9 de agosto de 2017 – TO – MIÉRCOLES DE LA XVIII SEMANA
¡qué grande es tu fe!
Lectura del libro de los Números
13, 1-2. 25-14, 1. 26-33a
El Señor dijo a Moisés en el desierto de
Farán: «Envía unos hombres a explorar el país de Canaán, que yo doy a los
israelitas; enviarás a un hombre por cada una de sus tribus paternas, todos
ellos jefes de tribu.»
Al cabo de cuarenta días volvieron de
explorar el país. Entonces fueron a ver a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad
de los israelitas en Cades, en el desierto de Parán, y les presentaron su
informe, al mismo tiempo que les mostraban los frutos del país. Les contaron lo
siguiente: «Fuimos al país donde ustedes nos enviaron; es realmente un país que
mana leche y miel, y estos son sus frutos. Pero, ¡qué poderosa es la gente que
ocupa el país! Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes. Además, vimos
allí a los anaquitas. Los amalecitas habitan en la región del Négueb; los
hititas, los jebuseos y los amorreos ocupan la región montañosa; y los cananeos
viven junto al mar y a lo largo del Jordán.»
Caleb trató de animar al pueblo que estaba
junto a Moisés, diciéndole: «Subamos en seguida y conquistemos el país, porque
ciertamente podremos contra él.» Pero los hombres que habían subido con él
replicaron: «No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros.»
Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían
explorado, diciendo: «La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus
propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta. Vimos a los
gigantes -los anaquitas son raza de gigantes-. Nosotros nos sentíamos como
langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles.»
Entonces la comunidad en pleno prorrumpió
en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda aquella noche.
Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a seguir protestando contra mí? Ya
escuché las incesantes protestas de los israelitas. Por eso, diles: “Juro por
mi vida, palabra del Señor, que los voy a tratar conforme a las palabras que
ustedes han pronunciado. Por haber protestado contra mí, sus cadáveres quedarán
tendidos en el desierto: los cadáveres de todos los registrados en el censo, de
todos los que tienen más de veinte años. Ni uno solo entrará en la tierra donde
juré establecerlos, salvo Caleb hijo de Iefuné y Josué hijo de Nun. A sus
hijos, en cambio, a los que ustedes decían que iban a ser llevados como botín,
sí los haré entrar; ellos conocerán la tierra que ustedes han despreciado. Pero
los cadáveres de ustedes quedarán tendidos en este desierto. Mientras tanto,
sus hijos andarán vagando por el desierto.”»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 105,
6-7a. 13-14. 21-22. 23 (R.: 4a)
R. Acuérdate de mí,
Señor, por el amor que tienes a tu pueblo.
Hemos pecado, igual que nuestros padres;
somos culpables, hicimos el mal:
nuestros padres, cuando estaban en Egipto,
no comprendieron tus maravillas. R.
Muy pronto se olvidaron de las obras del
Señor,
no tuvieron en cuenta su designio;
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la soledad. R.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo. R.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 15, 21-28
Jesús partió de allí y se retiró al país
de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región,
comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está
terriblemente atormentada por un demonio.» Pero él no le respondió nada.
Sus discípulos se acercaron y le pidieron:
«Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos.»
Jesús respondió: «Yo he sido enviado
solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.»
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le
dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan
de los hijos, para tirárselo a los cachorros.»
Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor,
los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!»
Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué
grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en ese momento su hija quedó
curada.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Leeremos hoy una de las explicaciones de
los «cuarenta años» de estancia por el desierto. De hecho, el paso del desierto
se había realizado en poco tiempo: unos tres meses hasta llegar a Sinaí. Ahí
acamparon los israelitas cerca de un año. Fue un tiempo de reflexión y de
organización como pueblo.
Después partieron en dirección a Canaán.
Al cabo de unos dos meses de camino, en las puertas de la tierra prometida el
éxodo tocaba a su fin y era necesario preparar la conquista del país. En ese
momento surgen las dificultades más fuertes.
La multitud que ha «pasado» a través del
desierto quiere apoderarse de un territorio para convertirlo en el lugar de su
residencia perpetua, alimentados por la idea de que Yahvé se lo ha prometido.
Moisés envió unos exploradores para que reconocieran el terreno y vieran las
posibilidades de entrar.
El informe de los exploradores es bueno
por las condiciones de la tierra en sí, pero es malo, porque los habitantes del
país no tienen intención ni de abandonarlo ni de compartirlo, de modo que
presentarán resistencia.
El pueblo reacciona con pesimismo. Se
contagian fácilmente la duda, el desánimo y las murmuraciones. Antes
protestaban del desierto. Ahora, de que tengan que entrar en una tierra
difícil. Les falta confianza en Dios y prefieren no lanzarse todavía a la
«conquista» de Canaán, a pesar de que hay un grupo, que sí estaría dispuesto.
Israel, a la hora de la verdad, opta por
valorar más la pobreza del grupo que la fuerza de Yahvé. Y así comienzan los
cuarenta años de peregrinación por el desierto. Dios los deja en manos de su
pereza, indecisión, y de su falta de fe y valentía.
Años más tarde, reflexionando en la fe
sobre ese hecho, se vio en ello un castigo: ninguno de los que murmuraron
contra Dios podrá entrar en la Tierra Prometida. Sólo un pueblo “nuevo” podrá
tomar posesión del país que Dios había prometido a su padre Abraham.
***
Jesús pasa una frontera. Su ministerio se
extenderá a una tierra pagana, al país de Tiro y Sidón que es el actual Líbano.
Y una mujer cananea se puso a gritarle. Su grito insistente a través de la
gente, se entiende desde la perspectiva del lugar que ocupaba la mujer, en la
sociedad en aquel momento.
En la cultura judía las mujeres estaban
marginadas y no podían hablar a los varones, mucho menos a un prestigioso
Maestro. Además, las mujeres paganas estaban excluidas por no pertenecer al
pueblo judío, y la enfermedad era un nuevo título de exclusión de la comunidad.
Muchos motivos de exclusión acumulaba pues esta mujer sobre sí misma.
La mujer cananea se dirige a Jesús
llamándolo “Hijo de David”. Jesús escucha el grito de esa mujer pero guarda
silencio. Los discípulos, como otras veces, se preocupan por alejarla para que
no moleste al maestro. Luego, Jesús responde a la mujer señalando los límites
de su misión. El ha sido enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel.
Ante la insistencia de la mujer, Jesús pone una nueva prueba, “no está bien
quitarle el pan a los hijos para echárselo a los cachorros”.
La mujer no se da por vencida ante los
límites que Jesús le presenta, y va respondiendo a cada una de las
«dificultades» que la ponen a prueba: “los cachorros se comen las migajas que
caen de la mesa de sus amos”. La mujer no abandonará su plegaria, llega hasta
el fin. Las palabras de la mujer conmueven a Jesús y reconoce que la fe de esta
mujer, es capaz de liberar a su hija del mal en que ha caído.
Es otro de los casos en que Jesús alaba la
fe de un extranjero, en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se
les podría pedir una fe mayor que a los de fuera.
La fe de esta mujer interpela a los que
somos “de casa”, a los que “estamos adentro” y que, por eso mismo, quizás
estamos autosuficientes y pasivos olvidando la humildad que necesitamos ante
Dios y los demás. Muchas veces, la oración de tantas personas aparentemente
alejadas, que no saben rezar litúrgicamente, pero que lo hacen desde la hondura
de su ser, es más agradable a Dios que muchos cantos y oraciones rutinarias y
satisfechas.
También es admirable la apertura de Jesús,
su audacia para ir más allá de lo que considera razonable, su capacidad para
creer y mostrar un “Dios mayor” y poder escuchar su voz a través de los gritos
de sus criaturas más sufrientes.
Nuestra situación cultural hace la que la
fe se vea retada a superar sus límites tradicionales, a entrar en otros campos
y ámbitos, a responder a muchos gritos que no encuentran respuesta. La
comunidad eclesial imagen de Jesús buen Pastor, es la que sabe escuchar los
gritos de su pueblo.
Es más sencillo cuidar lo que tenemos y
repetir lo que sabemos; pero también es menos fecundo y no sigue la línea
marcada por Jesús. Sin lugar a dudas, los gritos de “los de afuera” que nos
desestabilizan, rompen nuestras formas tradicionales. En la medida que existen
estas voces nos vemos en la obligación de encarnar el Evangelio.
Si no somos capaces de escuchar estas
voces corremos el riesgo de que la fe se convierta en algo cada vez más
irrelevante reservado a unos pocos. Si nos encerramos en nuestras seguridades,
ciertamente estaremos desoyendo los gritos de los muchos hombres y mujeres que
quieren y necesitan tocar a Jesús y sentirse queridos por Él.
Para
discernir
¿Qué actitud asumimos ante los que no son
de los nuestros?
¿El bien que hacemos brota de un deseo
profundo o lo hacemos para sacarnos problemas de encima?
¿Qué miramos primeramente en las acciones
de los demás?
Repitamos a
lo largo de este día
…Creo Señor, pero aumenta mi fe…
Para la lectura espiritual
«Mujer, qué grande es tu fe»
… «No está bien echar a los perros el pan
de los hijos». La mujer recoge estas palabras y dice: « ¡Sí, Señor!». Como si
dijera:… «No pido más que una pequeña migaja de la mesa y de la mano de un amo
generoso que ‘da alimento a todo viviente’ (Sl 135,25). ¡Tú tratas a los judíos
como a hijos; por eso te pido no rehúses dar una migaja a tu pequeña perra
cananea!»
Jesús le dice: « ¡Mujer, que grande es tu
fe!». Riñe a Pedro por su poca fe (Mt 14,31); admira a esta mujer por la
grandeza de la suya. Verdaderamente tiene una gran fe puesto que proclama que
el Verbo hecho carne es el hijo de David, y porque, segura de su poder divino,
confía en el poder que tiene él para devolver la salud a su hija ausente, y
esto, con tan sólo un acto de su voluntad.
También tú, si tu fe es grande, si tu fe
es esta fe viva de la cual vive el justo (Rm 1,17), y no una fe muerta, a la
que le falta el alma, es decir, la caridad, también alcanzarás no sólo la
completa curación de tu hija, es decir, de tu alma, sino que «tendrás poder
para trasladar las montañas» (Mt 17,20)…
Comentario del Evangelio por Julián de Vézelay (hacia
1080-hacia 1160),
monje benedictino – Sermón 17
Para rezar
Señor ayúdame a evangelizar
Señor ayúdame a evangelizar a todas las
personas.
Que nunca me cierre a nadie y atienda a las llamadas que me hacen.
Quiero caminar con ojos abiertos y el corazón en la mano
igual que hicieron Jesús y su Madre.
Confesando mi fe, sin miedo ni vergüenza
Que nunca me cierre a nadie y atienda a las llamadas que me hacen.
Quiero caminar con ojos abiertos y el corazón en la mano
igual que hicieron Jesús y su Madre.
Confesando mi fe, sin miedo ni vergüenza
para predicar tu Palabra,
siendo Testigo tuyo en el mundo.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
siendo Testigo tuyo en el mundo.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
construyendo una Iglesia unida, justa y fraternal.
María Madre de los Apóstoles,
María Madre de los Apóstoles,
enséñame la radicalidad del Evangelio,
para no desfigurar el mensaje de salvación
y un día pueda encontrarme con todos en el
Reino. Amén.
María Eugenia Ochoa Medina – MVP – Colombia
–
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.