13 de septiembre de 2017 – TO – MIÉRCOLES DE LA XXIII SEMANA
Felices los
pobres de espíritu
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Colosas 3, 1-11
Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo,
busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en
Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes
también aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros
todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los
malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas
provocan la ira de Dios. Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo,
viviendo desordenadamente. Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el
rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras. Tampoco se
engañen los unos a los otros.
Porque ustedes se despojaron del hombre
viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia
el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su
Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso,
bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y
está en todos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 144, 2-3.
10-11. 12-13b (R.: 9a)
R. El Señor es
bueno con todos.
Señor, día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de
alabanza:
su grandeza es insondable! R.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 6, 20-26
Jesús, fijando la mirada en sus
discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les
pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen
hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran,
porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los
odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a
causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día,
porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los
padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya
tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están
satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque
conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De
la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Pablo sigue con su razonamiento a los
cristianos de Colosas. Si son conscientes de que “han resucitado con Cristo”,
deben ser consecuentes y buscar “los bienes de arriba”.
Pero eso no sólo es una realidad futura.
Ya desde ahora se realiza esta unión con el misterio de muerte y resurrección
de Cristo.
Pablo enumera una serie de situaciones
pecaminosas que son las obras de la vieja condición humana: la fornicación, la
codicia, la avaricia, ira, coraje, calumnias y groserías. Algunos de estos
ejemplos apuntan a las costumbres sexuales. Otros, a la caridad fraterna.
Otros, a la avaricia del dinero, que es una idolatría.
Los cristianos, despojados del pecado,
deben “revestirse de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su
creador” y son las obras de Cristo. En las relaciones con los demás se notará
si hemos asimilado el nuevo estilo de los resucitados. En esta nueva condición,
“no hay distinción entre judíos y gentiles, entre esclavos y libres, porque
Cristo está en todos”.
***
Jesús señala dónde está la verdadera
felicidad. Las bienaventuranzas vienen acompañadas por unos lamentos, por
aquellos que se encierran en una vida autosuficiente y egoísta, no aceptando el
mensaje de salvación. Bendiciones y lamentaciones que ponen de manifiesto una
inversión de todos los cálculos y propuestas del mundo. Los hombres creían que
iban a construir su felicidad a base de recetas, pero Dios viene a abrir otra
perspectiva.
Jesús declara bienaventurados a los pobres
de espíritu y, de este modo, coloca la plataforma de todas las demás. El pobre
es capaz de recibir el Reino de Dios como un don. El que es pobre se da cuenta
que el alimento verdadero no está en lo bienes materiales, el poder o la
violencia, sino en la Palabra de Dios, en la justicia y el amor. Quien es pobre
podrá compadecerse ante el sufrimiento del mundo, y buscar caminos de solución.
Quien es pobre sabrá que toda su riqueza es Dios y que, por eso, será
incomprendido y burlado.
La lamentación por los ricos es también el
fundamento de todas las que siguen, porque el rico y autosuficiente, que no
sabe poner sus riquezas al servicio de los demás y se encierra en su egoísmo,
obra él mismo su desgracia.
Con las bienaventuranzas y los lamentos
Jesús presenta los dos caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte.
No hay una tercera posibilidad neutra: quién no va hacia la vida se encamina
hacia la muerte; quién no sigue la luz, vive en las tinieblas.
Las bienaventuranzas marcan el camino del
cristiano porque ha sido el camino del mismo Cristo. Él es el pobre. El es el
abandonado, el condenado injustamente. El recorrió el camino de los hombres y
trazó el camino de la felicidad cuando subió al Gólgota. Locura y escándalo
para los hombres pero, sin embargo, sabiduría y verdad de Dios porque por la
aparente desventura abre el camino a la Pascua.
Para
discernir
¿Creo en la verdad que encierran las
bienaventuranzas?
¿Trato de encarnarlas en mi vida
cotidiana?
¿Apuesto a la felicidad evangélica o me
rebelo a esta propuesta?
Repitamos a
lo largo de este día
…Tu Palabra Señor da luz a mi vida…
Para la
lectura espiritual
«Dichosos los pobres… Dichosos los que lloráis»
«Bienaventurados los pobres.» No todos los
pobres son bienaventurados; porque la pobreza es una cosa neutra: puede haber
pobres buenos y pobres malos…Bienaventurado el pobre que ha clamado al Señor y
ha sido escuchado (Sl 33,7): pobre de faltas, pobre de vicios, el pobre en
quien el príncipe de este mundo nada ha encontrado (Jn 14,30), pobre a
imitación de ese Pobre, el cual, siendo rico se ha hecho pobre por nosotros (2
Co. 8,9). Es por eso que Mateo da una explicación más completa: «Dichosos los
pobres en espíritu», porque el pobre en espíritu no se hincha, no se ensalza en
un pensamiento totalmente humano. Así es la primera bienaventuranza.
[«Bienaventurados los mansos» escribe,
seguidamente, Mateo.] Habiendo dejado todo pecado…, estando contento de mi
simplicidad, desnudo de mal, sólo me falta moderar mi carácter. ¿De qué me
sirve no poseer bienes de este mundo si no soy manso y pacífico? Puesto que
seguir el camino recto quiere decir seguir a aquél que dice: «Aprended de mí
que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29)…
Hecho esto, acuérdate de que eres pecador:
llora tus pecados, llora tus faltas. Está bien que la tercera bienaventuranza
sea para los que lloran sus pecados, porque es la Trinidad la que perdona los
pecados. Purifícate, pues, con tus lágrimas y lávate con tu llanto. Si lloras
por tí mismo, nadie tendrá que llorarte… Cada uno tiene sus muertos por quien
llorar; estamos muertos cuando pecamos… Que el que es pecador llore, pues, por
él mismo y se corrija para llegar a ser justo, porque «el justo se acusa a sí
mismo» (Pr. 18,17).
San Ambrosio – Sobre el evangelio de San Lucas, V,
53-55
Para rezar
Plegaria de las bienaventuranzas
Temo, Señor, una pobreza sin subterfugios,
porque no comprendo la riqueza de la donación…
Miro con recelo toda aflicción,
pero es que no experimento la serenidad del consuelo…
Soy violento, hombre de espada y de golpe bajo,
y así pienso alcanzar un lugar digno en la tierra…
Hambre y sed de justicia me dan pánico;
por eso no me siento saciado, sino vacío…
Soy duro, inmisericorde, intransigente,
y, sin embargo, exijo toda la misericordia para mí…
Por eso te pido pobreza enriquecida.
Te pido aflicción consolada.
Sed y hambre de justicia te pido, para ser saciado.
Te pido ser misericordioso para alcanzar misericordia.
Déjame ser sincero de corazón porque deseo verte.
Te pido valentía para que me persigan por mi fidelidad.
Señor Jesús, Cristo magistral del cerro bienaventurado,
imprime estos “criterios de dicha” en mí.
porque no comprendo la riqueza de la donación…
Miro con recelo toda aflicción,
pero es que no experimento la serenidad del consuelo…
Soy violento, hombre de espada y de golpe bajo,
y así pienso alcanzar un lugar digno en la tierra…
Hambre y sed de justicia me dan pánico;
por eso no me siento saciado, sino vacío…
Soy duro, inmisericorde, intransigente,
y, sin embargo, exijo toda la misericordia para mí…
Por eso te pido pobreza enriquecida.
Te pido aflicción consolada.
Sed y hambre de justicia te pido, para ser saciado.
Te pido ser misericordioso para alcanzar misericordia.
Déjame ser sincero de corazón porque deseo verte.
Te pido valentía para que me persigan por mi fidelidad.
Señor Jesús, Cristo magistral del cerro bienaventurado,
imprime estos “criterios de dicha” en mí.
Norberto
Alcover s.j.
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