3 de febrero de
2017 – TO – VIERNES DE LA SEMANA IV
Jesucristo es
el mismo ayer y hoy, y siempre
Lectura de la carta a los
Hebreos 13, 1-9a
Hermanos:
Perseveren en el amor fraternal. No se
olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin
saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si
ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes
estuvieran en su mismo cuerpo.
Respeten el matrimonio y no deshonren el
lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
No se dejen llevar de la avaricia, y
conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni
te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi
protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
Acuérdense de quienes los dirigían, porque
ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e
imiten su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo
será para siempre.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 26, 1. 3.
5. 8b-9abc (R.: 1a)
R. El Señor es mi
luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R.
Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza. R.
Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca. R.
Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 6, 14-29
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque
su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista
ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros
afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero
Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado.»
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y
encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la
que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la
mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no
podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y
lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable.
Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus
oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y
agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme
lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier
cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su
madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La joven volvió rápidamente donde estaba
el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja,
la cabeza de Juan el Bautista.»
El rey se entristeció mucho, pero a causa
de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó
a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le
cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y
esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron,
fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El final de la Epístola a los Hebreos recomienda
algunas actitudes muy prácticas. La fe no es solamente intelectual: se traduce
en conductas y compromisos concretos.
En primer lugar aparece la hospitalidad.
Si bien el huésped era considerado sagrado, en tiempos de persecuciones, la
hospitalidad equivalía a la protección del indefenso, del perseguido, del
buscado por su fe y a quien había que proteger recibiéndolo y ocultándolo, aún
con todo el riesgo que ello suponía. Junto a esto aparece la atención a
aquellos que están en prisión recordando la regla de oro que proporciona el
evangelio: “hagan con los otros lo que quieren que hagan con ustedes”.
La castidad del matrimonio es otra
realidad enunciada. Santificados por Cristo y participantes ya del cielo, el
cristiano no puede comportarse, en la sexualidad, como el que no tiene
esperanza.
En relación con el dinero se condena la
avaricia. Al fundamentar nuestra vida en las cosas materiales excluimos a Dios
y su providencia del horizonte de toda vida humana.
Por último, se invita a recordar a los pastores
y dirigentes. Su muerte es presentada como ejemplo de fe cimentada en Cristo,
que es inmutable, el mismo ayer, hoy y por los siglos.
***
La actividad misionera de Jesús,
prolongada ahora en los discípulos, extiende la fama pero también los interrogantes
sobre su persona. Entre el envío de los discípulos y el regreso de su misión,
Marcos introduce dos relatos, en el primero la gente opina sobre Jesús y en el
segundo se presenta el martirio de Juan el Bautista.
El evangelista, de forma sutil pero clara,
está anunciando la suerte que correrá Jesús con su predicación tan impetuosa y
transformadora, y la posible suerte que correrían el grupo de sus discípulos,
si se comprometen con seriedad y dedicación al anuncio de la llegada inminente
del Reino, y de la necesidad de un cambio de vida para asumir esta causa.
Juan el Bautista es admirado por su
ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del
mal. Por eso Herodes lo aprecia y respeta, a pesar de que, esa denuncia lo perjudicaba.
Pero la debilidad de este rey, que le había quitado injustamente la mujer a su
hermano Felipe, y las intrigas de la mujer y de su hija, acabaron con su vida.
El profeta no podía permanecer imparcial ante esta injusticia.
Herodías, aprovechó la fiesta de
cumpleaños de Herodes y utilizando a su hija como señuelo, la hizo danzar. Esto
agradó tanto a Herodes que prometió a la joven darle lo que pidiese, incluso si
fuera necesario la mitad de su reino. A Herodías, le bastó la cabeza del
profeta. Herodes por no quedar mal ante la corte se ve obligado a cumplir su
promesa.
Juan el Bautista es fiel, hasta sus
últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al entregar su vida, da paso para
que la Buena Nueva del amor de Dios, a los hombres, se centre sólo en Aquel que
Dios nos envía.
Si bien el Señor no pide a todos los
cristianos que derramen su sangre en testimonio de su fe, reclama de todos una
firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en medio del
mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida. Habrá
ocasiones en las que no podremos permanecer en silencio, sino que tendremos que
denunciar el mal allí donde se manifiesta. No podemos pasar de largo ante la
pobreza, el hambre provocada por sistemas injustos. No podemos cerrar la boca
ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos poner la mirada
en otra parte cuando vemos el deterioro que la droga, la falta de oportunidades
y una cultura vacía de valores, provocan en las generaciones más jóvenes.
Pero no sólo podemos limitarnos a
denunciar el pecado; Cristo tiene que llegar a todos como verdad, vida y camino
de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y a las inspiraciones del Espíritu
Santo, tenemos que ser creativos, al proponer caminos que, desde el Evangelio,
ayuden al hombre a verse libre de sus esclavitudes.
Derramar hoy nuestra sangre por fidelidad
al Evangelio, es no tener miedo a derramar nuestro tiempo, nuestras capacidades
en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con la certeza que sólo el Señor
es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y, con
la misión que Él nos ha confiado, con palabras valientes, pero sobre todo con
una vida coherente que sea como un signo profético en medio de un mundo que
levanta altares a dioses falsos.
Para discernir
¿Vivimos la verdad del Evangelio a medias?
¿Nos animamos a dar un paso más aunque nos
cueste tiempo y renuncias?
¿Estamos dispuestos nosotros, a seguir el
camino de la entrega incondicional?
Repitamos a lo largo de este día
…Mi corazón no temerá…
Para la lectura espiritual
…Ésta fue la tarea de Jesús como sumo
sacerdote de la nueva alianza, mediador entre el Padre y la humanidad pecadora:
en primer lugar, abrió el acceso al santo de los santos y lo recorrió él mismo.
Allí es donde Jesús ora ahora, en este «ahora» sin límites de la eternidad que
nuestro tiempo creado no puede fijar ni hacernos alcanzar, a no ser a través de
la oración. Jesús es así, para siempre, el hombre de la oración, nuestro sumo
sacerdote que intercede. Tal es y tal permanece así «ayer, hoy y siempre» (Heb
13,8). Allí arriba, en Jesús resucitado, se encuentra también la fuente perenne
de nuestra oración de aquí abajo. Gracias a la oración estamos cerca de él,
rotos y sobrepasados los límites del tiempo, y respiramos en la eternidad,
manteniéndonos en presencia del Padre, unidos a Jesús.
Para llegar allí es necesario recorrer
aquí abajo el mismo camino que el Salvador, no hay ningún otro: el de la cruz y
el de la muerte. La misma carta a los Hebreos observa que Jesús padeció la
muerte fuera de las puertas de la ciudad. En consecuencia, los cristianos
también deben salir «a su encuentro fuera del campamento y carguemos también
nosotros con su oprobio (Heb 13,13), es decir, la vergüenza de la cruz. Todo
bautizado lleva en él el deseo de este éxodo hacia Cristo. «No tenemos aquí
ciudad permanente, sino que aspiramos a la ciudad futura (Heb 13,14), allí
donde está presente Jesús ahora. También nosotros estamos ya allí, en la medida
en que, mediante la oración, habitamos junto a él. «Así pues, ofrezcamos a Dios
sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los
labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). En efecto, el cristiano, que camina
tras las huellas de Jesús, ofrece como él un sacrificio de oración. Confiesa e
invoca constantemente su nombre. Y después, en el amor, comparte todo con sus
hermanos”…
Louf, El espíritu ora en nosotros, Narcea, Madrid
1985.
Para rezar
Oración de un Misionero Mártir
Que mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Pero sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos! Amén
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos! Amén
Juan Gabriel Perboyre – (Patrono de
Oceanía)
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