que quiere “heredar la vida eterna”. Parece sincero y con buena intención, pero quizás demasiado seguro de su bondad. El hombre es un buen israelita, cumplidor de los mandamientos, observante de la ley, íntegro, conforme a los principios y valores de la tradición judía. Todo lo que estaba mandado lo ha cumplido desde pequeño.
La mirada de afecto de Jesús impresionó a sus discípulos. El Señor no anda con vueltas y le propone al joven algo radical. Para Jesús la observancia de la ley resulta insuficiente, porque Él viene a ofrecer algo superior a toda ley, una vida que desborda todos los valores imaginables. Jesús mira con amor al hombre que ha buscado en sus palabras un sentido más pleno para la vida y lo invita a realizar juntos el camino del Reino. Pero para hacerlo tiene que vender todo lo que tiene y darlo a los pobres.
El hombre que tenía muchos bienes no se atreve a dar el paso y se retira. El camino del Reino exige la pobreza. Cuando estamos llenos de cosas somos lentos para avanzar y lo que poseemos se transforma en un obstáculo que nos traba.
Jesús nos pide la entrega absoluta para que podamos recibirlo todo. Jesús respeta con delicadeza la libertad de cada persona, pero no acumular riquezas se convierte en una exigencia para los que acepten el mensaje del Reino y quieran seguirlo.
Algunos, lo siguen sin dudar, dejándolo todo como los apóstoles, pero muchos se echan atrás como este hombre; que es como un símbolo del pueblo elegido de Dios que, llegado el momento, no quiso aceptar el mensaje del Mesías.
La lección que saca Jesús es muy dura: los ricos, los que están demasiado apegados a sus bienes, se hacen incapaces de recibir el Reino: «Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja…».
Ante la afirmación de Jesús, el evangelista destaca la “sorpresa” de los discípulos. Era idea corriente entre los judíos que la riqueza era signo de la bendición de Dios: aquí, en cambio, Jesús da un giro radical a esta concepción. Lo absoluto de la exigencia del seguimiento, y la crítica a las riquezas desconcierta a los discípulos a tal punto que con angustia le preguntan: “¿Quién puede salvarse?”. Jesús responde con una cita del Génesis donde recuerda a Abraham la omnipotencia de Dios para cumplir sus promesas. Ahora también Dios sigue siendo omnipotente para transformar a los hombres y hacerlos capaces de renunciar a sus bienes para compartirlos, siguiendo a Jesús y su Evangelio.
A todos nos cuesta renunciar a lo que nos da seguridad: las riquezas, las ideas, los afectos, la familia o los proyectos. Nuestro tesoro está, donde está nuestro corazón. El desprendimiento es signo de la entrega de la propia vida y para compartir con los desposeídos de la tierra la vida y los bienes. Porque la felicidad no consiste en dejarlo todo, sino en hacerse libre de todo para entregarse a Cristo y al trabajo por el reino.
Con Dios es posible el amor, la solidaridad, la generosidad, el desinterés y la confianza en la providencia. Aceptar el Evangelio del Reino de Dios, es vivir un tipo de vida en el que los bienes no son el valor absoluto. Y esto sólo es posible en la medida en que Dios es valor radical que nos lleva al encuentro y descubrimiento del hermano por quien vale la pena renunciar al acumular, para vivir el compartir.

Para discernir

¿Nuestro corazón está en el Dios del Reino y en la búsqueda del Reino de Dios?
¿Estamos dispuestos a renunciar a estas falsas seguridades?
¿Esperamos que Dios nos cambie el corazón, puesto que para Él nada hay imposible?

Repitamos a lo largo de este día

…Para Dios todo es posible…

Para la lectura espiritual

…«Entonces ¿quién puede salvarse?»

Jesús, contestando a la pregunta que le había hecho un hombre rico, reveló como se puede llegar a la vida eterna. Pero es la idea de tener que abandonar sus riquezas lo que hizo que este hombre se quedara triste y se marchara. Entonces Jesús dijo: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios». A su vez, Pedro, que se había despojado de todo renunciando a su oficio y a su barca, que no poseía ni tan solo un anzuelo, se acerca a Jesús y le pregunta: «Entonces ¿quién puede salvarse?»
Fíjate al mismo tiempo en la reserva y en el celo de este discípulo. No ha dicho: «Mandas lo imposible, este mandamiento es demasiado difícil, esta ley es demasiado exigente». Tampoco se queda callado. Sino que, sin faltar al respeto y mostrando cuán atento estaba hacia los demás, dijo: «Entonces ¿quién puede salvarse?» Es porque incluso antes ya de ser pastor tenía alma de éste; ya antes de estar investido de autoridad…, se preocupaba del mundo entero.  Un hombre rico, probablemente habría preguntado lo mismo pero por interés, preocupado
por su situación personal y sin pensar en los otros. Pero Pedro, que era pobre, no puede ser sospechoso de haber hecho esta pregunta por semejantes motivos. Ello es señal de que se preocupaba por la salvación de los demás, y que deseaba aprender de su Maestro tal como se debe.
De aquí la respuesta alentadora de Cristo: «Es imposible para los hombres, no para Dios».
Lo cual quiere decir: «No penséis que yo os abandono. Yo mismo os asistiré en las cuestiones importantes, y haré que sea fácil y sencillo lo que es difícil»…
San Juan Crisóstomo (hacia 345-407),
Homilía sobre el deudor de diez mil talentos, 3; PG 51, 21

Para rezar

Jesús:
La certeza de tu identidad te ha liberado
para servir a Dios de maneras que no puedo imaginar.
Me siento muy limitado por mis temores y mis ansiedades,
y sin embargo me atrae la libertad que veo en Ti,
la libertad para servir a Dios.
Jesús, ayúdame a descubrir
dónde es que Dios quiere que yo sirva.
Veo muchas cosas negativas e injustas
en el mundo, en mi país, en mi ciudad,
y hasta en mi familia. Pero tengo miedo.
¿Cómo puedo cambiar ciertas cosas?
¿Cómo puedo aprender a confrontar?
Y más importante aún, ¿qué es lo que Dios quiere que yo haga?
Mi querido amigo Jesús, cuando Te veo,
quedo enamorado de Tu fuerza y de
la libertad con que sirves a Dios.
Eso me atrae fuertemente.
Quiero aprender a servir a Dios sin la carga de mis temores.
Pareces estar muy consciente de Tu identidad
y de cómo Dios Te ha llamado a servir.
Quiero tener el valor suficiente para confrontar
las estructuras y las autoridades que veo actuando mal.
Pero, Jesús, tengo miedo.
La confrontación me trae recuerdos de viejos temores
que necesitan ser sanados, y necesito sentir Tu amor
y Tu libertad para servir con todo el corazón.
Nunca he sido una persona luchadora, sino alguien que rehuye a los conflictos.
Pero cuando estoy contigo esta semana,
veo que las constantes confrontaciones
con las autoridades parecen darte una paz más profunda
y mayor firmeza.
Siento que estás cada vez más consciente
de Quien eres y de la misión que Dios Te ha encomendado.
Jesús, eso es lo que quiero. Quiero poder levantar la cabeza
y, como Tú, poder mirar la gente a los ojos cuando las desafío.
Quiero tener el valor de hablar por quienes necesitan ayuda.
Quiero tener el valor de estar contigo a todo momento,
trabajar como Tú, por la justicia y para llevar la buena nueva a los pobres.
Gracias por compartir Tu vida conmigo.
Siento que se van estrechando los lazos que me unen a Ti
a medida que Te voy conociendo cada día más.
Gracias por invitarme a acompañarte en esta travesía.

Dame el valor que necesito para caminar como Tú.

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