19 de octubre de 2017 – TO – JUEVES
DE LA XXVIII SEMANA
No han entrado
y se lo impiden a los demás
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Roma 3, 21-30a
Hermanos:
Ahora, sin la Ley, se ha manifestado la
justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas: la justicia de Dios,
por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna
distinción: todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son
justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en
Cristo Jesús. El fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su
propia sangre, gracias a la fe. De esa manera, Dios ha querido mostrar su
justicia: en el tiempo de la paciencia divina, pasando por alto los pecados
cometidos anteriormente, y en el tiempo presente, siendo justo y justificando a
los que creen en Jesús.
¿Qué derecho hay entonces para gloriarse?
Ninguno. Pero, ¿en virtud de qué ley se excluye ese derecho? ¿Por la ley de las
obras? No, sino por la ley de la fe. Porque nosotros estimamos que el hombre es
justificado por la fe, sin las obras de la Ley.
¿Acaso Dios es solamente el Dios de los
judíos? ¿No lo es también de los paganos? Evidentemente que sí, porque no hay
más que un solo Dios.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 129,
1-2. 3-4b. 5-6b (R.: 7)
R. En el Señor se
encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿Quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 11, 47-54
Dijo el Señor:
« ¡Ay de ustedes, que construyen los
sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se
convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y
ustedes les construyen sepulcros.
Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo
les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos. Así
se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha
sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la
sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les
aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.
¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque
se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que
quieren entrar, se lo impiden.»
Cuando Jesús salió de allí, los escribas y
los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y
tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Pablo termina de pintar el cuadro
pesimista de la humanidad entregada a sí misma e imposibilitada de alcanzar la
salvación iniciando la parte positiva de su carta: la revelación de la
salvación en Jesucristo.
Seguramente en la comunidad de Roma se
daba alguna clase de tensión entre los que procedían del judaísmo y los del
paganismo. Los judíos tenían el peligro de creer que merecían la salvación. La
tesis que va repitiendo Pablo es que todos somos pecadores y todos somos
salvados gratuitamente. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a
todos los que creen. Todos han pecado y a todos les ofrece Dios su salvación
“gratuitamente, por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús”. Dios ha
tenido paciencia con unos y con otros.
La justicia de Dios es un acontecimiento.
Ya en el Antiguo Testamento la justicia de Dios designaba no tanto su juicio
sobre los buenos y los malos como su fidelidad a la Alianza, y su preocupación
porque ésta triunfe, aunque sea por misericordia y perdón.
Pero “ahora la justicia se ha manifestado
definitivamente en Cristo en la cruz” y más especialmente en la redención
llevaba a cabo en esa cruz. Dios rescata al hombre de la muerte misma,
proporcionándole en la comunión con Cristo resucitado, la posibilidad de vencer
al pecado. La justicia de Dios es ese acto de Dios que lleva al hombre a la
superación de sí mismo, de sus límites y de sus alienaciones, de su pecado y de
su muerte.
Esta “redención” o esa “expiación” se
realiza de manera absolutamente gratuita. Eso es lo que explica Pablo al oponer
las obras de la ley a la sola fe. Jesús se ha convertido en fuente de salvación
para toda la humanidad. Su sangre derramada por nosotros se ha convertido para
nosotros en instrumento de perdón.
Es Jesús quien nos salva y no nosotros.
Nuestra parte consiste en estar en comunión con Él, vivir de Él, creer en Él.
La cruz de Jesús es a la vez la revelación de la inmensidad y de la gravedad
del pecado de la humanidad toda, pero también es la revelación de la inmensidad
del amor de Dios.
Así, mediante la fe en Cristo se ha
abierto el camino que nos conduce a la unión con Dios; y a ese camino no sólo
tienen acceso los judíos, sino todos, incluso los paganos.
***
Desde antiguo, por boca de los profetas
Dios había mostrado su rechazo a quienes en su nombre, en medio del pueblo de
la Alianza, promovían la injusticia, desdibujando el auténtico rostro de Dios.
Muchos pastores, dirigentes del pueblo y falsos profetas con sus actitudes, sus
normas y preceptos humanos contradecían la bondad y la justicia de Dios.
La misión de los profetas en su tiempo
consistía en enfrentarlos y desenmascararlos públicamente. Siempre la profecía
estuvo marcada por su incomodidad; para el que recibe el don, por la violencia
interna que le causa; y para los interlocutores porque se sienten interpelados.
Por eso, frecuentemente, los
contemporáneos del profeta pretenden condenarlo al silencio, lo calumnian, lo
desacreditan, así hasta que muere. Llega entonces el momento de erigirle el
sepulcro y de organizarle homenajes, cuando ya no molesta.
Jesús les echa en cara esta actitud
hipócrita y siguiendo la línea profética, en el marco de una cena en casa de un
fariseo, descubre y maldice a todos aquellos que se empeñan en hacer de Dios,
un objeto que se puede manipular a conveniencia. Los mismos que condenaban la
idolatría, llevaban a los hombres de buena fe a adorar un Dios que no era el
verdadero.
Jesús critica de modo frontal la corriente
de los fariseos y legistas que han puesto la ley como único absoluto. No se
puede hacer de la norma un absoluto, sin correr el riesgo de deformar el
auténtico rostro del Dios de la justicia y la misericordia. Tampoco se puede
poner la ley por encima del hombre sin hacer de él, un ser deshumanizado y
deshumanizante.
Hay una radical incompatibilidad entre el
modo de encarar la vida y la fe de Jesús y la práctica farisea. Para Jesús
caminar en la fe, es vivir desde el amor, que lleva a la libertad. Vivir la fe
es dar espacio y cabida para todos, sin hacer distinción de personas. Los
fariseos viven una práctica de sometimiento y apegados a las normas, excluyen y
desprecian a la mayoría, por incumplidores de unas leyes que ellos mismos
inventaron.
Jesús pone de manifiesto su rechazo, al uso
que hacen del nombre de Dios, y a la imagen falseada y extraña que transmiten.
El Dios Santo es también presentado intransigente, intolerante, vengativo,
implacable contra quien quebranta el más mínimo precepto.
La tentación del fariseísmo está siempre latente
y muchas veces nos encontramos involucrados en actitudes propias de estos
hombres, justificando en las normas y preceptos nuestras omisiones, o
acomodando el evangelio a nuestra conveniencia.
Por eso este mensaje es también dirigido a
todos los hombres y mujeres, que pretenden acaparar la verdad y sujetar el
amor, cerrándose al evangelio de la justicia y del derecho de los más pobres.
El mensaje es también dirigido a todos los
miembros de la Iglesia, dado que la verdad de Jesús, está condicionada por los
seres humanos que la anunciamos, y sin un discernimiento serio y constante
podemos pasar de mediadores a manipuladores.
“No hay cosa más peligrosa que juzgar las
cosas de Dios con los discursos humanos”. San Juan Crisóstomo
Para
discernir
¿Nos sentimos propietarios de la verdad?
¿Exigimos lo que no vivimos?
¿Nos creemos los únicos que tenemos razón
en todas las discusiones?
Repitamos a
lo largo de este día
…Tu amor Señor permanece para siempre…
Para la
lectura espiritual
…”Qué significa «antes de la creación del
mundo»? Significa que todavía no había nada: no existía el cielo, no existía la
tierra y tampoco existía yo. Pero existía él, que pensaba ya en mí y me
envolvía con su amor. Pensó en mí desde siempre y me amó desde siempre: el amor
de Dios por mí es eterno. Es un pensamiento que da vértigo. No había todavía
nada, pero existía ya, en el origen primigenio de las cosas, una ternura
infinita que me envolvía: ahora se complace en mí, porque al verme ve a su Hijo
y dice: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Al principio no
había nada y él amó esta nada. Es esta nada la que fundamenta la gratuidad de
su amor. El Señor me amó por nada, sin porqué. Lo ha dicho de una manera
estupenda santo Tomás: «La raíz última del amor de Dios está en su gratuidad».
Me ama por nada. Esto va unido a otro principio enunciado también por santo
Tomás: «No me ama porque yo sea bueno, sino que me hace bueno al amarme». Es
ésta una certeza que da a nuestro corazón una gran paz y una gran fuerza. Si
Dios me amara por algo, siempre podría pensar que, si este algo dejara de
existir, dejaría de amarme. Sin embargo, los cielos y la tierra pueden
hundirse, pero no así el amor de Dios, nunca. Es un amor que no se rinde nunca,
ya que está fundado sobre la nada. El amor de Dios no supone nada en mí y me
transforma. La santidad depende por completo del creer que somos amados de este
modo y de nuestro abandono a este amor. Yo soy una pobre y frágil criatura, soy
nada, pero sobre esta nada se posa la mirada de Dios, se posa su amor. Y la
nada florece ante él porque su amor realiza en mí maravillas. Es un amor
omnipotente, que se derrama sobre el abismo de mi miseria y realiza grandes
cosas”…
M. Magrassi, Amar con el corazón de Dios, Cinisello B.
1983.
Para rezar
Te confieso, Señor,
que mis conocimientos teóricos
sobre ti van aumentando,
pero mis actitudes no se parecen más a las tuyas.
No es que todo me sea indiferente,
pero me comprometo poco por ti.
Sé perfectamente que Tú
no me examinarás de teoría,
sino de amor solidario;
sin embargo, no termino de arrancar.
Confío en que las actividades
de mis hermanos en la fe y,
sobre todo, sentirte cercano
me ayuden a salir de esta situación.
¡Señor, que no quede todo en una idea más!
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