14 de septiembre de 2017 – TO – JUEVES DE LA
XXIII SEMANA
La
Exaltación de la Santa Cruz (F)
Sí, Dios amó
tanto al mundo
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9
En el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: « ¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!»
Entonces el Señor envió contra el pueblo
unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos
israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del
Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes.»
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado.»
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado.»
Moisés hizo una serpiente de bronce y la
puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba
hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.:
cf. 7b)
R. No olviden las proezas del Señor.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza. R.
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza. R.
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan
3, 13-17
Jesús dijo a Nicodemo:
Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que
descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en
alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre
sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a
su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.»
Palabra del Señor
Para
reflexionar
Juan utiliza la narración de la serpiente
de bronce, elevada por Moisés en el desierto, como figura que ilustra
proféticamente lo que sucede en la “elevación” del Hijo del Hombre en la cruz.
Hacia ese Jesús elevado en señal de
oprobio, nosotros levantamos nuestros ojos de la fe, porque reconocemos en Él
el amor salvador del Padre y el amor fiel y salvador del Hijo, que ha aceptado
perder la vida, es decir, entregarla al Padre y a todos nosotros.
Las palabras de Jesús a Juan expresan en
forma resumida su misión, que consiste en dar al hombre “vida eterna”, la misma
vida de Dios, y que se concede a los hombres en virtud de su elevación.
El levantamiento de Jesús es a la vez su
muerte en cruz y su glorificación; es fruto del rechazo del mundo y atracción
salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado para morir en manos del mundo
y es elevado para salvar por el Padre; “para que todo el que crea en Él tenga
vida eterna”. Jesús elevado, atrae a todos los hombres; es la luz verdadera que
ilumina a todos.
Jesús no es juicio sino salvación. Dios no
es el que juzga, sino el que salva. La salvación tiene lugar por la fe. En
cambio, “el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del
Hijo único de Dios”. La luz es dada a todos los hombres pero los hombres
prefieren muchas veces las tiniebla a la luz, “porque sus obras son malas”.
El propósito y la voluntad de Dios es la
salvación del mundo, no su condenación. Dios ama al mundo con un amor
incomprensible e inconmensurable. El Dios que revela Jesús no es un Dios a
imagen de los hombres, que se dedica a garantizar el orden en el mundo, ni un
super vigilante del escenario del mundo, ni el custodio del orden moral. Dios
ama, Dios es amor. Sólo Jesús, con sus palabras y sus gestos que lo conducen a
la cruz, puede dejar entrever esto.
El Padre por amor a nosotros nos entrega a
su propio Hijo único en nuestras manos y nosotros entregamos a este Hijo único
de Dios a la muerte. El Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la
solidaridad con los hombres. Jesús sabe que la salvación no le llega al hombre
por la huida de la realidad humana, sino por la identificación hasta el fondo
con ella. Jesús se comportó como un hombre cualquiera. Nada le fue ahorrado de
la común condición humana sino que la asumió hasta la muerte. Esta profunda
comunión con nosotros es lo que hace a Jesús tan entrañable y tan próximo a
cada uno de nosotros.
El Padre no envía al Hijo a la muerte sino
al cumplimiento fiel de su misión de revelar el amor de Dios, su misericordia
sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es una consecuencia de su obrar.
Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre corre este riesgo que no “escatimó″.
Se trata, por tanto, de un claro
predominio del designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el
mundo; de una prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata de un
triunfo de la salvación.
La cruz fue para Cristo la voluntad del
Padre cumplida hasta el extremo, su última palabra y la más elocuente. La cruz
fue para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el mejor servicio a todos
los hombres. Para servir hay que ponerse en la cola, en el último lugar,
descendió el que vino al mundo a servir y no a ser servido. Por eso fue también
la cruz el trono de su exaltación y su gloria.
Para Jesús la cruz no fue un final
desgraciado o inesperado, sino la culminación de su camino. No hay quiebre
entre lo que hizo durante su vida pública y su cruz. Jesucristo llegó a la cruz
precisamente porque era el lugar adonde lo llevaba que decía y hacía. La cruz
de la incomprensión, de la persecución y de la oposición la halló desde el
primer momento, pero no se desvió de su camino. Jesucristo no elige la cruz,
pero tampoco se aparta de su camino aunque éste lleve a la cruz. Es su
fidelidad a la verdad, a su lucha por la justicia, a su entrega a los
marginados y despreciados, a su combate contra todo mal, toda hipocresía. Todo
esto significa para el discípulo la cruz de cada día.
La cruz es camino de vida, lo que no
supone buscar el sufrimiento como si fuera algo bueno, se trata de seguir a
Jesús, en el intento de vivir como Él viviría en este tiempo y en nuestra
realidad concreta. Escoger un camino que sea consecuente con lo que El nos
enseñó: un camino que, sirva a la verdad y no a la mentira, al amor generoso y
no al egoísmo insolidario, a la justicia de cada día y no al aprovecharse de
los débiles.
El discípulo no busca el sufrimiento, pero
no puede huir de la dificultad por construir el reino por más costosa que se
presente. En la cruz, se resuelve toda una historia de amor de Dios por la
humanidad. Y esa historia la realiza Jesús, el crucificado, que por su
solidaridad con la humanidad es glorificado.
En el desierto que nos presenta el mundo,
de nosotros depende levantar el signo de un futuro más fuerte que la muerte. No
se trata de colocar crucifijos por todas partes; se trata de que nosotros
mismos estemos marcados por el amor de tal manera que todo hombre pueda
reconocer el rostro de Cristo y la esperanza de curación. Gracias a todos los
que luchan contra la muerte para que vivan humanamente los minusválidos, los
débiles, los incurables, la muerte retrocede, aunque el hombre sabe
perfectamente que él no ha de ganar la última batalla. Pero la muerte es vencida
cada vez que el amor le impide reinar como dueña.
La cruz de Cristo no debe ser identificada
con todo aquello que en nuestra vida humana hay de limitación y de finitud
natural. Habitualmente hablamos de las cruces de la vida refiriéndonos a
limitaciones humanas, enfermedades, accidentes, mala suerte, que no son sino
avatares y peculiaridades de la vida humana, dimensiones naturales de nuestra
existencia y la cruz de Cristo no tiene nada de natural.
La cruz que exaltamos no son los maderos
cruzados sino el coraje de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor
a las consecuencias a que lo iban a llevar. La exaltación de la cruz es la
exaltación de la fidelidad de Jesús a la causa del Reino. Cruz es el
sufrimiento que se producirá en nuestra vida como consecuencia de seguir a
Jesús y los valores del evangelio.
La fiesta que celebramos tiene que ser
para nosotros la ocasión de hacer memoria, de recordar y proclamar muy alto que
Cristo ha sido exaltado en la cruz y que todos los que son de Cristo no podemos
pretender otra gloria que ésta. Tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo y
no conformarnos a este mundo. Si somos discípulos de Cristo estaremos siempre
con Él en la cruz, en la contradicción.
Los creyentes no vivimos la cruz como
derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Si asumimos esa cruz
inevitable en todo aquel que se esfuerza por ser fiel a su vocación y por
construir un mundo más humano, más habitable, es porque queremos arrancar para
siempre del mundo y de nosotros el mal y el sufrimiento. A una cruz como la de
Jesús, sólo le espera resurrección. Por eso, aunque parezca contradictorio, nos
gozamos y hacemos fiesta contemplando la cruz, por encima de otras exaltaciones
pasajeras y mundanas que nos embotan cada día.
La exaltación de la cruz no es la
exaltación del sufrimiento y del sacrificio, ni la consagración del dolor, sino
revelación cumbre del amor y la posibilidad de transformar el abatimiento en
construcción de vida humana plena. Jesús nos enseña cómo pasar de la muerte a
la vida.
Apostar siempre, aún en medio de las
mayores dificultades, por la vida del hombre y del mundo, es creer en el nombre
del Hijo único de Dios.
Lo que nos hace cristianos es seguir a
Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto.
Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y
vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su
proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
Esto quiere decir que los seguidores de
Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia
donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay
indiferencia y pasividad ante los que sufren. Y esto exige construir
comunidades donde se viva el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus
actitudes.
Para
discernir
¿Busco la verdad a toda costa, sin
acobardarme ante la posibilidad de que me pongan la cruz?
¿Acepto las cruces que la vida me impone?
¿Soy capaz de rebajarme por el bien de
otros?
Repitamos a
lo largo de este día
…Jesucristo es el Señor…
Para la
lectura espiritual
«Cuando sea levantado de la tierra,
atraeré a todos hacia mí»
Hoy es el día de la Exaltación de la Santa Cruz; cruz que merece nuestro amor y a la cual, por nuestro amor, ha sido suspendido el Salvador del mundo entero. Nuestro Señor ha dicho: «Cuando haya sido elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Con estas palabras quiere decir que su deseo más grande es atraer hacia Él nuestros corazones terrenos, poseídos por el amor hacia las cosas de este mundo; quiere atraer hacia Él nuestra sed de gozos y satisfacciones de la tierra. Nuestra alma, bella y orgullosa, retenida por la complacencia en sí misma, por el amor a la satisfacción material de nuestra sensibilidad, quisiera Él atraerla totalmente hacia Sí. Sí, a fin de que Él sea elevado en nosotros y crezca en nuestros corazones. Porque para aquellos que Dios ha sido siempre grande, todas las cosas creadas son pequeñas, y las cosas pequeñas las consideran como si nada fuesen.
La belleza de esta Cruz es Cristo
crucificado elevado de manera inimaginable, muy por encima de todos los santos,
de todos los ángeles, de todos los gozos, delicias y felicidades que todos
juntos poseen. Y puesto que su verdadera mansión se encuentra en lo más alto de
los cielos, quiere habitar en eso que hay en lo más alto de nosotros mismos, es
decir, en nuestro amor y en nuestros sentimientos más elevados, más íntimos,
más delicados. Quiere atraer hacia Él los aspectos más simples de nuestro
espíritu y de nuestra alma en lo que tienen de más eminente, y elevar todo ello
hasta Él. Si logramos que esto sea una realidad en nosotros, Él nos atraerá
hasta su mansión más elevada y la más íntima… Cuanto más ahora yo le dé lo que
es mío, lo que tengo, tanto más Él me dará lo que es suyo.
Juan Taulero – Sermón 58
Para rezar
Nos acercamos a los crucificados
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
y nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.
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