11
de noviembre de 2019 – TO – LUNES DE LA XXXII
SEMANA
SAN MARTÍN DE TOURS, Obispo
Patrono de la Ciudad de Buenos Aires: solemnidad.
¡Auméntanos la
fe!
Principio
del libro de la Sabiduría 1, 1-7
Amen
la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra, piensen rectamente acerca
del Señor y búsquenlo con sencillez de corazón. Porque él se deja encontrar por
los que no lo tientan, y se manifiesta a los que no desconfían de él.
Los
pensamientos tortuosos apartan de Dios, y el Poder puesto a prueba, confunde a
los insensatos. La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal ni habita en
un cuerpo sometido al pecado. Porque el santo espíritu, el educador, huye de la
falsedad, se aparta de los razonamientos insensatos, y se siente rechazado
cuando sobreviene la injusticia.
La
Sabiduría es un espíritu amigo de los hombres, pero no dejará sin castigo las
palabras del blasfemo, porque Dios es el testigo de sus sentimientos, el
observador veraz de su corazón, y escucha todo lo que dice su lengua. Porque el
espíritu del Señor llena la tierra, y él, que mantiene unidas todas las cosas,
sabe todo lo que se dice.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
138, 1-3. 4-6. 7-8. 9-10 (R.: 24b)
R. Señor,
llévame por el camino eterno.
Señor,
tú me sondeas y me conoces,
tú
sabes si me siento o me levanto;
de
lejos percibes lo que pienso,
te
das cuenta si camino o si descanso,
y
todos mis pasos te son familiares. R.
Antes
que la palabra esté en mi lengua,
tú,
Señor, la conoces plenamente;
me
rodeas por detrás y por delante
y
tienes puesta tu mano sobre mí;
una
ciencia tan admirable me sobrepasa:
es
tan alta que no puedo alcanzarla. R.
¿A
dónde iré para estar lejos de tu espíritu?
¿A
dónde huiré de tu presencia?
Si
subo al cielo, allí estás tú;
si
me tiendo en el Abismo, estás presente. R.
Si
tomara las alas de la aurora
y
fuera a habitar en los confines del mar,
también
allí me llevaría tu mano
y
me sostendría tu derecha. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6
Jesús
dijo a sus discípulos:
«Es
inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le
valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar,
antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!
Si
tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete
veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”,
perdónalo.»
Los
Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe.»
El
respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran
a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les
obedecería.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
libro de la Sabiduría es el último del Antiguo Testamento escrito unos
cincuenta años antes de Cristo. Está dedicado a los judíos de la diáspora,
sobre todo a los que vivían en Alejandría de Egipto, en medio de la cultura
helénica, con problemas para mantener su propia identidad de pueblo de la
Alianza. Todo el libro es un canto a la sabiduría verdadera, opuesta a la de
los impíos, que no tienen la mentalidad de Dios.
La
Sabiduría se presenta como personificada en una joven hermosa que solicita a su
amante para un encuentro feliz. Se hace la encontradiza para los que la aman,
para los que la desean y la buscan. El verdadero conocimiento de Dios no es el
resultado de una operación intelectual, es un don que se ofrece con generosidad
a cuantos se disponen a recibirlo con un corazón abierto.
La
sabiduría de Dios madruga más que quienes la desean. Cuando éstos despiertan y
empiezan a buscarla, ella ya está esperando a la puerta. Dios se presenta
siempre al hombre que lo busca y se anticipa a sus deseos.
La
sabiduría es el mismo espíritu de santidad que procede de Dios, es “un espíritu
amigo de los hombres”: porque “el espíritu del Señor, que llena la tierra y da
consistencia al universo”, “penetra en su interior”.
Pero
la sabiduría no puede adquirirse sin la justicia. La encuentran “los que la
buscan con corazón entero”, huye de la falsedad, de la maldad y de las malas
lenguas. El Señor sólo se da a conocer, mediante su sabiduría, a los sencillos,
a los que no exigen pruebas ni desconfían de Él.
La
sabiduría conoce todo, escruta todo, penetra todo y nada se le escapa: es «el
espíritu educador y santo».
***
Se
tiene, a veces, tendencia a idealizar a los primeros cristianos, como si
hubiesen vivido en un mundo ideal y aureolado de todas las cualidades. La
Iglesia no ha estado nunca exenta de los problemas concretos que supone todo
grupo humano. El texto nos presenta tres realidades importantes para la
comunidad de discípulos y para la Iglesia futura: escandalizar a los pequeños,
la falta de perdón y la fe de los apóstoles.
Las
palabras de Jesús son radicales porque una Iglesia en la que se escandaliza a
los niños y a los pobres, en la que no se perdona al hermano que peca con gran
frecuencia y en la que falta la fe en los que la conducen, no es su Iglesia.
Jesús
habla diciendo que son inevitables los escándalos y previene a los discípulos,
pero se lamenta y condena a aquel que los propicia. El ambiente de la comunidad
de Lucas es judeo-cristiano, es decir con miembros provenientes del judaísmo y
del mundo gentil. Desde este contexto podemos descubrir algunos motivos de
escándalo: existe un desequilibrio socio-económico; hay un reparto injusto de
los bienes en el seno de la misma comunidad.
Por
otro lado, encontramos la dificultad de corregir al hermano y la resistencia a
brindarle generosamente el perdón todas las veces que lo necesita. Una
comunidad que quiere ser signo de que el Reino de Dios ha comenzado, no puede
pasar por alto las exigencias de una justicia nueva y de una fraternidad basada
en el verdadero amor al hermano; que alcanza su máxima expresión en el perdón y
la reconciliación.
Los
discípulos reconocen que son insuficientes sus fuerzas para asumir la
responsabilidad que implica la construcción del reino. Estas actitudes sólo
alcanzan sentido y posibilidad de ser vividas con integridad, desde la fe.
Todos
influimos para bien o para mal en los que conviven con nosotros. El amor sin
límites a los hermanos es la característica de los discípulos que forman una
comunidad de hermanos. Los cristianos somos hermanos, pero no somos personas
perfectas; somos pecadores. Jesús no idealiza su comunidad ni la piensa
impecable y sin historia: concretamente sabe que es y será una comunidad en la
que las personas se equivocan, se impacientan, buscan su propio interés, se
ofenden unas a otras; hasta siete veces al día. A todos nos cuesta perdonar,
nos sale mucho mejor juzgar, condenar y recriminar.
La
corrección fraterna si se realiza con prudencia y con la delicadeza que brota
del amor, va de la mano del perdón y la generosidad de corazón. Debemos hacer
nuestra la petición de los discípulos.
Hay
que tener una fe fuerte y grande para seguir creyendo en nuestros hermanos
cuando nos han fallado muchas veces. La misma fe que Dios tiene en cada uno,
que sigue creyendo en nosotros a pesar de las reiteradas veces que fallamos. Se
hace imprescindible reconocer con humildad nuestra impotencia y pedir confiadamente
al Señor la fe, al menos del tamaño de un grano de mostaza, para que Él obre en
nosotros y con nosotros.
Para discernir
¿Cuáles
son las cosas que más me escandalizan?
¿Cuáles
son las cosas con que más escandalizo?
¿Puedo
dar el perdón con generosidad?
Repitamos a lo largo de este día
Dame
la fe de un grano de mostaza, Señor
Para la lectura espiritual
«Tú,
perdónalo»
…
«El amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta
sin límites» (1C 13,7). Con ello el apóstol Pablo nos quiere enseñar que, si
esta virtud se puede mantener con una firmeza tal, es porque está unida a una
paciencia a toda prueba. Y dice más: «Sobrellevaos mutuamente con amor;
esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef.
4,2).
No
es posible mantener la unidad ni la paz si los hermanos no se esfuerzan en
practicar la tolerancia mutua y el vínculo de la concordia, gracias a la
paciencia. ¿Y qué decir aún de no jurar, ni maldecir, de no reclamar lo que nos
han quitado, de presentar la otra mejilla a quien nos bofetea, de perdonar al
hermano que ha pecado contra nosotros, no solamente setenta veces siete, sino
todos sus errores, amar a nuestros enemigos, orar por nuestros adversarios y
por los que nos persiguen?
¿Cómo
conseguir todo esto si no se es firmemente paciente y tolerante? Es lo que hizo
san Esteban cuando, en lugar de clamar venganza, pidió misericordia para sus
verdugos diciendo: «¡Señor, no les tengas en cuenta este pecado!» (Hch 7,60″…
San Cipriano
(hacia 200-258), obispo de Cartago y mártir
Los Beneficios
de la paciencia
Para rezar
Dios
y Padre nuestro
que
conoces nuestra poca fe
te
pedimos que no desfallezca nuestra esperanza,
que
tu Espíritu renueve
nuestro
ardor, que se agota buscando
otras
riquezas y otros caminos.
Que
tu palabra, sembrada en nuestros corazones,
crezca
y dé fruto,
y
así transforme nuestro mundo
y
lo haga adelanto del reino definitivo.
Nos
confías el cuerpo y la sangre de tu Hijo,
que
son anticipo del Reino definitivo;
Ellos
son fruto de nuestra tierra y de nuestro trabajo,
y
unidos a tu obra creadora
son
ya las primicias de los tiempos nuevos.
Que
sean también, para nuestro gozo,
el
alimento y la fuerza para el camino
que
nos conduce
a
tu encuentro.
SAN MARTÍN DE TOURS
Lecturas: Isaías
61, 1-3a
S.R.
88,2-5, 21-22.25.27
2
Corintios 5, 14-20
Mateo
25, 31 – 40
11 de noviembre - SAN MARTIN DE TOURS
“Oriundo
de Sabaria (Panonia), hijo de un tribuno romano, se alistó como soldado a los
quince años: en este período es cuando tuvo lugar la famosa escena de partir la
capa militar para darle la mitad a un pobre. Bautizado a los dieciocho años,
abandonó la milicia para convertirse en discípulo de san Hilario de Poitiers.
Tras un viaje a la patria, empezó a hacer vida eremítica en la isla Gallinaria,
cerca de Génova. Más tarde, fundó en Ligugé, el primer cenobio de Occidente.
El
pueblo lo eligió como obispo de Tours. Siendo obispo fundó el Maius
Monasterium, destinado a ser un gran centro de vida religiosa, de donde debían
salir muchos candidatos al episcopado. Misionó el centro de Francia y se puso
en contacto con las autoridades políticas, sobre todo para obtener la paz en
los asuntos de los herejes priscilianistas, lo que le causó la enemistad de
algunos.
Murió
el 8 de noviembre en Candes, durante la visita pastoral del año 397. Un testigo
directo dice que, en sus funerales, celebrados el día 11, concurrió una impresionante
multitud de fieles, en especial monjes y vírgenes. Martín es uno de los
primeros santos no mártires venerados en la liturgia, sino el primero.
Los
reyes francos conservaban como reliquia insigne la capa que se tenía como la de
san Martín: el custodio de ésta se titulaba “capellán” y el nombre “capilla”
procede del lugar donde se guardaba esa capa.”
“El
Santoral del calendario” CPL 83. Barcelona, 1999
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