9
de noviembre de 2019 – TO – SÁBADO DE LA XXXI SEMANA
Dedicación de la basílica de San Juan de Letrán (F)
Somos piedras
vivas del nuevo templo
Lectura
de la profecía de Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12
En
aquellos días:
El
hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo
del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa
miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la
Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional,
y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que
miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
Entonces
me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y
van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas
sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres
vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando
esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en
todas partes adonde llegue el torrente.
Al
borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas
las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos
los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus
frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio».
Palabra
de Dios.
O bien: 1 Corintios 3, 9c – 11.16 -17
SALMO Sal
45, 2-3. 5-6. 8-9 (R.: 5)
R. Los
canales del río alegran la ciudad de Dios,
la más santa morada del Altísimo.
El
Señor es nuestro refugio y fortaleza,
una
ayuda siempre pronta en los peligros.
Por
eso no tememos, aunque la tierra se conmueva
y
las montañas se desplomen hasta el fondo del mar. R.
Los
canales del Río alegran la Ciudad de Dios,
la
más santa Morada del Altísimo.
El
Señor está en medio de ella: nunca vacilará;
él
la socorrerá al despuntar la aurora. R.
El
Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro
baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan
a contemplar las obras del Señor,
él
hace cosas admirables en la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22
Se
acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados
delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo,
junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas,
derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no
hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.»
Y
sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me
consumirá.
Entonces
los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?»
Jesús
les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar.»
Los
judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir
este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero
él se refería al templo de su cuerpo.
Por
eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto,
y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
La
región sur de Jerusalén, es la más infértil de todas las regiones del país, con
excepción de Jericó y alguno que otro torrente inhabitado. El cambio de aridez
en fertilidad, es utilizado para resaltar el efecto que va a producir en el
pueblo, las trágicas experiencias vividas en los últimos años.
El
templo, centro religioso y símbolo nacional de Israel, se ha convertido en
lugar de comercio y explotación. San Juan nos presenta a Jesús, expulsando a
los vendedores y cambistas, que se habían ido apoderando poco a poco del lugar
santo.
Juan
junta el relato del agua convertida en vino en las bodas de Caná; con este de
la purificación del templo, y la discusión con los judíos acerca de su
destrucción y reconstrucción, aprovechando el marco de la celebración de la
Pascua. La intención fundamental, es dar a entender mejor, cuál es el programa
de su actividad evangelizadora. El vino que surge de las tinajas de agua,
dispuestas para la purificación de los judíos, muestra la presencia del Hijo de
Dios en la fiesta de boda. Pero la gran boda es la de Dios con su pueblo a través
de su Hijo. Así que el gesto de Jesús en el templo, indica que era necesario
que la novedad, su presencia, se hiciera sentir en un lugar tan paradigmático
del pueblo judío como el templo.
La
acción de Jesús contra los mercaderes es una excusa provocadora. Jesús está
decididamente en contra, de quienes han obligado a una gran parte del pueblo, a
vivir en condiciones injustas y hasta profanas. Los bandidos, son los
dirigentes y manipuladores económicos que explotaban a los pobres con el fraude
de lo sagrado, y saben que sus ganancias por el cobro de impuesto a los
mercaderes ubicados allí, se van a venir abajo. Por eso increpan y piden una
señal a Jesús para desautorizarlo y sacárselo de encima.
De
ahí en adelante la vida y obra entera de Jesús estarán consagradas a generar
una ruptura con aquellas modalidades, estructuras e instituciones que sean un
obstáculo para la realización del proyecto de Dios.
La
afirmación de Jesús sobre el nuevo templo proclama la destrucción definitiva de
la distancia entre Dios y nosotros. No necesitamos ya ningún lugar separado
para entrar en relación con Él porque todos los lugares pueden ser santos. El
lugar por excelencia es el mismo cuerpo de Cristo. En éste, el templo nuevo,
nosotros somos las piedras. La relación con Dios está ligada al reconocimiento
de su presencia, en todos aquellos que constituimos el cuerpo de Cristo.
La
dedicación o consagración de la basílica de san Juan de Letrán es celebrada en
toda la iglesia católica por tratarse de la catedral del Papa, obispo de Roma.
Se trata de la primera y de la cabeza de todas las iglesias del mundo católico.
Fue mandada construir en el siglo IV por el emperador Constantino, el primero
de los emperadores cristianos.
Desde
muy antiguo, el ser humano ha sentido la necesidad de reservar espacios que
favorezcan el encuentro con Dios. Al principio del cristianismo, los lugares de
encuentro con Dios eran las casas particulares, en las que se reunían las
comunidades para la oración y la fracción del pan. Con el paso del tiempo, las
comunidades fueron construyendo edificios dedicados a las reuniones litúrgicas,
la predicación de la Palabra y la oración. Y así es como en el cristianismo,
con el paso de la persecución a la libertad religiosa en el Imperio Romano,
aparecieron las grandes basílicas, entre ellas San Juan de Letrán, la catedral
de Roma.
San
Juan de Letrán es el símbolo de la unidad de todas las Iglesias del mundo con
la Iglesia de Roma, y por eso, esta basílica, lleva el título de Iglesia
principal y madre de todas las Iglesias.
Pero
no debemos perder de vista que el verdadero lugar de encuentro del hombre con
Dios, el auténtico templo, es Jesucristo que gracias a la entrega de su vida
por nosotros, ha hecho de la comunidad de creyentes un templo vivo de Dios.
Para discernir
¿Experimento
la presencia de Dios en los miembros de la Iglesia?
¿Me
siento piedra viva de este nuevo templo?
¿Reconozco
lo sagrado de cada vida?
Repitamos a lo largo de este día
El
templo de Dios es sagrado
Para la lectura espiritual
«Destruid
este Templo, y en tres días lo reedificaré»
…”El
Templo judío quedaba confinado a un solo lugar. El mundo entero no podía estar
en él, ni tan sólo toda una nación, sino tan sólo algunos de la multitud. Pero
el templo cristiano es invisible y espiritual, por tanto puede estar en todas
partes… Jesús dijo a la Samaritana: «Vendrá el tiempo en que los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,23). «En espíritu y
en verdad» porque, si no es invisible, su presencia no puede ser real. Lo que
es visible no es lo real; lo que es material de desintegrará; lo que está en
alguna parte no es más que un fragmento.
El
templo de Dios, en el régimen cristiano, está en todas las partes donde hay
cristianos en nombre de Cristo; él esta tan plenamente presente en cada lugar
como si no estuviera en ninguna otra parte. Y nosotros podemos entrar y unirnos
a los santos que lo habitan, a la familia celeste de Dios, de manera tan real
como el judío entraba en los atrios visibles del Templo. Nosotros no vemos nada
de nuestro templo espiritual, pero es la condición requerida para que él esté
en todas partes. No estaría en todas partes si le viéramos en alguna parte; no
vemos nada, pero gozamos de todo.
Es
así como nos lo presentan ya los profetas del Antiguo Testamento. Isaías
escribe: «Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en
la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los
gentiles, caminarán pueblos numerosos» (2,2). El templo cristiano ya fue desvelado
a Jacob… cuando vio en sueños «una escalinata, apoyada en la tierra, y con la
cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella» (Gn 28,12) y
también al servidor de Eliseo: «Abrió el Señor los ojos del criado y vio que la
montaña estaba llena de caballos y carros de fuego» (2R 6,17). Todo ello eran
anticipaciones de lo que se tenía que establecer cuando Cristo vino y «abrió el
Reino de Dios a todos los creyentes». Es lo que hace decir a san Pablo: «Os
habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén
celestial, a miríadas de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos
cuyos nombres están inscritos en el cielo» (Hb 12,22)”…
Cardenal John Henry Newman (1801-1890),
presbítero,
fundador de comunidad religiosa, teólogo
PPS, Vol. 4, nº
12: «La Iglesia una casa para los solitarios”
Para rezar
Oración
por la Iglesia
Que
no olvide yo ni un instante
que
Tú has establecido en la tierra
un
reino que te pertenece;
que
la Iglesia es tu obra,
tu
institución, tu instrumento;
que
nosotros estamos bajo tu dirección,
tus
leyes y tu mirada;
que
cuando la Iglesia habla,
Tú
eres el que hablas.
Que
la familiaridad que tengo
con
esta verdad maravillosa
no
me haga insensible a esto;
que
la debilidad de tus representantes humanos
no
me lleve a olvidar, que eres Tú quien hablas
y
obras por medio de ellos. Amén.
Cardenal
Newman
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