7 de agosto de 2017 – TO - LUNES DE LA XVIII SEMANA
Alzó la mirada
al cielo, pronunció la bendición y dio los panes a los discípulos
Lectura del libro de los Números 11, 4b-15
Los israelitas dijeron: « ¡Si al menos
tuviéramos carne para comer! ¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis
en Egipto, y los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos!
¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y nuestros
ojos no ven nada más que el maná!»
El maná se parecía a la semilla de
cilantro y su color era semejante al del bedelio. El pueblo tenía que ir a
buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con piedras de moler o lo machacaban
en un mortero, lo cocían en una olla, y lo preparaban en forma de galletas. Su
sabor era como el de un pastel apetitoso. De noche, cuando el rocío caía sobre
el campamento, también caía el maná.
Moisés oyó llorar al pueblo, que se había
agrupado por familias, cada uno a la entrada de su carpa. El Señor se llenó de
una gran indignación, pero Moisés, vivamente contrariado, le dijo: « ¿Por qué
tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has tenido compasión de mí, y
me has cargado con el peso de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que
concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a luz, para que me digas: “Llévalo
en tu regazo, como la nodriza lleva a un niño de pecho, hasta la tierra que
juraste dar a sus padres?” ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a
todos los que están llorando a mi lado y me dicen: “Danos carne para comer”? Yo
solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan para
tanto. Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré
libre de mis males.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 80, 12-13. 14-15. 16-17 (R.: 2a)
R. Canten
con júbilo al Señor, nuestra fuerza.
Mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no me quiso obedecer:
por eso los entregué a su obstinación,
para que se dejaran llevar por sus
caprichos. R.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara,
e Israel siguiera mis caminos!
Yo sometería a sus adversarios en un
instante,
y volvería mi mano contra sus
opresores. R.
Los enemigos del Señor tendrían que
adularlo,
y ese sería su destino para siempre;
yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor
del trigo
y lo saciaría con miel silvestre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 14, 13-21
Al enterarse de la muerte de Juan el
Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas.
Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando
desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a
los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron
y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud
para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos.»
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que
se vayan, denles de comer ustedes mismos.»
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más
que cinco panes y dos pescados.»
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se
sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando
los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus
discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los
pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos
cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El libro de los Números trata de nuevo el
tema de la marcha por el desierto.
En el pasaje de hoy, el autor toma una
antiquísima tradición sobre el maná y sobre la llegada de una bandada de
codornices provocada por la súplica de Moisés. Como telón de fondo, está la
murmuración incesante del pueblo.
Durante su paso por el desierto, el pueblo
elegido se vio frecuentemente beneficiado por la presencia inesperada de algún
medio de subsistencia, a pesar que podía sobrevivir normalmente gracias a
lo que le brindaban los animales que llevaban. Pero, seguramente, fue durante
los períodos de sequía que el pueblo descubrió un alimento inesperado.
Son frecuentes, en el desierto del Sinaí,
las bandadas de pájaros que agotados por la lucha contra el viento, caen sin
fuerzas en el suelo. Asimismo, abundan los árboles que en los meses de junio y
julio producen una forma comestible, muy abundante por la mañana, y que
constituye el alimento principal, cuando no el único, de los frecuentadores del
desierto.
Desde el momento en que el pueblo advirtió
la utilidad de este jugo de árboles, al que llamó maná, la tradición lo elevó a
la categoría de milagroso, verdadera alimentación sobrenatural, resultado de la
plegaria de Moisés y signo de la providencial elección de Dios.
Posteriormente, se opondrá este sustento
venido de Dios, a los alimentos terrestres; y habrá un especial hincapié
en las murmuraciones del pueblo, que, víctima del hambre, añoraba la
alimentación recibida en Egipto y se mostraba incapaz de esperar de Dios su
subsistencia.
***
Al enterarse Jesús de la muerte de Juan
Bautista, huye en una barca a un lugar solitario y tranquilo. Pero la gente lo
supo y lo siguió por tierra, de modo que al desembarcar, vio una gran
muchedumbre, sintió compasión y curó a los enfermos. Caída la tarde, los
discípulos al ver a la gente hambrienta, se acercaron a pedirle a Jesús que
despida a la multitud, para que vayan a las aldeas a comprar comida. La
reacción de los discípulos funciona de acuerdo a la lógica humana: mandarlos a
comprar lo necesario. Jesús los desafía a que les den de comer ellos
mismos. Mientras los discípulos utilizan la lógica humana; Jesús, aplica la
lógica del Reino y los invita a compartir.
Les pide que actúen aunque tengan nada más
que cinco panes y dos peces. Mandó a la gente que se recostara en la hierba y,
tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su
vez los dieron a la gente.
Jesús exhorta a dar de lo que necesitan.
Esa entrega generosa produce resultados abundantes. La multitud empieza a
compartir lo que tiene, en vez de guardarlo para sí misma. Así la solidaridad
se contagia y todos reciben lo necesario. Al final queda un excedente que puede
beneficiar a todo el pueblo.
Lo que los discípulos han visto en el
reparto de los panes, no es una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, es el
efecto de la entrega personal, que pasará a ser la norma de vida para el
discípulo. Jesús no está solamente satisfaciendo una necesidad, sino celebrando
el reino que viene a los débiles y afligidos.
El relato es un programa para la comunidad
de los seguidores de Jesús. Es la lección de solidaridad para con los que pasan
hambre, con los que buscan, con los que andan errantes por el desierto. La
consigna de Jesús es: denles de comer. La Iglesia no sólo debe ofrecer el Pan
con mayúscula; también el pan con minúscula, que es cultura y cuidado de la
salud, preocupación por la justicia en todos los ámbitos y la solidaridad de
los que tienen con los que pasan necesidad.
Hay un doble pan porque el hambre también
es doble: de lo humano y de lo trascendente. Y la fracción del pan debe ser
tanto partir el Pan eucarístico, como compartir el pan material con el
hambriento.
Jesús, con esta multiplicación del pan
material, quiere ayudar a los hombres a pasar del hambre de lo humano, al
hambre de lo divino; así como ha hecho pasar al ciego de nacimiento, de la luz
de los ojos a la luz de la fe.
La vida de Jesús invita a la Iglesia a
abrirse a la multitud. La comunidad de discípulos tiene que ser solidaria con
la muchedumbre enferma, hambrienta y desorientada. Los sentimientos de
compasión, misericordia y justicia que Jesús experimentaba ante el pueblo
abandonado, deben estar presentes en el espíritu que anima toda y cada una de
las acciones de la iglesia.
Para
discernir
¿Cómo vivo la misericordia?
¿Qué puedo hacer para saciar el hambre de
los hermanos?
¿Confío en la providencia del Señor?
¿Qué significa “confiarse a la
Providencia”?
Repitamos a
lo largo de este día
…Habla, Señor: anunciaré tu Palabra…
Para la
lectura espiritual
…”El camino de la experiencia gradual de
Dios fue también, para la Iglesia de los orígenes, el camino de una libertad
cada vez mayor. Para mí, la vía de la mística es el auténtico camino hacia la libertad.
Por el camino místico nos tropezamos, en
primer lugar, con nuestra verdad personal. Y sólo la verdad nos hará libres.
Descubrimos aquí los modelos de vida de los que somos prisioneros, nuestros
modos de ver ilusorios que distorsionan la realidad y a causa de los cuales nos
hacemos mal. Cuanto más nos acercamos a Dios, con mayor claridad reconocemos
nuestra verdad. Cuanto más unidos estamos a Dios, más libres nos volvemos.
Todos anhelamos la libertad, pero la
verdadera libertad no consiste en la liberación con respecto a una soberanía
externa a nosotros mismos, sino que consiste en la libertad interior, en la
libertad respecto al dominio del mundo, en la libertad respecto al poder de los
otros hombres y mujeres, y respecto a la libertad de las constricciones
interiores y exteriores.
Debe quedar claro que la libertad
constituye un aspecto esencial del mensaje cristiano y que todo camino
espiritual auténtico conduce al final a la libertad interior. Y esto es así
porque la experiencia de Dios y la experiencia de la libertad están
intrínsecamente conectadas”…
Anselm Grün- edición española:
Portarse bien con uno mismo, Sígueme, Salamanca 1999.
Para rezar
Te comparto mi esperanza
Te comparto mi esperanza de esperar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo A. Murúa
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo A. Murúa
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