19 de diciembre de 2017 – ADVIENTO – 19 DE DICIEMBRE
No temas tu
súplica ha sido escuchada
Lectura del libro de los
Jueces 13, 2-7. 24-25a
Había un hombre de Sorá, del clan de los
danitas, que se llamaba Manóaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos.
El Ángel del Señor se apareció a la mujer
y le dijo: «Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a dar
a luz un hijo. Ahora, deja de beber vino o cualquier bebida fermentada, y no
comas nada impuro. Porque concebirás y darás a luz un hijo. La navaja nunca
pasará por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno
materno. El comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos.»
La mujer fue a decir a su marido: «Un
hombre de Dios ha venido a verme. Su aspecto era tan imponente, que parecía un
ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era, ni él me dio a conocer su
nombre. Pero me dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo. En adelante, no bebas
vino ni bebida fermentada, ni comas nada impuro, porque el niño estará
consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.”»
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó
Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a
actuar sobre él.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 70, 3-4a.
5-6ab. 16-17 (R.: cf. 8ab)
R. Mi boca proclama
tu alabanza y anuncia tu gloria.
Sé para mí una roca protectora, Señor,
tú que decidiste venir siempre en mi
ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
Líbrame, Dios mío, de las manos del impío.
R.
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi
madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.
R.
Vendré a celebrar las proezas del Señor,
evocaré tu justicia, que es sólo tuya.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi
juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había
un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer,
llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios
y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad
avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y
Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte,
según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el
incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras
se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Ángel del
Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó
desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, Zacarías; tu
súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás
Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de
su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni
bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y
hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el
espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y
atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un
Pueblo bien dispuesto.»
Pero Zacarías dijo al Ángel: « ¿Cómo puedo
estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada.»
El Ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el
que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta
buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan
estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido
tiempo.»
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando
a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando
salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión
en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en
el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y
permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: «Esto es lo que el Señor
ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Muerto Josué, la situación de las tribus
israelitas en la tierra prometida no fue siempre tranquila. Los filisteos
acosaban mucho a las tribus del sur. Dios quiso suscitar a un hombre para que
defienda a su pueblo frente a los filisteos. El ángel de Dios se aparece a la
mujer de Manoaj, que era estéril, anunciándole un hijo. Este tendrá un don
especial de Dios y tendrá que ser consagrado por el nazareato, llevar una vida
de consagración que implicaba ciertas privaciones.
Dios escoge a una mujer estéril para ser
madre del que será defensor de su pueblo. De este modo quiere mostrar su bondad
y omnipotencia llevando a cabo su plan salvador a través de lo humanamente
inservible.
El anuncio del nacimiento de Sansón tiene
muchos puntos en común con otras anunciaciones del Antiguo y Nuevo Testamento,
con la de Isaac, con la de Samuel, con la de Juan Bautista y hasta con la de
Jesús. Todos son hijos «dados por Dios». En todas aparecen dos aspectos
sobresalientes: el nacimiento del muchacho se debe a una decisión divina ya que
su madre era estéril y que el muchacho que nacerá, consagrado a Dios, tendrá
una misión importante dentro del pueblo escogido.
***
En el evangelio tenemos otra anunciación
que se debe a la fuerza exclusiva de Dios: la de Juan el Bautista. También:
Isabel, la madre, era estéril, y los dos, también Zacarías, el padre, eran de
edad avanzada. La vocación de Juan Bautista “que será grande a los ojos del
Señor”, no surge por generación espontánea; está preparada en el corazón y la
vida de sus padres, que “eran justos a los ojos de Dios”.
La esterilidad en ambos relatos, es como
un signo de ausencia de bendición; permiten demostrar como Dios interviene
maravillosamente en la historia.
La historia es el lugar desde el cual Dios
actúa y salva, pero desde los pobres, desde lo que aparentemente o realmente se
muestra como estéril, como incapaz de nada grande, como impotente de cualquier
acción y decisión. Y es desde allí, justamente desde lo que no es, desde donde
Dios actúa, crea, y salva.
Hoy también quiere salvarnos, pero
necesita de nuestra humilde confianza y disponibilidad. No es bueno fiarnos de
nuestras propias fuerzas; ni de las físicas como las de Sansón, ni de las
intelectuales o espirituales. Cuando Sansón se independizó de Dios, perdió su
fuerza; sin embargo, el Bautista nunca se creyó el Salvador, sino sólo la voz
que anuncia su cercanía.
Dios puede hacer brotar la salvación de un
tronco seco o, de un matrimonio estéril o, de una persona sin cultura. Cuando
se asoma algún brote de nueva vida inesperada o no calculada, siempre aparece
la incredulidad. La novedad suele casi siempre tener opositores. A veces se
hace en nombre de la experiencia, pero en el fondo, es en nombre de una
tremenda soberbia, según la cual sólo lo que nace de mí y puedo manejar, es
bueno y no lo que nace de los demás.
Cuando Dios se compadece, sólo la fe puede
descubrirlo y animarse a la acción de gracias, a la alabanza y al anuncio;
mientras que la incredulidad, nos reduce al silencio en el cual todo pierde su
nombre y valor.
Como Dios se fijó en aquella buena mujer
israelita estéril y en aquel buen matrimonio de ancianos, y sus hijos fueron
decisivos para la historia de Israel; así pone su mirada en nosotros y nos
llama a ser sus colaboradores en la gracia salvadora, que en esta Navidad,
quiere derramar sobre todos los hombres.
Descubramos aquello que ya creíamos seco,
sin vida, y pidamos confiadamente que por la gracia del Señor que viene, se
transformen en camino de salvación.
Para discernir
¿Hay cosas de mi vida en las que creo que
ya se ha dicho la última palabra?
¿Creo posible para Dios lo humanamente
imposible para mí?
¿Me abandono con confianza en las manos de
Dios providente?
Repitamos a lo largo de este día
…Que se haga en mí Señor tu voluntad…
Para la lectura espiritual
San José, modelo de escucha
…”El silencio de san José es un silencio
impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en una actitud de
disponibilidad total a las voluntades divinas. En otras palabras, el silencio
de san José no manifiesta un vacío interior, sino por el contrario, una
plenitud de fe que lleva en su corazón, y guía cada uno de sus pensamientos y
cada una de sus acciones. Un silencio gracias al cual José, al unísono con María,
conserva la Palabra de Dios, conocida a través de las Santas Escrituras,
confrontándolas permanentemente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un
silencio entretejido de oración continua, de bendición del Señor, de adoración
de su voluntad y de confianza absoluta en su providencia.
¡Dejémonos «contaminar» por el silencio de
san José! Tenemos necesidad de ello en un mundo a menudo tan ruidoso que no
favorece en absoluto el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este
tiempo de preparación a la Navidad, cultivemos el recogimiento interior, para
acoger y conservar a Jesús en nuestra vida”…
Papa Benedicto XVI
Papa Benedicto XVI
Para rezar
Ven Señor Jesús
Ven Señor Jesús,
regalanos tu palabra
y ayudanos a comprender como nuestra vida
es un proyecto de tu amor.
Ven Señor Jesús,
reanima nuestro corazón cansado y decepcionado
para renazca,
a un renovado deseo de amor por todos los hombres.
Ven Señor Jesús,
para que la fe nos dé una mirada nueva
y podamos contar tus maravillas,
que transforman nuestras debilidades y pobrezas,
en caminos ciertos de salvación.
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