30 de agosto - Santa Rosa de Lima - Patrona de América Latina
Vende todo lo
que posee y compra el campo
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo
a los cristianos de Corinto 10, 17-11, 2
Hermanos:
El que se gloría, que se gloríe en
el Señor. Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel
a quien Dios recomienda.
¡Ojalá quisieran tolerar un poco de locura
de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo estoy celoso de ustedes con el celo de
Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a Él como
una virgen pura.
Palabra de Dios.
SALMO 148, 1-2. 11-13ª. 13c-14
R. ¡Los jóvenes y las
vírgenes, alaben el nombre del Señor!
Alaben al Señor desde el cielo,
alábenlo en las alturas;
alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos. R.
Los reyes de la tierra y todas las
naciones,
los príncipes y los gobernantes de la
tierra;
los ancianos, los jóvenes y los niños,
alaben el Nombre del Señor. R.
Su majestad está sobre el cielo y la
tierra,
y Él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A Él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos! R.
EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
san Mateo 13, 44-46
Jesús dijo a la multitud:
El Reino de los Cielos se parece a un
tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y
lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a
un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran
valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
El verdadero apóstol no puede basar la
eficacia de la Palabra en la ciencia humana. El verdadero apóstol es consciente
de que es una persona, puesta por Dios, para colaborar en la construcción del
Reino de Dios entre nosotros. Su orgullo será haber sido dócil al Espíritu.
Para lograr eso el Señor ha entregado su
vida, para purificarnos de todo pecado. Pero esa purificación no se puede
quedar en la simple confesión de los pecados, sino que debe llevarnos a volver
con sinceridad a Dios y a dejarnos transformar por Él en criaturas nuevas.
Entonces seremos, realmente, dignos del Señor.
***
El Reino es Cristo. Y Él nos ha amado de
tal forma que lo dejó todo, incluso entregó su propia vida con tal de
“comprarnos” para Dios, de manera que no vivamos ya para nosotros mismos, sino
para Aquel que por nosotros murió y resucitó.
En la medida que hemos sido amados por
Dios, estamos llamados a amar a nuestro prójimo de tal forma que no sólo le
anunciemos el Evangelio de la gracia, sino que seamos capaces de entregarlo
todo con tal de que, junto con nosotros, alcance la salvación que Dios ofrece a
todos. Es necesario abrir los ojos para trabajar de una y mil formas para que
el Reino de Dios se haga realidad en el corazón del mundo.
El Señor nos ofrece lo más grande de sí
mismo: Su Vida y su Espíritu, para que, recibidos por nosotros, nos transformen,
cada día en mejores hijos de nuestro Dios y Padre.
Aceptar el compromiso de la fe que nos une
al Señor, nos abre a nuestro trabajo por el Reino. Abramos los ojos ante la
realidad que nos rodea. En el campo del mundo, hay mucha riqueza escondida a
causa de los miedos de quienes prefieren vivir su fe en la oscuridad de su
propio interior. En medio de un mundo, en el cual anidan muchas posibilidades,
en medio de muchas esperanzas perdidas, la Iglesia está llamada a entregarse
para que salgan a la luz todos esos tesoros escondidos, y así, todos juntos
podamos construir una sociedad más fraterna, más justa y más solidaria.
El Señor espera de su Iglesia que trabaje
con fervor para que su Evangelio se encarne en los hombres de nuestro tiempo.
Entonces el Reino de Dios habrá empezado a hacerse realidad entre nosotros.
Para
discernir
¿Qué docilidad me reclama el Espíritu hoy?
¿En qué realidad me toca hoy hacer
presente el Reino, dónde hace falta vivir los valores del Reino?
¿De qué manera hacemos crecer los dones de
gracia recibidos?
Repitamos a
lo largo de este día
…Qué venga tu Reino Señor…
Para la
lectura espiritual
De los escritos de santa Rosa de Lima.
El salvador levantó la voz y dijo, con
incomparable majestad: “¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones
no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento
de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. ¡Que nadie se
engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no
hay camino por donde se pueda subir al cielo!”
Oídas estas palabras, me sobrevino un
ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes
clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y
condición que fuesen:
“Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes:
de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no
se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más
trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.”
Este mismo estímulo me impulsaba
impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me
hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la
cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con
más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
“¡Oh, si conociesen los mortales qué gran
cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas
esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían
toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían
todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de
aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento.
Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si
conocieran las balanzas donde se pesan para repartir- los entre los hombres.”
Para rezar
Van a pasar por manos laboriosas
Los granos de un rosario de ilusiones,
Acógelas, Señor, que son hermosas,
Amor y don de nuestros corazones.
Mujer llena de Dios, oh Santa Rosa,
Vivir para el Señor, para el Amado,
Fue el ansia de tu amor, gracia divina,
Llevada de su fuerza y de su mano.
No olvides los que vamos de camino
Siguiendo en el desierto tus pisadas,
Aboga ante el Señor favor divino,
Seguir como seguiste sus llamadas.
Proclamen nuestros labios la grandeza
Del Padre que en el Hijo nos dio gozo,
Y, siendo nuestra herencia la pobreza,
Nos colma de su amor el Fuego Santo. Amén
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