Día 12. 11 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia

12.-LA PÉRDIDA DE JESUS. Lc 2, 41-52.

Siguiendo con el mismo texto nos vamos a fijar en algunas circunstancias que acompañan a la búsqueda de Jesús.

Al caer la tarde, sus padres se dan cuenta de que no está con ellos. Pensaban que estaba con alguno de la comitiva, con los conocidos o con el grupo. Quizá hasta cada uno pensaba que se encontraba con el otro, porque generalmente los hombres y las mujeres no caminaban juntos. Pero ese fue su error: creyeron que estaba con ellos y no estaba. Mientras iban de camino, "anduvieron una jornada" dice el texto, como si todo fuese normal. Al detenerse para descansar y al reencontrarse, se dan cuenta de que falta Jesús, el hijo.

Da pie este corto texto para pensar que puede ocurrir otro tanto en nuestra vida personal, familiar y comunitaria, incluso en nuestro apostolado. Puede que estemos convencidos de que Jesús camina con nosotros, que está a nuestro lado, en nuestro trabajo personal, en la comunidad donde estamos, en la familia que formamos, en nuestras idas y venidas. Y mientras, vamos entregando la vida con toda honradez en el trabajo, en el horario, en la catequesis, en nuestro empeño apostólico, en nuestro hacer de cada día sin que, conscientemente, necesitemos de Cristo, de su presencia o de su fuerza. Y podemos hacer jornadas de camino, años en comunidad, en familia, en parroquia, así, en solitario, sin Cristo.

Como María y José necesitamos el descanso, el encuentro en familia, la reflexión serena para darnos cuenta de que Cristo está ausente, de que lo hemos perdido. Son ratos de serenidad, días de reflexión, momentos de oración. Se puede evitar este despiste si Cristo camina en nuestra compañía, si le necesitamos, si hablamos con El al tiempo que caminamos en comunidad, en familia. La certeza está en que camine con nosotros, con cada uno, en que marque la ruta común, no en que se dé por supuesto que está en la comunidad y que camina con ella.

María y José regresan. Rompen planes y proyectos, abandonan el miedo y el cansancio y regresan al punto donde saben que Jesús estaba con ellos. Deshacer el camino. De nada sirve lo andado y es mucho peor continuar caminando. Se distancian más del hijo. Cuanto más se camine más difícil se hace el encuentro. Hay que regresar a pesar del cansancio y de las incertidumbres. Regresar... ¡Qué difícil el regreso!

Es de noche. Siempre que hay que deshacer camino es de noche y no se sabe dónde ir ni cómo hacer. Pero se unen y regresan juntos. Sienten la ausencia del hijo, y la necesidad del encuentro puede más que todos los temores. Iban unidos, sin que ya cuenten para nada los consejos o las conjeturas de los buenos amigos de la comitiva. Van solos, con su dolor, con su "angustia", dice el texto. Soledad llena de preguntas, de conjeturas, de esperanzas, de miedos, de incertidumbres.

Es quizá el momento más importante para la persona, para la familia y para la comunidad, el darse cuenta de que falta Cristo y el decidirse a encontrarlo. Obliga a revisar todo desde la fe, desde el Evangelio, desde las atenciones y delicadezas, desde los olvidos. Todo parece oscuro. Uno se resiste a creer que lo vivido sea tiempo perdido. Y ciertamente que no lo es porque así se valora más el encuentro, se da uno cuenta de manera más clara que las medianías y concesiones de nada valen en la vida espiritual ni en la vida afectiva. Lo importante es decidirse a volver. Es permanente la tentación de seguir, en la espera de encontrarlo más adelante, más tarde.

Podemos preguntarnos: ¿con quién vivimos?, ¿con quién caminamos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿qué lugar ocupa Cristo en nuestro peregrinar personal, familiar y comunitario? ¿Se ve a Cristo en nuestro camino como compañero? ¿En qué nos hemos entretenido, en qué hemos ocupado nuestros días para no notar su ausencia? Hay que unirse en comunidad, como María y José, para buscarle, para regresar si es necesario, hasta encontrarle. La comunidad, aunque sea de dos, es imprescindible para el reencuentro. En solitario es casi imposible el regreso. Siempre hay justificaciones.

Y le encuentran en el templo, cumpliendo la misión que el Padre le ha confiado. A Cristo se le encuentra al lado mismo de nosotros, en nuestro interior, en el templo que es cada persona, cada familia, en la vida misma. Está cumpliendo su misión en cada uno y en la comunidad. Está dedicado a las cosas del Padre, que son nuestra santificación y nuestra salvación, nuestra vida plena, el gozo de su reino y de su comunidad. Ahí descubrimos la necesidad de caminar con El, de hacer nuestra su causa, de sentir su presencia y su compañía. Cristo siempre está próximo cuando parece perdido. Pero hay que buscarle. Es necesario rehacer caminos, revisar proyectos, modificar motivaciones. El aparece cuando y donde menos le esperamos. Nos acompaña siempre y suscita la necesidad del encuentro.

Que la Sagrada Familia nos ayude a caminar siempre con Cristo. Que con ellos pongamos en evidencia la presencia de Cristo en nuestra vida personal, familiar y comunitaria. Sin El, aunque parezca que avanzamos, estamos retrocediendo. Es camino inútil.

Que seamos capaces de contar con El para nuestros proyectos, para cada circunstancia. Así tenemos la certeza de que Cristo viene con nosotros o mejor que nosotros vamos con El.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que has puesto en Cristo nuestro camino, ayúdanos para caminar con El, movidos por tu Espíritu y acompañados de María y de José.

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