Día 21. 20 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia


21.- NAZARET SIGNO DE ALEGRIA
Y ESPERANZA. Lc. 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen, desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
- ¿Cómo será eso, pues yo no conozco varón?
El ángel le contestó:
- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
- Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. (Lc.1, 26-38).

Lucas escribe su evangelio para los creyentes, para nosotros. Es Palabra de Dios que se cumple cada día. No es un simple relato de algo que ocurrió y hoy se nos cuenta. Es Palabra viva para cada uno de nosotros, para cada familia, para cada comunidad. En el texto de Lucas en la anunciación a María, nos revela de manera clara el compromiso de Dios con la humanidad. Conmigo, con mi comunidad y mi familia. Dios hoy no permanece ajeno a nuestro vivir. Se manifiesta comprometido con la existencia humana, presente en medio de nosotros con toda su fuerza innovadora. En María pudo cumplir en plenitud. Hoy quiere cumplir en nuestras vidas.

El texto comienza con el saludo habitual en el mundo griego: “jaire”. No utiliza el “Shalom” hebreo. Desde la antigüedad lo traducen como una invitación a la alegría: "alégrate”. Es hermoso que el saludo comience así: alégrate. No es para menos, cuando interviene Dios. Hoy nos dice: alégrate hermano, alégrate padre y madre, alégrate familia, alégrate comunidad. ¿La causa de la alegría? “El Señor está contigo”. Dios está a tu favor, cuenta contigo, te es favorable. Dios está con nosotros. No es una quimera sino una realidad. Dios opta por nosotros, gratuitamente, porque quiere, porque nos ama. Dios cuenta conmigo, con mi comunidad, con mi familia. No le importa como sea, no son mis méritos, me conoce desde siempre y está a mi favor. Es el gran anuncio que nos trae en María, el anuncio a todo un pueblo, a cada persona y a cada grupo. Dios con nosotros, el “Enmanuel” actuará dentro de ti, ponte en sus manos, déjate llevar. Clara invitación a la alegría y a la esperanza

Y la da un nombre nuevo. Manía de Dios de dar nombres a quienes elige. La llama “llenada de gracia", "(favorecida)", “agraciada”. María, cuentas con el favor de Dios en plenitud, desde el momento mismo de tu elección, allá en la noche de los tiempos. Dios siempre capacita al llamado, se vuelca en lo que le dejamos en la comunidad, en la familia, en la persona. Quiere llenarnos de gracia, como a María. Es así siempre. Su gracia, su fuerza acompaña, capacita, impulsa. En María se nos anuncia nuestra liberación. Descubre Dios su manera de hacer, el trato que guarda para sus elegidos, para cada ser humano. Nos libera del pecado, nos da su gracia sin pedirnos permiso. Suya es la iniciativa. Por tanto, alégrate porque el Santo está en medio de ti, Dios camina a tu lado, no estás solo, te acompaña con su fuerza, con su gracia.

Dios siempre irrumpe en la vida del hombre de manera gratuita, porque quiere. Es libre decisión suya. Y viene como Salvador, a causa del pecado, de la malicia humana. No es necesario ningún mérito por nuestra parte. Ha optado por nosotros. Viene forzado por el amor que nos tiene, no por el amor que tengamos nosotros hacia El. Y viene siempre con brazo fuerte y mano poderosa.

A María la anuncia además su vocación: ser madre, engendrar a Cristo. Ser madre para siempre. Los dones de Dios son para siempre, son semilla de eternidad. La revela la gran innovación que Dios quiere realizar en ella: ser madre siendo virgen. Algo imposible, contradictorio en sí mismo. Se presenta Dios como renovador, capaz de realizar lo imposible. Hasta tal punto es audaz esta decisión de Dios que, María, acostumbrada a escudriñar el estilo mismo de Dios en su relación con el hombre, se queda sorprendida y pregunta: ¿cómo puede ser esto? Dios siempre llama para hacer imposibles en nuestras vidas, en nuestras familias y comunidades. Lo posible lo hacemos nosotros. Puede ser un criterio para revisar nuestras acciones: ¿son mías o son de Dios? ¿Le necesito o puedo hacerlo yo sin su ayuda? ¿Qué imposibles me ha encomendado?

Es la misma actitud que tantas veces vivimos ante las situaciones de cambio profundo en nuestra persona, ante las dificultades de la evangelización, ante la iglesia, la familia o ante la comunidad a la que pertenecemos. Queremos ser de otra forma, salir del pecado, vivir de una forma más evangélica y más evangelizadora, en la familia, en la comunidad, incluso personalmente. Sentimos la necesidad de ser testigos del reino ante los hombres, de evangelizar aunque parezca tantas veces tiempo perdido. Apostamos por nuestra vida cristiana y religiosa e incluso queremos presentarla a los demás como camino evangélico, capaz de llenar una vida. Estamos empeñados en construir una comunidad educativa, una familia, que sirva al hombre y al reino de Dios. Queremos también engendrar a Cristo en nuestras vidas, en la sociedad, en la familia donde nos encontramos insertos. Y nos vemos pequeños, limitados, incapaces. Sabemos que la empresa es superior a nuestras fuerzas. Que es imposible y hasta parece absurdo. Como María también preguntamos ¿cómo puede ser esto?

Se nos da la misma respuesta que ella recibió: "Alégrate, el Señor está contigo. Para Dios nada hay imposible". Aquí está la garantía para María. Es nuestra misma garantía: la fidelidad y el poder de Dios. Por eso ella acepta dejando actuar a Dios: "hágase en mí según tu palabra" No dice: aquí estoy, cuenta conmigo, no te fallaré, lo que quieras. No. Deja que Dios haga, que actúe a su capricho, que cumpla su voluntad. Cree que Dios está con ella, y que es capaz de realizar cuanto dice. Se pone en sus manos. Deja hacer. Se deja amar.

Hoy podemos comprobar la eficacia de esta intervención de Dios en María, en la humanidad. Tenemos un signo claro de esperanza, de alegría. También nos muestra un camino de respuesta, la actitud que hay que adoptar ante la intervención de Dios: repetir con ella el "hágase en mí según tu palabra". Esta es también nuestra garantía: aceptar conscientemente que no estamos solos, que Dios interviene y actúa en nuestro vivir. Contar con El. Dejarle actuar. Entonces nos parecerá posible lo que en evidencia es imposible. Desde esta actitud, volvemos a empezar cada día con nueva esperanza.

Se anuncia además la importancia y la fuerza del Espíritu Santo en la intervención de Dios. Siempre es el Espíritu quien engendra a Cristo. Además se encarga de hacer, de impulsar, estimular y esclarecer la opción. Con el Espíritu todo es posible, todo es novedad, no caben programaciones personales, situaciones de calma y tranquilidad preestablecidas. Impulsa donde y cuando quiere, pero siempre creando a Cristo, engendrando a Cristo, quitando y destruyendo lo que impide que Cristo viva, crezca, se manifieste. Solo nos pide, como a María, el “hágase en mí según tu palabra”.

Conviene que aceptemos y que recordemos con frecuencia esta presencia renovadora y poderosa de Dios en la Iglesia, en la familia, en la comunidad, en nuestra vida. Alégrate, confía, Dios está contigo. Para Dios nada hay imposible.

Así como María, y de hecho la Sagrada Familia, es un signo de alegría y esperanza que Dios ofrece a todos los hombres, así también la comunidad donde vivimos, la familia que formamos y cada uno de nosotros, ha de ser hoy un signo de alegría y esperanza para cuantos nos contemplan.

Que puedan ver en nosotros la renovación que Dios realiza en aquellos que se ponen en sus manos, en quienes le dejan actuar. No tenemos derecho al desaliento, por más humano que sea, si aceptamos que Dios está con nosotros.

Que el mismo Espíritu que cubre a María y anima la vida en la Familia de Nazaret nos comunique la audacia de la fe desde la convicción de que Dios está con nosotros. Que con la Sagrada Familia podamos ofrecer hoy signos de esperanza, de alegría. Para Dios nada hay imposible.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que nos has manifestado la grandeza de tu poder en la humildad de Nazaret, quédate con nosotros y danos alegría y esperanza en tu poder

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