20 de octubre de 2017



Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma    4, 1-8

Hermanos:
¿Y qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? Si él hubiera sido justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios. Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación.
Ahora bien, al que trabaja no se le da el salario como un regalo, sino como algo que se le debe. Pero al que no hace nada, sino que cree en aquel que justifica al impío, se le tiene en cuenta la fe para su justificación. Por eso David proclama la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia sin las obras, diciendo:
Felices aquellos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido cubiertos. Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su pecado. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 31, 1-2. 5. 11 (R.: cf. 7) 
R.    Señor, tú eres mi refugio y me colmas con la alegría de la salvación.

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez! R.

Yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: « Confesaré mis faltas al Señor.»
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.

¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    12, 1-7

Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.
A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Pablo tomará ejemplo de la vida de Abraham. El es el padre de todo el pueblo judío, pero tampoco él, fue justificado «por sus buenas obras» sino «por la fe».
No por sus méritos previos. Porque su elección había sido totalmente gratuita por parte del Dios que lo eligió misteriosamente a él. Esto Pablo lo recuerda de modo especial a los cristianos de Roma provenientes del judaísmo, propensos a sentir un santo orgullo por su pertenencia a la raza de Abrahán.
Cuando Dios eligió a Abrahán y le dio la misión de ser cabeza de su pueblo no podía presentar ante Dios “las obras” que realizaba, perteneciendo a un pueblo idólatra. Pero aceptar el plan que se le propone es lo que lo hizo agradable a Dios. “Su fe le fue computada como justicia”.
Tanto puede ser heredero de Abrahán, y agradar a Dios, un judío convertido como un pagano que acepta la fe. San Pablo establece la unidad teológica de las dos Alianzas. Ya en la antigua Alianza era la fe la que salvaba. La salvación no nos es debida. No es algo merecido, como lo es un salario. Delante de Dios no hay «derechos adquiridos».
Dios es el que hace del impío un hombre justo; aquel que salva. Esto no significa que hay que permanecer pasivos en la fe, la fe moviliza al hombre entero y lo lleva a la vida apoyada y realizada en el amor; pero con la convicción profunda que todo es gracia.
La salvación es un don gratuito de Dios. Aquel que la recibe, creyéndole a Dios y confiando en Él para seguir su planes de salvación, es justificado, no por las obras personales, no por el cumplimiento de la Ley, sino por pura gracia de Dios. Esta perspectiva expresada por San Pablo abre los ojos de toda la humanidad para que acepte que Dios quiere salvar a todos, sin excepción; y que, por tanto, hemos de procurar creer que Dios no se ha equivocado al darnos como único camino de salvación, que nos conduce a Él, a Cristo Jesús.
***
Lucas nos dice que Jesús rodeado de la multitud que lo sigue se dirige en primer lugar a sus discípulos para advertirlos de la levadura de los fariseos. Jesús aquí está hablando de una actitud externa de justicia, sabiduría, observancia de la ley; que no está respaldada por el amor, la misericordia, la justicia y el respeto por la dignidad de la persona humana.
Jesús está convencido que para muchos será difícil dejar de lado las exigencias legalistas con las que han crecido y vivido hasta su llegada. Muchos temen abandonar ciertos criterios y prácticas religiosas pensando que Dios los va a desechar.
La hipocresía es el pecado típico del fariseo y Jesús teme que esa “mala levadura” se filtre en la nueva comunidad; por eso invita a los discípulos a estar atentos y a cuidar sus corazones. Con fuerza y con paciencia los irá llevando desde el cumplimiento de ritos externos hacia lo central, lo fundamental de la vida del creyente: el amor y la misericordia de Dios, que no necesita absolutamente de nuestros cumplimientos ni los exige so pena de castigo.
El discípulo de Jesús debe proceder sin disimulo, sin doblez, sin mentira. Su conducta debe ser siempre franca, como quien obra a la luz del día, como en plena plaza. Toda su acción, toda palabra suya será un día testimonio público.
La libertad de Jesús frente a la ley, frente al legalismo y fariseísmo de su tiempo deben incorporarse en el comportamiento de los que lo siguen para ser verdaderos discípulos suyos.
Para que sean libres, Jesús insiste en que no deben tener miedo de nadie ni de nada. Si tenemos miedo, ya estamos atrapados. Lo dice, cuando está cercado por sus adversarios que no lo pueden atrapar por dentro porque su corazón sólo pertenece al Padre.
Temamos más bien al mismo Dios, ante quien no podemos proceder con hipocresías; pero no con ese temor servil que actúa solamente por evitar el castigo, sino con ese temor santo de quien sabiéndose amado por Dios, le corresponde amorosa y fielmente.
Dios conoce hasta lo más profundo del ser del hombre, y a pesar de todo, lo llama a trabajar por su Reino. Será necesario afrontar todos los riesgos y consecuencias que trae ese anuncio. No hay que temer a quienes al rechazar a los enviados de Dios, que trabajan por su Reino, intenten hacerlos desaparecer o atraparlos con toda clase de seducciones, pues, finalmente, la vida pertenece a Dios.
Dios jamás se olvida de nosotros. A pesar de nuestros pecados e infidelidades, Él siempre vuelve su mirada compasiva y nos contempla con gran amor. Prueba de ello es su propio Hijo que, hecho uno de nosotros, dio su vida por nosotros en un amor que llegó hasta el extremo. “Dado que aquí no puedes elegir el no morir, mientras vives elige el no morir eternamente». San Agustín

Para discernir

¿Somos verdaderamente aquello que mostramos?
¿Tememos a Dios o lo amamos?
¿Qué lugar ocupa el cumplimiento en mi vida de fe?

Repitamos a lo largo de este día

…No temo Señor, te sigo…

Para la lectura espiritual

…”Debemos darnos cuenta de que nosotros «somos la gloria de Dios». Leemos en el libro del Génesis: «Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente» (Gn 2,7). Nosotros vivimos porque participamos de la respiración de Dios, de la vida de Dios, de la gloria de Dios. La cuestión no es tanto la de «cómo vivir para la gloria de Dios», como la de «cómo vivir lo que somos, cómo realizar nuestro ser más profundo».
Tú eres el lugar donde Dios ha elegido habitar, tú eres el tópos tú theú (el «lugar de Dios»), y la vida espiritual no es otra cosa que permitir la existencia de ese espacio donde Dios pueda morar, crear el espacio donde pueda manifestarse su gloria. Cuando medites, pregúntate a ti mismo: « ¿Dónde está la gloria de Dios? Si la gloria de Dios no está aquí donde yo estoy, ¿en qué otra parte puede estar?».
Naturalmente, todo esto es más que una intuición, más que una idea, más que un modo de ver las cosas y, por consiguiente, es más tema de meditación que de estudio. Pero apenas empieces a «darte cuenta», de un modo íntimo y personalísimo, de que eres verdaderamente la gloria de Dios, todo se volverá diferente y tu vida llegará a un viraje decisivo. Entonces, por ejemplo, esas pasiones que parecían tan reales, más reales que el mismo Dios, revelarán su naturaleza ilusoria y, en cierto sentido, se disiparán”… 
H. J. M. Nouwen, He escuchado el silencio, Brescia 101998.

Para rezar

Quiero seguirte, Señor

A pesar de las incomprensiones de los demás.
A pesar de mis momentos débiles.
A pesar de las horas de cansancio.
Quiero ser dichoso con los que te siguen
con corazón sencillo.
Con los pobres que sienten necesidad de Ti.
Con los que sufren en su caminar por la vida.
Con los que trabajan por implantar la justicia.
Con los de corazón puro.
Con los que llevan consigo la paz y la transmiten
Quiero seguirte Señor…


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