19 de septiembre de 2017



Unos Momentos con Jesús y María

Lecturas del 19-9-17 (Martes de la Semana 24)

SANTORAL: San Genaro

«Joven, yo te lo ordeno, levántate»

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 12, 12-14. 27-31a

Hermanos:
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos.
Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos.

Palabra de Dios.


SALMO Sal 99, 1-2. 3. 4. 5 (R.: 3c)

R. Nosotros somos su pueblo
 y ovejas de su rebaño.

 Aclame al Señor toda la tierra,
 sirvan al Señor con alegría,
 lleguen hasta él con cantos jubilosos.  R.

 Reconozcan que el Señor es Dios:
 él nos hizo y a él pertenecemos;
 somos su pueblo y ovejas de su rebaño.  R.

 Entren por sus puertas dando gracias,
 entren en sus atrios con himnos de alabanza,
 alaben al Señor y bendigan su Nombre.  R.

 ¡Qué bueno es el Señor!
 Su misericordia permanece para siempre,
 y su fidelidad por todas las generaciones.  R.


X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 11-17

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores.» Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate.»
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo.»
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor.


  
Reflexión 
Jesús se encuentra en su camino con una pobre madre, viuda, que ha perdido su único hijo.  La madre lloraba su hijo muerto y Jesús comparte el sufrimiento de aquella pobre mujer.  El Señor no pasa de largo, insensible de los dolores de los hombres. Podía haber esperado una llamada o una petición.
Pero ni se va ni espera.
Toma la iniciativa, movido por la aflicción de la viuda.
Muchas veces el Evangelio nos relata escenas en que el Señor hace de la misericordia uno de los temas principales de su predicación. Son muchos los pasos de las enseñanzas de Jesús que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo.
Jesús permanentemente nos enseña con su ejemplo  la manera de comportarnos con nuestro prójimo, y particularmente, con nuestro prójimo que sufre.
Pidamos al Señor que nos dé un alma grande, llena de comprensión, para sufrir con el que sufre, alegrarnos con quienes se alegran..., procurar evitar ese sufrimiento si nos es posible, y sostener y promover la alegría allí donde se desarrolla nuestra vida.
Nuestra actitud comprensiva la debemos practicar en primer lugar con los que a diario tratamos, y con aquellos que están más necesitados. Es difícil declarar una compasión por aquellos que están más lejanos, si pasamos de largo las muchas oportunidades que se presentan cada día de ejercitar la justicia y el amor con aquellos que pertenecen a nuestra familia o trabajan junto a nosotros.
Y lo mismo que nuestro amor a Dios no debe reducirse a un sentimiento, sino que nos lleva a obras que manifiesten ese amor, así también nuestro amor al prójimo debe ser un amor eficaz.
San Juan nos dice: No amemos de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad.
Y esas obras de amor, ese servicio a nuestro prójimo, tiene también un orden preciso.
Ya que el amor lleva a desear y buscar el bien de quien se ama, primero debemos buscar la unión de los demás con Dios, pues este es el máximo bien.
Pero además de procurar los bienes espirituales para nuestro prójimo, todos los cristianos tenemos el grave compromiso de promover un orden social más justo, pues la caridad se refiere también a buscar el bien material de todos los hombres.
El mismo Jesús valorizó la caridad en la atención de las necesidades materiales de los necesitados cuando dijo: venid, benditos de mi Padre... porque tuve hambre y me distes de comer, .. tuve sed y me distes de beber.
Los cristianos sabemos bien que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los más necesitados. Nuestra preocupación y auxilio constante y generoso a los enfermos, a los pobres, a los niños y adultos que sufren hambre de verdad, constituye siempre un encuentro con el Señor.
Pidamos a Jesús, El que se conmovió ante los sufrimientos de la viuda de Naím, que jamás permanezcamos pasivos ante la necesidad o el dolor de nuestros hermanos.

Estos que van vestidos
de blancas vestiduras,
¿quiénes son, y de dónde han venido?

Todos estos que ciñen llameantes laureles
han venido del fondo de la tribulación.
Todos estos lavaron sus vestidos de boda
en los ríos de sangre del Cordero de Dios.

Estos que van vestidos
de blancas vestiduras,
¿quiénes son, y de dónde han venido?

Son las gentes con hambre que jamás tendrán hambre,
los sedientos que nunca sentirán ya la sed.
Los abreva el Cordero con el agua de vida;
los asume en su muerte; resucitan con él.

Estos que van vestidos
de blancas vestiduras,
¿quiénes son, y de dónde han venido?

Han venido del llanto para ser consolados;
han salido del fuego y han buscado el frescor.
El Señor les enjuga con sus manos las lágrimas,
con sus manos les guarda contra el fuego del sol.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Por los siglos. Amén. 

Himno de la Liturgia de las Horas



 


SANTORAL: San Genaro
San Yanuario, llamado Jenaro por los italianos y españoles, fue obispo de Benevento, ciudad de Campania. Le tocó vivir en tiempo de los emperadores Diocleciano y Maximiano, durante la última persecución contra el cristianismo.
El nombre de este santo, en sus diversas formas, viene del latín y significa "enero" .
Sosio, santo confesor, se encontraba en la cárcel, víctima de los perseguidores, y recibía la visita de Jenaro, quien lo animaba con sus palabras. Enterada el gobernador Timoteo, lo llamó a su presencia.
Debes adorar a los dioses – le dijo.
Y por respuesta escuchó:
Mi único Dios es Jesucristo.
Te encarcelaré con tu amigo Sosio – replicó el gobernador.
Pero no fue únicamente el presidio lo que ordenó, sino que lo sometió a diversas torturas. Mientras tanto, en la cárcel lo visitaron sus dos amigos Festo y Desiderio, quienes fueron apresados y cargados de cadenas. El gobernador los obligó a que caminaran delante de su carroza hasta la ciudad de Pozzuoli, para ser echados a las fieras.
Al día siguiente, la población se aprestó para el espectáculo. En el anfiteatro esperaban leones, tigres y osos, a los que durante varios días se había privado de alimentos. La leyenda dice que Jenaro y sus acompañantes fueron respetados por las fieras. Y en el anfiteatro se levantó un clamor: "No hay otro Dios que el de los crístianos". Temió el gobernador una sedición contra él y mandó que en la plaza pública los degollasen. Como era costumbre entonces, los cristianos recogieron un poco de la sangre de los mártires y la pusieron en ampollas o frascos de vidrio, a fin de colocarlos en sus respectivas tumbas. Era el año 305.
Trasladaron los sagrados cuerpos a diversas partes. El de Jenaro, habiendo estado primero en Benevento y después en el monasterio llamado Monte de la Virgen, el papa Alejando VI en 1497 lo hizo trasladar a Nápoles. Está en la iglesia catedral, donde es reverenciado con gran devoción por toda la ciudad, que lo tiene por patrono, y a cuyos habitantes libró de una temible peste en 1527, y de dos catastróficas erupciones del Vesubio, en 1631 y 1884, respectivamente.
Las reliquias de san Jenaro obran un prodigio que es perpetuo y famoso en el mundo entero. Están en la catedral de Nápoles la cabeza del santo y, aparte, la ampolla de vidrio llena de la sangre cuajada o seca del mismo, y juntándola con la cabeza, o poniéndola delante de ella, comienza la sangre a licuarse hasta que hierve, cambiando de color, volumen y peso. Este fenómeno tiene cada año por testigos a toda clase de personas, que llegan desde los más distintos lugares.
Otras celebraciones de hoy: Santos: Elías, Teodoro, obispos; Festo, Sosio, Próculo, diáconos; Desiderio, Félix, Constancia, Eustoquio, Acucio, Trófimo, Sabacio, Dorimedonte, Pomposa, mártires; María de Cervellón, Emilia María Guillermina Rodat, fundadora de las HH. de la Sagrada Familia. 

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