22 de diciembre de 2017 – ADVIENTO – 22 DE DICIEMBRE
Dios miró con
bondad mi pequeñez
Lectura del primer libro de
Samuel 1, 19b-20.24-28
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con
ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre
de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: «Perdón, señor mío; ¡por tu
vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al
Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le
pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él: para toda su vida queda cedido al
Señor.»
Después se postraron delante del Señor.
Palabra de Dios.
SALMO 1 Sam 2, 1.
4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. 1a)
R. Mi corazón se
regocija en el Señor, mi salvador.
Mi corazón se regocija en el Señor,
tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque tu salvación me ha llenado de
alegría. R.
El arco de los valientes se ha quebrado,
y los vacilantes se ciñen de vigor;
los satisfechos se contratan por un pedazo
de pan,
y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces,
y la madre de muchos hijos se marchita. R.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el Abismo y levanta de él.
El Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla y también enaltece. R.
El levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes
y darles en herencia un trono de gloria.
R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 1, 46-55
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad
la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es
santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos
que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de
corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de
bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió
a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido
a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»
María permaneció con Isabel unos tres
meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Dios no olvida. Tiene buena memoria. Es
fiel. Mantiene su palabra y cumple sus promesas. Ana, la esposa de Elcaná,
avergonzada por su esterilidad, había pedido insistentemente en su oración
poder superar esta afrenta. Vuelve al templo a dar gracias a Dios por haber
sido escuchada, y consagró a Dios a su hijo, el pequeño Samuel que será
importante en la historia de Israel. Su cántico contiene exactamente los mismos
temas que el “Magnificat” de María que se lee en este día.
La maternidad excepcional de esa mujer,
hasta ahora, estéril, anuncia también por adelantado las dos maternidades
excepcionales de Isabel y de María.
También María, en casa de Isabel, después
de escuchar las alabanzas de su prima, prorrumpe en un cántico agradecido por
lo que Dios ha hecho en ella, y sobre todo por lo que sigue haciendo por
Israel, con el que está plenamente solidarizada.
***
El cántico de María tiende un puente entre
el Antiguo Testamento como tiempo de la espera, y el Nuevo Testamento como el
tiempo de la realización. María aparece aquí como la voz que proclama el cambio
ya empezado con la venida del Salvador.
En el Magnificat de María resuena el
clamor de los humillados y oprimidos de todos los tiempos, de los sometidos y
desheredados de la tierra, pero al mismo tiempo se hace eco del cambio profundo
que va a producirse en las entrañas de la historia: Dios ha intervenido ya
personalmente y ha apostado a favor de los pobres. Los “anawim”, los pobres son
los preferidos por Dios.
La “pobreza” es una disposición esencial
del corazón para el encuentro con la salvación que Dios viene a ofrecer. Una
copa llena no puede llenarse. Hay que estar vacío de sí mismo para recibir a
Dios. El hombre satisfecho, el que todo lo alcanza, no tiene nada que esperar.
En boca de María, aparece la gran
liberación que Dios ha llevado a cabo en Israel y que se propone extender a
toda la humanidad. María proclama la grandeza de Dios por el cambio personal
que ha experimentado, y se alegra porque se ha fijado en la situación
humillante de su pueblo, y ha venido a salvarlo. Lo alaba porque “dispersa a
los soberbios, derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a
los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
Las santas mujeres, protagonistas de este
día, se hacen nuestras maestras en la oración esperanzada. Ellas dan gracias:
por el pan, por los hijos, por la intervención de Dios a favor de los pobres y
humildes, por una vida más justa, por el cumplimiento de las promesas, por la
posibilidad de mirar el futuro con esperanza y en actitud confiada, por la
salvación total, la dignidad, el alma, los sueños, las necesidades más vitales
e inmediatas, pero también las más escondidas; no por eso menos importantes;
como encontrar el sentido de la vida en el amor dado y compartido teniendo la
seguridad de que el amor no muere nunca.
Jesús, con su clara opción preferencial
por los pobres y humildes, por los oprimidos y marginados, es la concreción
pastoral de lo que dice el Magnificat.
La oración de María tiene que ser oración
de la comunidad de Jesús, que no deja de sorprenderse por la actuación de Dios
en la historia, que anhela la transformación de nuestro mundo, que dos mil años
después del nacimiento de Jesús, ha sido realizada muy parcialmente.
Necesitamos tomarnos en serio el evangelio y empeñarnos en anunciarlo y
realizarlo. Toda una tarea, porque la salvación de Dios comienza a realizarse
aquí en la tierra.
En la cercanía de la Navidad, Dios nos
invita a pronunciar nuestro propio canto. Un canto que se amasa y madura en el
silencio contemplativo de nuestra historia, que se hace luminosa junto a la
palabra que nos revela, como a María, el sentido profundo de nuestra vida y
misión.
Para discernir
¿Cuáles son los motivos más grandes por
los cuales puedo dar gracias a Dios?
¿En qué circunstancias me sentí socorrido
por Dios?
¿Dónde descubro que Dios hace historia de
salvación con su pueblo?
Repitamos a lo largo de este día
…Te alabo Señor…
Para la lectura espiritual
«María dio gracias al Señor»
…”El Magnificat de María –retrato, por
decirlo de alguna manera, de su alma- está enteramente bordado con hilos de la
Escritura Sagrada, con hilos sacados de la Palabra de Dios. Con ello queda
demostrado que en la Palabra de Dios, María se encuentra verdaderamente en su
casa, entra y sale de ella con gran naturalidad. Habla y piensa por medio de la
Palabra de Dios; la Palabra de Dios es su palabra, y su palabra nace de la
Palabra de Dios. Además, así manifiesta que sus pensamientos son el diapasón de
los pensamientos de Dios, que su voluntad consiste en querer con Dios. Estando
profundamente penetrada por la Palabra de Dios, puede llegar a ser la madre de
la Palabra encarnada.
María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo
podría ser de otra manera? Como creyente que, en la fe piensa con el pensar de
Dios y quiere con la voluntad de Dios, sólo puede ser una mujer que ama. Lo
percibimos a través de sus gestos silenciosos, los que se narran en los relatos
de los evangelios de la infancia. Lo vemos a través de la delicadeza con la
que, en Caná, se da cuenta de las necesidades en las que se encuentran los
esposos y las presenta a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta estar
abandonada durante el periodo de la vida pública de Jesús, sabiendo que su hijo
deber fundar una nueva familia y que la hora de su madre llegará tan sólo en el
momento de la cruz… En Pentecostés serán los discípulos los que se reunirán a
su alrededor esperando el Espíritu Santo (Hch 1,14)”…
Papa Benedicto XVI – Encíclica «Deus caritas est», §
41
Para rezar
Ven Señor Jesús
Ven Señor Jesús, para que pueda con humildad
cantar las maravillas del Señor,
por lo que día a día hace por nosotros.
Ven Señor Jesús, para que pueda sentirme feliz
en medio de tu pueblo,
deseoso de tu presencia, y contagiar a todos este gozo
que nace de sentir la misericordia de Dios.
Ven Señor Jesús, para hacer proezas con tu brazo,
derramando tu amor y tu misericordia a los humildes
y a todos los que te buscan con sincero corazón.
Ven Señor Jesús, a cambiar el corazón de los poderosos
para que no nieguen de tu pan a los hambrientos
y todos se colmen con tus bienes.
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