Día 8. 7 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia


8.- EMIGRANTES EN EGIPTO. Mt. 2, 13-15.

Cuando se marcharon los Magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, cogió al niño y su madre de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto. (Mat 2, 13-15)

Se marchan los Magos. Es la manera de empalmar el relato de los Magos y el de la huída a Egipto. Nos coloca una aparición, en sueños, del ángel del Señor a José. Todo el relato suena un poco al Éxodo, a la historia de Moisés y a la historia del pueblo. Parece como si el evangelista quisiera transmitirnos la idea de que Cristo repite en su propia vida la experiencia del antiguo Israel, Él que personifica al nuevo Israel. Parece como si quisiera indicarnos que Cristo fue un segundo Moisés, más grande que él, salvado también de una orden de exterminio. Da pie para esta interpretación el texto de Oseas 11, 1 que introduce en el relato. En el primer supuesto, nos revela San Mateo que Cristo personifica al verdadero Israel. Y lo hace en el momento en que es reconocido y adorado por los Magos y rechazado por su pueblo. Israel en Egipto es perseguido en los niños que nacen. Hay una orden del Faraón de echarlos al Nilo.

Aquí Cristo es perseguido por la orden de exterminio decretada por Herodes. El tema es el mismo: Peligro para el Faraón y peligro para la realeza de Herodes. En ambos casos se trata de un rival del poderío humano.

Así como Moisés fue salvado él solo de la orden real, así también Cristo se salva él solo de la orden de Herodes. Así como Dios manda a Moisés que vaya a Egipto para liberar al pueblo, también le ordena a José que regrese a Judea para que Cristo pueda cumplir su misión. De esta manera nos coloca a Cristo como un segundo Moisés, legislador y salvador, pero mucho más grande, con un alcance definitivo en ambas funciones. El efecto de su acción llega a todos lo pueblos.

Llama la atención el que en el verso 13 diga "porque Herodes busca al Niño para matarlo" y el verso 20 diga: "porque han muerto los que atentaban contra la vida del Niño". Pasa de un singular a un plural. Y es que el verso 20 suena a la orden dada a Moisés (Ex. 4, 19): "vuelve a Egipto porque han muerto los que maquinaban tu muerte". A continuación el evangelista añade: "y se fue a la tierra de Israel" con claras resonancias al Éxodo. Es la única vez que aparece el nombre de Israel en todo el Nuevo Testamento.

En el relato aparece continuamente la Sagrada Familia como familia, tanto en los avatares de la vida como en la realización de los planes de Dios. Cristo se deja llevar. Son María y José quienes ejecutan definitivamente los designios de Dios para poder presentar a Cristo como el futuro Salvador y Legislador. Cristo protegido y defendido en su propia familia a través de aquellos que le aceptan. Deja hacer en la sombra, en el silencio y en la impotencia de un niño. María y José permanecen unidos en su destino a la persona de Jesús, solidarios en la persecución.

Hoy el Dios de la vida, nuestro Padre, nos invita, como a José en sueños, a cuidar la vida, a salvar la vida en la familia, a salvar la vida en la comunidad cristiana y en la comunidad educativa, porque hoy también “buscan al niño para matarlo”. En el siglo I Herodes, el poder político y social. Hoy, los mismos intereses, los mismos poderes sociales y políticos. Y siempre buscan matar al niño. No solamente a través del aborto, sería hoy la interpretación más simple. Aunque se acabasen todos los abortos, continuarían intentando matar al niño. ¿A qué niño? A ése que debe habitar dentro de nosotros y que Jesús proclama como necesario para entrar en el reino de los cielos. Es la sensibilidad espiritual. Ese niño que permite admirar la obra de Dios, que espera algo nuevo, que pone ojos de admiración ante lo sencillo, que dice lo que no es para expresar mejor lo que es. Ese niño que entiende las parábolas, cree en la gratuidad, confía, ama, canta, sonríe. Hoy buscan a ese niño para matarlo.
Se nos invita a cuidar la vida. Si preguntamos a alguien ¿dónde vives? Nos da una dirección, el lugar donde reside. Casi siempre confundimos vida con residencia. La vida se da allá donde hay algo que esperar, aunque no sepamos definir exactamente qué esperamos. Hay vida donde hay algo que celebrar, donde se festeja y se sonríe, donde lo cotidiano es importante, sin que tampoco sepamos decir exactamente por qué. Si esto falta, el lugar de residencia es el lugar donde se envejece, donde preparamos la jubilación, no el lugar donde se vive. Y la vida no hace distinción de edades.

En la familia aprendemos a situarnos en la vida, no en el envejecimiento. Cada gesto, cada palabra, cada mirada abre puertas de esperanza, ofrece impulsos de aliento, derrumba dificultades. En la familia se celebran acontecimientos aparentemente insignificantes porque la persona es siempre lo primero, cada persona es quien realmente vale, es lo único importante. En la familia cristiana se cuida la vida.

Dios humilde, hecho niño en familia, actuando silente, casi de puntillas, sin hacerse notar. Si la infancia alimenta la vida, es Dios mismo quien realmente alimenta la infancia, mucho más que la magia de los acontecimientos o nuestro propio esfuerzo.

Cristo también es el prototipo, la personificación de la comunidad, de la Iglesia. Es ante todo en la prueba, en la dificultad y en la persecución cuando necesita la unidad y el apoyo de sus miembros, en espíritu de familia, para que no perezca ni se asfixie en estas circunstancias. También aquí se encuentra Cristo en la misma actitud que tenía con María y José: callado, impotente, pero disponiendo por dentro las cosas, dando los ánimos y la unión que necesitan los miembros de la comunidad para seguir confiando en la roca. Superada la prueba, la comunidad (la persona) puede ponerse en marcha e ir a transmitir su misma experiencia de salvación vivida y recibida.

Cristo proclamado Legislador y Salvador por la comunidad. Mateo escribe sus datos después de haber visto la salvación realizada por Cristo y habiendo experimentado la libertad concedida al nuevo Israel. Es un testigo. “Seréis mis testigos” dice el Señor. En cristiano “soy” si “soy testigo”.Y el testigo da fe de lo que ha experimentado, de aquello que ha visto y oído. El testigo no juzga, porque no es juez; no condena ni absuelve. “No juzguéis” dirá el Señor. Tampoco defiende la causa con pasión ni emplea argumentos o trucos para encontrar contradicciones en el otro, para convencer con razonamientos. Esa es la tarea del abogado. Tampoco es el reo; no necesita culpabilizarse ni proclamar su inocencia ante nadie. El testigo cuenta sencillamente su experiencia vivida y con ello trata de convencer a quien le crea.

Nuestra comunidad tiene este mismo encargo: ser testigo, dar testimonio y proclamar la continuación de la misma salvación, recibida y experimentada en la gracia. No es la comunidad quien salva sino quien protege, presenta y anuncia al Salvador. Cristo no ha querido tener otro medio para llegar a los demás. Lo nuestro es reproducir la imagen de Jesús. Así la muerte del egoísmo en el hombre revela el misterio de Dios. Cristo al morir, ha perdido visibilidad pero no presencia. Esta visibilidad se la tenemos que prestar nosotros. Que El pueda utilizar nuestro ser, nuestra comunidad, nuestra familia. Es nuestra tarea existencial y apostólica.

También nos presenta Mateo la actitud del poder humano frente a Cristo. Herodes, personificación del poder, envía a los Magos a Belén para verificar el misterio de la estrella, les pide que le avisen para ir él también a adorarlo y ordena matar a los inocentes. El poder siempre utiliza la mentira y el engaño, vive de la sangre de los inocentes. Nunca se sacia. Cristo después advertirá que entre los suyos no debe ser así: “el que quiera ser el primero que sea vuestro servidor”. El poder del cristiano es el poder de Dios manifestado en el amor, en el servicio, en la entrega. Hay que ir en nombre de Dios. Conviene que revisemos nuestras posturas personales e institucionales de poder, de prestigio, de dominio hasta descubrir la mentira y el engaño que encierran y la sangre de inocentes que derraman. El poder humano vive de la sangre del pobre. El poder cristiano vive del amor al pobre.

Que el ejemplo de María y José, solidarios con Jesús, anime nuestra presencia y nuestra acción. Ellos siguen con nosotros. Que puedan dar hoy la misma respuesta que dieron en sus días a la orden del Padre. Que también el Padre guíe nuestra vida, nuestra comunidad, como guió la vida de la Sagrada Familia.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que has querido manifestarnos a través de la Sagrada Familia la unidad en el amor, derrama este mismo espíritu de unidad en nuestros corazones para que manifestemos también la presencia salvadora de tu Hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.