Con la Sa Fa. Día 3. 2 de diciembre

CON LA SAGRADA FAMILIA

3.- LOS COMIENZOS EN LA FAMILIA.
Mt. 1. 18. Lc. 1, 26-27

Ideas para la oración preparatoria.

• Percatarse que se va a tener un encuentro personal con Dios en la oración.
• Reconocer su presencia paternal y su acción en la vida personal.
• Reconocer a Cristo orante en cada cristiano y en mi persona.
• Pedir al Espíritu que cubre a María que guíe la oración y que ore El mismo en el interior.
• Unirse a la oración de María y de José en esta circunstancia de su vida.

Método: Con María y con José, vivir esta circunstancia de su vida en amistad de fe y de amor.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. (Mt. 1. 18)

Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret., a una virgen desposada con un varón llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. (Lc1, 26-27)

En ambos textos se dice claramente que María está desposada con José. Interesa a los evangelistas dejar claro que le descendencia davídica de Jesús es plenamente legal y real, porque el matrimonio entre María y José es también planamente legal y real. En la ley judía, quien otorga la descendencia es siempre el padre, no la madre. Por ello dejan muy claro que su matrimonio no es un “apaño” para proteger la virginidad de María, como dejan entrever los sinópticos, sino un matrimonio en toda ley que opta por la virginidad, según se deduce de la pregunta de María al ángel, señalando: “no conozco varón”.

Podemos pues ver a María y a José enamorados, prometidos, comprometidos en un proyecto común tan importante que llamamos matrimonio. Consortes: compartiendo la misma suerte. Se enamoran como dos israelitas jóvenes más, soñando felicidad y proyectos de futuro. No hay por qué pensar en otras circunstancias raras.

Los desposorios se realizaban en un acto público, donde se adquirían todos los compromisos y derechos del matrimonio, con valor legal similar al matrimonio. No era simplemente la petición de mano. Tan serio era el desposorio, tan similar al matrimonio mismo, que la separación solamente se podía realizar mediante acta de repudio. Se consideraba viuda a la desposada que perdía a su prometido y adúltera a la desposada que era infiel. Generalmente se daban primero los desposorios, en edad relativamente temprana, y después, a veces al año, la boda y el llevar la esposa a la casa.

María y José se enamoraron en su juventud. María novia, enamorada, al igual que José. Viven la realidad del primer amor y la ilusión de compartir la vida. Comparten un proyecto común que compromete toda su existencia. Ambos pueden ser muy bien los modelos y los patronos de todo enamorado. Un buen ejemplo para nuestros jóvenes: María y José novios. La piedad cristiana no ha desarrollado esta dimensión de la Sagrada Familia, quizá por el respeto y la veneración que inspira la Madre. No es fácil imaginarse a María como novia. Sin embargo así fue. A pesar de lo que dicen los apócrifos, no podemos pensar que el enamoramiento de María y de José fuese pura apariencia o estuviese rodeado de circunstancias especiales. Se amaron sinceramente, con toda la fuerza que da un espíritu sensible y entregado.

Y este amor no fue obstáculo para que ambos fuesen totalmente de Dios. Al contrario, los ayudó en la vivencia de su fe y en la libertad de su entrega a Dios. José, el varón justo, y María, la llena de gracia, saben ser totalmente de Dios siendo enteramente el uno para el otro. Es más: el texto señala que para ellos la voluntad de Dios es lo primero, lo importante, por encima de costumbres o deseos personales. Están desposados y no conviven juntos. La ley de Dios no lo permite y para ellos la ley es el deseo amoroso del Padre, el amor de Dios sobre el que se fundamenta su amor. Esta es su opción fundamental: cumplir la ley, amar a Dios sobre todas las cosas, con todo su ser. Con su vida confirman que la llamada a la santidad es para todos los estados y para todas las situaciones, como nos recuerda el Vaticano II en el capítulo V de la "Lumen Gentium". Es posible amar a Dios en todas las realidades humanas.

Nada conocemos de la boda. Podemos pensar que se celebró como una más del pueblo, en fiesta y alegría. Incluso solía durar varios días. En Dios cabe todo lo humano. Es más, cuando está asegurado el amor a Dios cobra nuevo valor la dimensión humana de la persona. El hecho queda reafirmado desde la trascendencia del amor divino. San Agustín lo expresa diciendo "Ama a Dios y haz lo que quieras". Dios nos humaniza, nos lleva a ser hombres, a atender al hombre como persona.

• Reconocer a Dios actuando en los planes y en las normas que ha dado a los hombres.

• Reconocer que de Dios procede todo acto bueno, que es El mismo quien lo suscita en el corazón humano. Bendecirle por nuestro amor.

• Agradecer su presencia activa en cada persona, en el interior del hombre.

• Bendecirle por la cantidad de obras buenas que hacen los hombres en todos los lugares, de manera especial por la Iglesia.

• Alegrarse porque Dios está metido en las realidades humanas, en los sentimientos de los hombres, en nuestra casa.

• Pedirle que los cristianos no olvidemos nunca esta dimensión humana de la fe.

• Agradecer los sentimientos buenos y las cualidades de las personas con quienes vivimos, especialmente en la familia.

• Pedirle por los enamorados, por los jóvenes y por las familias.
Juan Pablo II, consciente del valor de la familia, nos recuerda: “La Iglesia, iluminada por la fe, … está íntimamente convencida de que sólo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia. En un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurando su plena vitalidad, así como su promoción humana y cristiana, contribuyendo de este modo a la renovación de la sociedad y del mismo Pueblo de Dios”. (Familiaris Consortio, 3)
En María y José se cumple plenamente el designio primero de Dios sobre la pareja humana. “Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. (Familiaris Consortio, 11)
Nuestro ser religioso engloba también ambas facetas: Dios como objeto y centro de la vida y la persona humana como sujeto. Ambas realidades son inseparables. Toda nuestra actividad es humana aunque el motivo sea espiritual. Cuántas veces, la gran dificultad de nuestra vida es el saber conjugar armónicamente ambos aspectos. Ahí está la tensión entre actividad y contemplación, tan frecuente en el vivir diario. Casi sin darnos cuenta, tendemos a hacer compartimentos estancos en la persona: una cosa es lo que damos a Dios y otra lo que ofrecemos a los hombres. Cristo nos recuerda que amar a Dios es amar a los hombres. Darse a Dios es darse a los hombres. Cada vez que miramos a Dios, El nos señala al hombre.

• Hablar con Dios de las dificultades que se experimentan para mantener tensa y viva la vida espiritual.

• Expresar el deseo de mantener viva la opción amorosa hacia El.

• Revisar las dicotomías que se dan en mí y las causas a que se deben. ¿Dios o el hombre? ¿Dios sin el hombre?. ¿El hombre sin Dios?

• Soy de Dios. Ver en qué pongo el acento y cómo lo expreso: ¿hacer?, ¿ser?...

No es fácil imaginarse a María, la llena de gracia, la elegida de Dios, acompañando enamorada a José. Sin embargo, ambos aceptan libremente el plan de Dios desde su realidad matrimonial, en un compromiso audaz y entregado, en ayuda mutua, en entrega y disponibilidad completa.
En su proyecto común matrimonial entra plenamente Dios. Sus vidas están ya capacitadas para ponerse a disposición del Hijo, de Cristo. “La comunión entre Dios y los hombres halla su cumplimiento definitivo en Cristo Jesús, el Esposo que ama y se da como Salvador de la humanidad, uniéndola a sí como su cuerpo. Él revela la verdad original del matrimonio, la verdad del «principio» y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo hace capaz de realizarla plenamente. Esta revelación alcanza su plenitud definitiva en el don de amor que el Verbo de Dios hace a la humanidad asumiendo la naturaleza humana, y en el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su Esposa, la Iglesia. En este sacrificio se desvela enteramente el designio que Dios ha impreso en la humanidad del hombre y de la mujer desde su creación; el matrimonio de los bautizados se convierte así en el símbolo real de la nueva y eterna Alianza, sancionada con la sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó. El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo propio y específico con que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se dona sobre la cruz”. (Familiaris Consortio, 13)
Quizá para nosotros tiene su importancia el orden con que se proceda. Desde Dios resulta más fácil organizar la vida, la actividad, el compromiso, la comunidad, la familia misma, que no procediendo al revés. De hecho, el verdadero compromiso surge desde El. Desde nuestra experiencia podemos ver que la dimensión activa y contemplativa de nuestro vivir se conjugan mucho mejor, cuando, deliberadamente, ponemos más atención a la dimensión contemplativa y tratamos de unir ambas desde la oración, desde el encuentro con Dios y con su Palabra, desde la exigencia interna que esto provoca en nosotros. Es más, cuando se resiente lo espiritual notamos que se hace más difícil y peligroso lo humano. Al igual que María y José hemos de aprender a conjugar ambas dimensiones.

• ¿En qué baso mis compromisos?

• ¿Tengo tiempo para todo, incluso para Dios?

• ¿Quién mantiene mi actividad?

• ¿Necesito de Dios para ser lo que soy, para hacer lo que hago?.

En nuestra vida familiar y comunitaria tenemos como referencias a la Santísima Trinidad, a la Sagrada Familia y a la familia humana. Multitud de detalles de nuestro vivir están tomados de la convivencia sana y natural entre personas que viven en familia, hijos de un mismo Padre y con un mismo empeño, sintiéndose y llamándose hermanos. María y José llegan a ser un "nosotros" ante Dios que da consistencia a su unión. El es quien la garantiza. Ellos nos ayudan para dar consistencia a nuestra familia, a la comunidad, hasta lograr también el "nosotros" que el espíritu de familia proclama cada día.

Que podamos repetir día a día el "nosotros" que prolonga el "fiat" de María en la obra redentora.

• Hoy quiere Dios manifestar su presencia en nuestra naturaleza. Quiere manifestarse vivo en nuestros anhelos, deseos, en la amistad, en la vida.

• Lo tuyo es lo espiritual. Que los hombres vean otros afanes distintos a los que manifiestan las personas que no tienen fe.

• Que la dimensión contemplativa de tu persona se refuerce en este día. Desde la fe, vive el encuentro con Dios en el encuentro con cada persona. Bendice a Dios por ello. Que puedan ver que Dios es Padre y es misericordia.


ORACION: Dios, Padre todopoderoso, que has querido poner tu morada en los hijos de los hombres, manifiesta con tu Espíritu la fuerza de tu presencia en nuestras vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.