19 de Agosto de 2017

19 de agosto de 2017 – TO – SÁBADO DE LA XIX SEMANA


Lectura del libro de Josué 24, 14-29
 
Josué habló al pueblo diciendo: «Teman al Señor y sírvanlo con integridad y lealtad; dejen de lado a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan al Señor. Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor.»
El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos. Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios.»
Entonces Josué dijo al pueblo: «Ustedes no podrán servir al Señor, porque él es un Dios santo, un Dios celoso, que no soportará ni las rebeldías ni los pecados de ustedes. Si abandonan al Señor para servir a dioses extraños, él, a su vez, los maltratará y los aniquilará, después de haberles hecho tanto bien.»
Pero el pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos al Señor.»
Josué dijo al pueblo: «Son testigos contra ustedes mismos, de que han elegido al Señor para servirlo.»
«Somos testigos», respondieron ellos.
«Entonces dejen de lado los dioses extraños que hay en medio de ustedes, e inclinen sus corazones al Señor, el Dios de Israel.»
El pueblo respondió a Josué: «Nosotros serviremos al Señor, nuestro Dios y escucharemos su voz.»
Aquel día Josué estableció una alianza para el pueblo, y les impuso una legislación y un derecho, en Siquém. Después puso por escrito estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Además tomó una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que está en el Santuario del Señor. Josué dijo a todo el pueblo: «Miren esta piedra: ella será un testigo contra nosotros, porque ha escuchado todas las palabras que nos ha dirigido el Señor; y será un testigo contra ustedes, para que no renieguen de su Dios.»
Finalmente, Josué despidió a todo el pueblo, y cada uno volvió a su herencia. Después de un tiempo, Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años.
Palabra de Dios.

SALMO         Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 11 (R.: cf. 5a) 
R.      Señor, tú eres la parte de mi herencia.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!  R.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.  R.

Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.  R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo         19, 13-15

Trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.»
Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Leemos hoy la continuación de la gran asamblea de Siquém. Se va a celebrar una nueva Alianza. Si tantos favores le debe Israel a su Dios, a ese amor debe responder también con su amor. Josué no halaga los oídos del pueblo: les recuerda que la Alianza que ahora renuevan supone «quitar de en medio los dioses» que los han tentado en Egipto, en el desierto y, ahora, en la tierra que acaban de ocupar.
Por tanto, se trata de elegir hoy a quién quieren servir. Sus palabras han surtido efecto y el pueblo responde: «lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses. La Alianza se redactó por escrito y se erigió una gran piedra como testigo del momento.
Aquel día Josué pactó una alianza para el pueblo. Le impuso un estatuto y un derecho en Siquém. Escribió todo esto en el libro de la Ley de Dios. Tomó una gran piedra y la plantó al pie de la encina que hay en el Santuario del Señor.
El Dios único y verdadero, creador y padre, fuente de vida y de gracia, es el cimiento y la fuerza de toda la obra religiosa de Israel.
La fe no es sólo una adhesión mental a unos puntos doctrinales. Es una actitud activa que mueve por entero al ser humano: se trata, en efecto, de renunciar a los dioses falsos y engañosos que el hombre se da a sí mismo y de prendarse del único Dios verdadero y absoluto.
***
Al subir a Jerusalén para sufrir, Jesús se detendrá varias veces  a lo largo del camino para acercarse con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». Lo doloroso de su camino hacia Jerusalén por las consecuencias no lo alejan de su ministerio compasivo con los más pobres, los más pequeños y los enfermos.
En la mentalidad judía, aun siendo el niño una bendición, se le consideraba oficialmente como un ser insignificante que no adquiere total importancia hasta su entrada adulta en la sinagoga, a los doce años.
Era común en la época el rito de la imposición de manos y la bendición de los niños. Lo hacían los padres y también se pedía la bendición de los rabinos importantes.
Seguramente muchas madres se acercan a  Jesús con los niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba.
Los apóstoles se impacientan con los niños que le traen a Jesús para que los bendiga. Jesús no sólo se detiene y reprende a los discípulos, sino que hace de su gesto una enseñanza. “Dejen que los niños vengan a mí”, no es sólo una invitación a hacerse como niños, sino una declaración y una verdadera promesa hecha a todos los que son como ellos que son parte del Reino.
El Reino, que no es un logro del hombre, es dado gratuitamente por Dios; Jesús bendice a los niños y los propone como modelo de todos los que quieran caminar hacia el Reino y quieran recibirlo. De nuevo se presenta la infancia como signo y figura del buen discípulo. Hacerse como niños no es un camino de infantilización, sino tener la capacidad de asumir desde la madurez de la fe la novedad de los valores de la Buena nueva del Evangelio, confiados en la ayuda y presencia permanente del Señor.
El discípulo sólo puede perseverar en el amor, la pobreza radical, el perdón absoluto de las ofensas si su corazón permanece tan disponible a la gracia como el de los niños.
Jesús alaba de los niños su pequeñez, su incapacidad de ascender por el camino del Evangelio con sus solas fuerzas. Así como en los brazos de los adultos los niños alcanzan lo que por sí mismos no pueden, para vivir el Reino no hay más recurso que dejarse llevar por Dios. Jesús propone al niño como modelo porque es la imagen de la apertura a la gracia.

Para discernir

¿Nos dejamos sorprender por la novedad del Evangelio?
¿Nos abandonamos confiados en las manos del Padre?
¿Valoro la propuesta de tener corazón de niño?

Repitamos a lo largo de este día

… Señor, Tú eres mi bien…

Para la lectura espiritual

De las cartas de Santa Teresita del Niño Jesús

Cta. 36
Yo soy la pelotita del Niño Jesús; si Él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera.

Cta. 49
Tú que eres un águila llamada a cernirte en las alturas y a clavar tu mirada fijamente en el sol, reza por esta cañita tan débil que está en el fondo del valle; el menor soplo la hace doblarse.
Pide que tu hijita sea siempre un granito de arena muy oscuro y muy escondido a los ojos de todos, que sólo Jesús pueda verlo. Que se haga cada vez más pequeño, que se vea reducido a nada.

Para rezar

Mi pequeñez

Tu que mi pequeñez miras piadoso
y no desdeñas descender a mí
entra en mi corazón ¡Rey del sagrario!
ya lo ves palpitar… solo por ti.
Y luego nada mas seré dichosa
si me dejas, mi Bien, morir de amor…
Mira ¡oh Jesús! El grito de mi alma
¡Reina en mi corazón!
Pues mi gran pequeñez Tú no desdeñas
ya que no temes descender a mí
aprenda el amor que Tú me enseñas
reciba yo esa gran virtud de Tí.
Mi pecho lleno de candor divino
¡Oh sacramento! clamará favor
puesto que eres mi vida y mi destino
¡Guarda mi amor! 

Santa Teresita

  

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