4 de febrero de
2017 TO – SÁBADO DE LA SEMANA IV
Eran como
ovejas sin pastor
Lectura de la carta a los
Hebreos 13, 15-17. 20-21
Hermanos:
Por medio de Jesús, ofrezcamos sin cesar a
Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan
su Nombre. Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son
sacrificios agradables a Dios.
Obedezcan con docilidad a quienes los
dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta.
Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les
reportaría a ustedes ningún provecho.
Que el Dios de la paz -el mismo que
resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las
ovejas, por la sangre de una Alianza eterna- los capacite para cumplir su voluntad,
practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a
sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 22,
1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1)
R. El Señor es mi
pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede
faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
R.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 6, 30-34
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le
contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: «Vengan ustedes
solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente
que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un
lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las
ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran
muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Toda la Epístola de los Hebreos nos ha
mostrado que hay un solo sacerdote, Jesucristo. Jesús instituyó a unos
ministros que han de conformarse al modelo único. No obstante la epístola,
acaba hablando del sacerdocio común a todos los bautizados. Todos los
cristianos son invitados a «ofrecer sin cesar un sacrificio de alabanza».
No se trata pues del servicio cultual
hecho en el santuario, sino del culto espiritual, que consiste en ofrecer toda
la vida, en todos los ámbitos en que nos encontramos.
La primera manifestación de nuestro
sacerdocio, el primer sacrificio que ofrecemos es nuestra «fe», sacrificio de
nuestra autonomía, de nuestro modo de pensar, para adoptar el punto de vista de
Dios.
La segunda manifestación de nuestro
sacerdocio, el segundo sacrificio que ofrecemos es nuestra «caridad»: amar,
compartir, renunciarse a sí mismo, para adoptar el punto de vista de los demás.
La verdadera “comunión” de Iglesia supone vaciarse de sí mismo o de las propias
ventajas. La kénosis y obediencia de Cristo al Padre fue así.
La ofrenda de Cristo, su “si”, encuentra
eco en todo corazón que se hace transparente ante la mirada de Dios. Dios sólo
espera de nosotros que tengamos un corazón abierto y que sepamos hacer nuestro,
el “sí” de Jesucristo al Padre. Nuestra verdadera riqueza consiste en esta
capacidad de pronunciar continuamente el “sí” de Jesús al Padre, en medio de
todas las circunstancias de nuestra vida.
Así, toda nuestra vida será una ofrenda.
***
Una vez relatado el martirio de Juan
Bautista que escuchamos ayer Marcos relata que volvieron los apóstoles a
reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús se
da cuenta de que lo que más necesitan en ese momento es un poco de descanso
junto a Él, para reponer fuerzas y revisar su actuación. Ese es el plan que les
propone. Solo que las necesidades de los pobres, son más urgentes que el
descanso de los misioneros.
La fuerza del anuncio del Reino, aunque se
aleje por el lago, sigue presente en la tierra porque ya ha sido sembrado. Al
llegar al lugar del descanso, Jesús se da cuenta de que lo ha seguido una gran
cantidad de personas; y el evangelista, con términos muy tiernos, presenta a
Jesús “compadecido de la multitud que anda como ovejas sin pastor”.
Jesús, por medio de su ministerio de
misericordia y de liberación, fue ganando espacio en medio de los pobres del
pueblo. El pueblo tenía hambre y sed de justicia, de solidaridad, de igualdad,
de consuelo, de Palabra de Dios y en Jesús encontraban aquello que no le
brindaban sus pastores. Su palabra era comprendida por el pueblo como el
mensaje de Dios les dirigía. Su actuar era visto y asimilado como el tiempo de
gracia que Dios instauraba en medio del pueblo.
Dios siente compasión de su pueblo cansado
de la marginación y el abuso. Por eso en Jesús, el Padre manifiesta su amor y
su compasión a aquella multitud que lo seguía para recibir la vida, que
provenía de su palabra y de su forma de vivir. El pueblo experimentó en la
persona de Jesús la misericordia de Dios hecha carne, hecha humanidad. Por eso
no importaba la distancia, no importaban los horarios, no importaba lo
establecido por la ley. Lo importante era experimentar a Dios mismo y la
ternura de su amor.
Jesús asume el compromiso de pastor de su
pueblo, y le enseña, lo orienta, lo guía y lo instruye.
También nuestro pueblo hoy, ante este
modelo social y cultural que se ha impuesto, sigue teniendo hambre de valores
de humanidad. Nuestro pueblo, también vive situaciones de muerte y de
desolación y muchas veces no tiene quién lo mire y le enseñe con misericordia.
Como Iglesia, fiel a su maestro, tenemos
abrir nuestras entrañas de misericordia para responder a ese pueblo al que
pertenecemos; al que hemos sido enviados y al que tenemos la obligación de
anunciarle la Buena Nueva de Jesús.
Pero esto no puede hacerse desde afuera.
Para que no sea mera ideología o asistencialismo, debe hacerse al modo de
Jesús: desde la compasión. Compadecer significa “padecer con”, es decir, estar
al lado, compartir el sufrimiento del otro. El término tiene que ver con las
entrañas, es decir, compartir desde las entrañas, desde lo más profundo, el
dolor de los demás. Y esto implica involucrarnos, romper esquemas, romper
horarios y estar siempre dispuestos a amar y a dar testimonio y razón de
nuestra fe y esperanza; sin pasar de largo ante el dolor, ante la angustia de
las personas porque ni éstas, ni Dios se toman vacaciones.
Compasivos para ser creativos, con la
creatividad que viene del Espíritu Santo, para que el Señor sea encontrado,
conocido, amado y se transforme en fuente de vida y vida en abundancia.
Para discernir
¿Ante el dolor de nuestro pueblo
experimentamos lástima o compasión?
¿Creo en el poder de la Buena Noticia?
¿Asumo el proyecto social de Jesús?
Repitamos a lo largo de este día
…Crea en mí Señor un corazón compasivo…
Para la lectura espiritual
…”«La pasión del Señor», escribió León
Magno, «se prolonga hasta el fin del mundo». ¿Dónde «está agonizando» hoy
Jesús? En muchísimos lugares y situaciones. Pero fijemos nuestra atención en
una sola de ellas: la pobreza. Cristo está clavado en la cruz en los pobres. La
primera cosa que hemos de hacer, por tanto, es echar fuera nuestras defensas y
dejarnos invadir por una sana inquietud. Hacer que entren los pobres en nuestra
carne. Darnos cuenta de ellos indica una imprevista apertura de los ojos, un
sobresalto de la conciencia [...].
Con la venida de Jesucristo el problema de
los pobres ha tomado una dimensión nueva. Aquel que pronunció sobre el pan las
palabras: «Esto es mi cuerpo», las dijo también de los pobres cuando declaró
solemnemente: «Conmigo lo hicisteis». Hay un nexo bastante estrecho entre la
eucaristía y los pobres. Lo que debemos hacer concretamente por los pobres
podemos resumirlo en tres palabras: evangelizarlos, amarlos, socorrerlos.
Evangelizarlos: hoy también tienen derecho
a oír la Buena Noticia:
«Bienaventurados los pobres». Porque ante
vosotros se abre una posibilidad inmensa, cerrada, o bastante difícil, a los
ricos: el Reino.
Amar a los pobres: significa antes que
nada respetarlos y reconocer su dignidad. En ellos brilla -precisamente por la
falta de otros títulos y distinciones- con una luz más viva la dignidad radical
del ser humano. Los pobres no merecen sólo nuestra compasión; merecen también
nuestra admiración.
Por último, socorrer a los pobres: aunque
hoy ya no basta con la simple limosna; haría falta una movilización coral de
toda la cristiandad para liberar a los millones de persones que mueren de
hambre, de enfermedades y de miseria. Esta sería una cruzada digna de tal
nombre, es decir, de la cruz de Cristo”…
R. Cantalamessa – edición española: La fuerza de la
cruz
Monte Carmelo, Burgos 2001
Para rezar
Oración del enviado
“Vayan por todo el mundo…”
Estas palabras están dichas para mí.
Soy continuador de tu obra.
Soy tu compañero en la misión.
Estas palabras están dichas para mí.
Soy continuador de tu obra.
Soy tu compañero en la misión.
La mies es mucha y los operarios pocos.
Quiero ser uno de ellos.
Muchas personas están caídas y pasamos de largo.
Quiero ser buen samaritano.
Quiero ser uno de ellos.
Muchas personas están caídas y pasamos de largo.
Quiero ser buen samaritano.
Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.
Dame audacia.
En este mundo escéptico y autosuficiente,
tengo miedo.
En este mundo escéptico y autosuficiente,
tengo miedo.
Dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y cerrada,
yo también tengo poca confianza en las personas.
En esta sociedad recelosa y cerrada,
yo también tengo poca confianza en las personas.
Dame amor.
En esta tierra no solidaria y fría
yo también siento poco amor.
En esta tierra no solidaria y fría
yo también siento poco amor.
Dame constancia.
En este ambiente cómodo y superficial,
yo también me canso fácilmente.
En este ambiente cómodo y superficial,
yo también me canso fácilmente.
Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.