Dia 20. 19 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia

20.- ESPIRITUALIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA.

II

María dijo: proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia para siempre. (Lc 1, 46-55)

Con los mismos supuestos del día anterior, vamos a considerar un aspecto clave en toda espiritualidad que es el Dios en quien se cree y a quien se adora. Tomaremos como referencia las palabras que la primera comunidad pone en boca de María en la pluma del evangelista Lucas.

Jesucristo revela la faceta paternal de Dios. Para el Nuevo Testamento Dios es, ante todo, Padre: el Padre de nuestro Señor Jesucristo y el Padre de cada creyente. El “Abba”, el “papaíto”.

En el Antiguo Testamento Dios es el padre del pueblo de Israel: “¿no es el Padre que te crió, El que por sí mismo te hizo y te formó?” (Deut. 32, 6). "Tú eres nuestro Padre" dice Isaías (Is. 63, 16). Pero esta idea de Dios como padre no caló en el pueblo. Les parecía una profanación, hasta tal punto que en el calvario le recriminan a Cristo que llame a Dios su Padre y Dios no venga en su ayuda. La Sagrada Familia vive la espiritualidad del Antiguo Testamento. No conoce el nuevo. Sin embargo le inaugura y en sus actitudes expresa claramente la actitud de filiación para con Dios.

En el canto del Magnificat se revelan las dimensiones de Dios que proclama María. Es el mismo Dios en quien cree la Sagrada Familia. María canta en presente: así es Dios. No es un Dios que actuará de esta manera o de la otra. No. Es el Dios que es así, que actúa siempre así, que obra así. En presente. Hoy. Siempre. No hay profecía si no es la de proclamar cómo es Dios hoy, cada día.

Es un Dios trascendente, entendido desde la fe del pueblo. No manipulable. No se le puede comprar. Es distinto a todo lo creado, no admite imagen sino es el hombre mismo. Sus caminos no son nuestros caminos. Es El quien elige y hace alianza, quien está por encima del pueblo. Al mismo tiempo es un Dios próximo, interesado en la vida del hombre y en su historia. Entregado a su pueblo más que una madre se entrega a su hijo. Preocupado por su pueblo como por las niñas de sus ojos. No es una idea abstracta, una explicación o una ideología. Es un Dios personal que actúa y realiza grandes obras en favor de su pueblo.

Es el Señor, el dueño de la vida, el dominador del mundo, el dueño de la historia. El pueblo de Israel tiene una fe histórica, unida a la gesta de Dios en su favor. Esta experiencia histórica revela su dominio sobre el hombre, la supremacía de Dios sobre las naciones. Es un Señor grande, lleno de proezas, que puede hacer cuanto quiere en favor de los suyos. Su predilección y su debilidad son los humildes. En ellos habita y mora: en quienes se estremecen ante sus palabras. Con ellos hace proezas, cosas imposibles. Es el único dueño del hombre: el único Señor.

Es el salvador, aquel de quien procede una solución eficaz. Esta salvación se experimenta en la propia vida, no es sólo una intervención genérica hacia el pueblo. La salvación es un encuentro personal con El que se manifiesta en la liberación interior que produce y en la capacidad de audacia que concede para testimoniar la experiencia vivida en el encuentro. La liberación es total: caen los miedos, los egoísmos, las ataduras y limitaciones de la naturaleza, los prejuicios, … Y crea el compromiso solidario, la sensibilidad, la misericordia, el amor, la compasión, la comunidad, … Siempre en testimonio viviente de la experiencia gustada en el encuentro. Desde aquí cambia las estructuras. Es Dios, mi Salvador.

Es el santo, el otro, el distinto al hombre. Quiere que aquellos a quienes se manifiesta sean también santos, distintos. “Sed santos como Yo soy santo”. Sin embargo habita en medio del pueblo, se elige un pueblo para manifestar su santidad. Y la manifiesta purificando, viniendo “como lejía de lavandero” es decir, disolviendo la suciedad, el pecado, haciéndose El mismo pecado para limpiar el pecado. Es su obsesión: “que seamos santos e inmaculados por el amor”, dirá S. Pablo. Él mismo toma la iniciativa en la santidad y santifica por contagio a quien se lo permite. Es distante e inmanente al mismo tiempo. No es manipulable: ni se compra ni se vende.

Es el Dios misericordioso, rico en clemencia. Su misericordia y su fidelidad no tienen fin. Ambas son características de Dios. Indica también la idea de un salvador. La misericordia significa mirar al otro con amor en virtud de la relación que con él se tiene. Consiste en ser solidario con su suerte. La Sagrada Familia vive esta relación misericordiosa con Dios desde la alianza, desde la fidelidad de Dios que mantiene su pacto por generaciones. Esta fidelidad divina es la garantía fundamental que permite el "hágase en mí" de María y el “la recibió en su casa” de José y que hace posible el crecimiento constante en la fe durante la estancia en Nazaret. María y José han sentido la misericordia de Dios en las promesas de la anunciación, han experimentado su fidelidad. Esta experiencia conforta su confianza, estimula su respuesta y hace que ellos mismos vivan la misericordia. Jesús después hablará de perdonar hasta 70 veces. En la parábola del hijo pródigo, encuentra el modelo para explicar este ser misericordioso de Dios. María manifiesta esta disposición misericordiosa de su persona en las bodas de Caná. Dios se manifiesta escandalosamente misericordioso. Para nuestra cabeza, incluso injusto. Su justicia es la respuesta dada en Cristo en la cruz.

Es también el Dios poderoso, de donde viene la fuerza, el dinamismo, la creación de algo realmente nuevo. Es siempre un poder transformador, para hacer lo humanamente imposible. María reconoce los efectos del poder de Dios en ella. Conoce los cauces apropiados que permiten que se manifieste el poder de Dios: la humildad y la disponibilidad. Sabe el estilo de actuar que tiene Dios: "derriba del trono a los poderosos y ensalza a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y despide vacíos a los ricos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia". Seguro que cuando guardaba las cosas en su corazón y las meditaba con José, iba descubriendo, por un lado, estas facetas de Dios, y por otro, se alegraba al verlas realizadas en su familia. María y José saben que la fuerza de Dios se manifiesta mejor en la debilidad humana, en la sencillez, en lo imposible para el hombre. La Sagrada Familia está muy acostumbrada a meditar en Dios, en su obra, en su historia, en los imposibles poderosos.

No es de extrañar que María y José puedan repetir cada día su sí a Dios, fiarse de nuevo en Aquel en quien se fiaron. En Nazaret, donde pasan los días sin que el Hijo se manifieste, hasta hacer desaparecer el horizonte de la promesa anunciada, allí y así confían, y todo lo refieren a Dios. Están llenos de Dios. Tienen ojos limpios, que les permiten ver a Dios en todo. Cristo proclama luego este don como una de las bienaventuranzas. Esta actitud les permite ponerse fácilmente en oración. Es una familia contemplativa. Se acostumbran a ver el paso de Dios por la vida, a tratar con Él cada acontecimiento de la vida, a escuchar y a obedecer.

Cristo, que ha vivido siempre en casa este sentido contemplativo, aprovecha tanto de un pájaro, como de una flor, una semilla, una red, un labrador, un banquero, la levadura que cada día pone María para hacer el pan, la lámpara del atardecer, cualquier cosa o circunstancia de la vida para hablar del Padre o del Reino. Hasta se sirve del "gozo que experimenta la mujer al dar a luz a pesar de los dolores del parto" para hablar del Reino. Puede que en Nazaret oyese contar a su Madre el gozo y la alegría que experimentó con su nacimiento.

La Sagrada Familia va caminando en la fe descubriendo cada vez con más claridad el poder de Dios en ellos, el misterio que encierra el Hijo. Confiando siempre en la fidelidad de Dios. Como se le dijo a María: "para Dios nada hay imposible".

La Sagrada Familia vive llena de esperanza: desde la aceptación de ambos en la anunciación a María y a José, pasando por cuanto van diciendo del Niño los pastores y Simeón, y hasta la vida diaria de Nazaret, siguen esperando que se cumpla cuanto dijo el Angel respecto del Niño. Juan, en el relato de las bodas de Caná, pone en boca de María las únicas palabras que dirige a los hombres en los textos evangélicos, y no pueden ser otras que: “haced lo que Él os diga”. Infunde esperanza en los criados, en los hombres, hacia la persona de su hijo. Lo mismo hace al pie de la cruz y en Pentecostés. Es su manera de ser.

Que nuestras comunidades y nuestras familias puedan anunciar a los hombres de hoy a este mismo Dios que proclama María y a quien adora la Sagrada Familia. Que Dios se encuentre a gusto en nuestra casa, en nuestra comunidad, en nuestras vidas. Que pueda realizar sus obras grandes y maravillosas. Que quienes nos vean puedan descubrir el estilo de actuar que Dios tiene. Que puedan decir que Dios está con nosotros.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que te has revelado a María y a José, manifiesta hoy también tu grandeza entre nosotros. Amén.

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