Catalina de Suecia, religiosa (a. 1381)
Mons. Romero de América (1980, San Salvador).
«¡Bendito sea el Rey que viene en nombre
del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!»
Bendición y procesión
X Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 19, 28-40
Jesús siguió adelante,
subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte
llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al
pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha
montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo
desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita.”»
Los enviados partieron y
encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños
les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El
Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno adonde
estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él
avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
Cuando Jesús se acercaba a la
pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría,
comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían
visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el
cielo y gloria en las alturas!»
Algunos fariseos que se
encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.»
Pero él respondió: «Les
aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
Reflexión
Para reflexionar
El pueblo de la Alianza busca la liberación. La esclavitud interna y externa a la que están sometidos los lleva a
buscar en Jesús el liberador. Las expectativas que depositan en él no
son siempre aquellas que el enviado de Dios viene a ofrecer.
Realidad de ayer y de hoy. La esclavitud y el ansia de liberación es
un pan de todos los tiempos. Individual y socialmente, el hombre clama por su
libertad. Sin embargo, el progreso ha propiciado nuevas esclavitudes, nuevas amenazas y
nuevos temores. La injusta distribución de las riquezas ha generado
inmensas muchedumbres privadas de los bienes esenciales para una vida digna y
humana. No es culpa del progreso. Pero al hombre le preocupa más hacer crecer
las cosas de su entorno que crecer él mismo. La deshumanización es obra del mismo hombre. La esclavitud no ha desaparecido; ha
cambiado de fisonomía. La esclavitud que provocan los grandes imperios económicos,
políticos que manejan el querer y el sentir global. La
esclavitud que genera poder económico y convierte en exportadores y agresores a
los países que lo poseen.
La esclavitud que provoca el poder de la tecnocracia, nueva clase dominante, centro de
decisiones muchas veces tomadas a favor y condicionadas por un materialismo
económico. La esclavitud que viven tantos grupos humanos sin autonomía plena por razones, históricas,
étnicas o sociales. La esclavitud de la mente y de los criterios de juicio controlados y
dominados por medios de comunicación social, por censuras, o por ideales de consumo.
La esclavitud de un relativismo que desintegra desde las raíces. Laesclavitud de la exclusión. La esclavitud de las dependencias
y adicciones creadas.
Todo esto constituye uno de nuestros mayores pecados, pecado en el que estamos inmersos, que nos oscurece la misma luz de la fe,
y nos esclaviza en nuestra capacidad de reacción, de lucha, dinamismo,
creatividad y libertad. Junto con estas esclavitudes existen los otros pecados y las otras
esclavitudes que encadenan también al hombre, tanto en el campo personal como en el de
las relaciones humanas. De todos ellos debemos liberarnos, siguiendo los pasos de
Cristo, con la fuerza de su Espíritu. Sus
medios “deben ser” los nuestros.
medios “deben ser” los nuestros.
El Domingo de Ramos, puerta de la Semana Santa , nos
sitúa ante un Jesús que afronta con humildad y valentía a la vez el
camino doloroso y triunfante de la liberación. Como Israel en su nacimiento, los que
siguen sus huellas, forman el éxodo, la gran marcha de liberación del hombre, hacia un cielo nuevo y una nueva tierra, en la que todos luchen por la verdadera
libertad, la que todos sean hermanos. Nadie que se diga cristiano puede
estar ausente en este camino y esta lucha hacia la vida plena; salvada y
salvadora.
Los judíos debían acudir a la ciudad santa
frecuentemente, para celebrar las fiestas religiosas. Los evangelios nos
hablan de la intención de Jesús de culminar su vida en Jerusalén. Allí se
tenía que llevar a cabo la salvación, según la esperanza de los judíos. Hoy se celebra la verdadera fiesta de Cristo
Rey.Pero su realeza no consiste simplemente en la posesión del dominio
universal, sino que ha sido conquistada al precio del sacrificio de su
vida. Ha alcanzado la realeza pasando por la Cruz. Ha alcanzado el pleno dominio gracias a la
obediencia perfecta a la voluntad del Padre. Nuestro Rey es un Rey doliente
que, en la total posesión de su imperio, conserva las cicatrices gloriosas de
las llagas.
Penetrar en el sentido de esta paradoja es una gracia
propia del domingo de ramos porque no recordamos solamente lo que pasó en otro
tiempo. Hoy se reactualiza la entrada triunfal de Jesús
a Jerusalén no de un modo histórico, sino sacramental; nos hacemos contemporáneos de
Jesús, trascendiendo el tiempo y el espacio. No somos espectadores
sino actores de esta acción sagrada en la cual revivimos
el misterio más grande de nuestra fe.
La fiesta de este día es también nuestra aclamación de Jesús como Mesías. Ser cristiano significa reconocer
que Jesús es el Cristo, el Mesías salvador. En este día lo hacemos
como comunidad en marcha, como Iglesia viva que camina por el mundo.
El ramo que hoy llevamos en nuestras manos es el signo exterior de que hemos optado por
seguir a Jesús en el camino hacia el Padre. La presencia de los ramos en nuestros
hogares es un recordatorio de que hemos vitoreado a Jesús, nuestro Rey, y
lo hemos seguido hasta la cruz, de modo que seamos consecuentes con nuestra fe
y sigamos y aclamemos al Salvador
durante toda nuestra vida.
durante toda nuestra vida.
En procesión manifestamos lo que significa para
nosotros ser Iglesia: un pueblo peregrino que camina por el mundo como protagonista de una historia
de salvación. Confesar a Jesús como el Mesías significa
trabajar en el mundo para que se haga realidad su proyecto: el reino de Dios entre nosotros y
en la historia de cada día. Nuestra vida cristiana no es una cuestión de
palabras. Confesar a Jesús como Mesías, significa asumir un compromiso con su proyecto
humanizador y salvador. Impregnar nuestro mundo con los ideales de
Jesucristo, edificar una comunidad que vive ya en la base los grandes
ideales del evangelio.
Para volver a comprender el sentido profundo de nuestra fe
que reconoce en Jesús al Mesías, necesitamos volver a enamorarnos de los
ideales del Señor: amor, servicio, perdón. Entusiasmarnos con los secretos profundos que él nos reveló: que Dios, su Padre, nos invita a amar la vida, a superar la
tentación de la violencia, a amar a los demás, a superar la realidad de
la injusticia.
Para discernir
¿A qué Jesús sigo?
¿Lo aclamo con mis actos de cada día?
¿Dejo que reine en mi corazón y en todos mis
ambientes?
Repitamos a lo largo de este día
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me Has abandonado?
Para la lectura espiritual
Esta semana en que los creyentes meditamos y celebramos
la muerte y resurrección de Jesús puede ser buena ocasión para escuchar
de manera renovada la llamada evangélica a «tomar la cruz» .
Antes de nada, hemos de recordar que el dolor y la
enfermedad, los conflictos y tribulaciones de la vida no los ha inventado
Cristo ni la teología cristiana. Están ahí como parte integrante de
nuestra existencia. Tarde o temprano, todos hemos de enfrentarnos al
sufrimiento y la prueba.
Por otra parte, cuando Jesús nos llama a “tomar la
cruz”, no nos está invitando a procurarnos una vida todavía más dolorosa
y atormentada, añadiendo nuevo sufrimiento a nuestro vivir diario. «Tomar
la cruz» es descubrir cual es la manera más acertada y sana de vivir ese
sufrimiento que ha de aceptar quien quiere ser humano hasta el final.
El sufrimiento no tiene ningún valor en sí mismo. Es
una experiencia negativa que ningún hombre sano ha de buscar
arbitrariamente y sin necesidad. Pero al mismo tiempo, es una experiencia
ante la cual hemos de tomar postura. Y es aquí donde el cristiano acude
al Crucificado para aprender a vivir de manera humana los diferentes
sufrimientos.
Hay, en primer lugar, un sufrimiento que forma parte
de nuestra condición humana, siempre frágil y caduca. Todos estamos
expuestos al dolor y la enfermedad. Todos vivimos amenazados por la
desgracia y la muerte. «Tomar la cruz» significa, entonces, vivir esa
experiencia dolorosa siguiendo de cerca a Cristo, sostenidos por una confianza
absoluta en un Dios que, incluso en los momentos más oscuros, está junto
a nosotros y de nuestra parte.
En segundo lugar, hay un sufrimiento inevitable en
todo aquel que busca renovarse y crecer de manera positiva. Estamos tan
arraigados en un egoísmo enfermizo que todo aquel que desea liberarse y
ser cada día más humano, debe aceptar el precio que exige esa superación
constante. «Tomar la cruz» significa, entonces, asumir y trabajar
gozosamente nuestra conversión aceptando las renuncias y sacrificios que nos
llevarán a una vida más plenamente humana.
En tercer lugar, hay un sufrimiento que es resultado
de una trayectoria fiel a Cristo y de un compromiso inquebrantable por el
evangelio. «Tomar la cruz» significa, entonces, aceptar pacientemente el
rechazo, el descrédito o la persecución que nos pueden llegar como
consecuencia del seguimiento a Cristo, sabiendo que el destino de quien trata
de humanizar la vida como Jesús es compartir también con él la
crucifixión.
Pero la cruz no es el último destino de quien sigue a
Cristo. Si los cristianos asumimos esa cruz inevitable en todo aquel que
se esfuerza por ser él mismo más humano y por construir un mundo más
habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y de
nosotros el mal y el sufrimiento. A una vida crucificada como la de Jesús sólo
le espera resurrección.
JOSE ANTONIO PAGOLA
MISA DE LA PASION
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías 50,
4-7
El mismo Señor me ha dado una
lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra
de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un
discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo
no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis
mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me
ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi
ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el
pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
(R.: 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
Los que me ven, se burlan de
mí,
hacen una mueca y mueven la
cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él
lo libre;
que lo salve, si lo quiere
tanto.» R.
Me rodea una jauría de
perros,
me asalta una banda de
malhechores;
taladran mis manos y mis
pies.
Yo puedo contar todos mis
huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes
lejos;
tú que eres mi fuerza, ven
pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis
hermanos,
te alabaré en medio de la
asamblea:
«Alábenlo, los que temen al
Señor;
glorifíquenlo, descendientes
de Jacob;
témanlo, descendientes de
Israel.» R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de
Filipos
2, 6-11
Jesucristo, que era de
condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía
guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición
de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le
dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble
toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame
para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 22, 14-23, 56
He deseado ardientemente comer esta Pascua con
vosotros
antes de mi pasión
C. Llegada la hora,
Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
X «He deseado
ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les
aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el
Reino de Dios.»
C. Y tomando una copa,
dio gracias y dijo:
X «Tomen y compártanla
entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la
vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
Haced esto en memoria mía
C. Luego tomó el pan,
dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
X «Esto es mi Cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
C. Después de la cena hizo
lo mismo con la copa, diciendo:
X «Esta copa es la
Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.»
¡Ay de aquel que va a entregar al Hijo del hombre!
X «La mano del traidor
está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que
le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!»
C. Entonces comenzaron
a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
Yo estoy entre vosotros como el que sirve
C. Y surgió una
discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.
X Jesús les dijo: «Los
reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el
pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al
contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que
gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa
o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy
entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han
permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la
realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y
beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de
Israel.»
Tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos
X «Simón, Simón, mira
que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado
por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a
tus hermanos.»
C. Pedro le dijo:
S. «Señor, estoy
dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.»
C. Pero Jesús replicó:
X «Yo te aseguro, Pedro, que
hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces.»
Debe cumplirse en mí la palabra de la escritura
C. Después les dijo:
X «Cuando los envié sin
bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?»
C. Respondieron:
S. «Nada»
C. El agregó:
X «Pero ahora el que
tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también;
y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les
aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura : Fue contado
entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí.»
C. Ellos le dijeron:
S. «Señor, aquí hay dos
espadas.»
C. El les respondió:
X «Basta.»
En medio de la angustia, él oraba más intensamente
C. En seguida Jesús
salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus
discípulos. Cuando llegaron, les dijo:
X «Oren, para no caer
en la tentación.»
C. Después se alejó de
ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas,
oraba:
X «Padre, si quieres,
aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
C. Entonces se le
apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él
oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta
el suelo.
Después de orar se levantó,
fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la
tristeza. Jesús les dijo:
X «¿Por qué están
durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación.»
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Todavía estaba
hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno
de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
X «Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?»
C. Los que estaban con
Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron:
S. «Señor, ¿usamos la
espada?»
C. Y uno de ellos hirió
con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero
Jesús dijo:
X «Dejen, ya está.»
C. Y tocándole la
oreja, lo curó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia
del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:
X «¿Soy acaso un ladrón
para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el
Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las
tinieblas.»
Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
C. Después de
arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de
lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y
Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró
fijamente y dijo:
S. «Este también estaba
con él.»
C. Pedro lo negó
diciendo:
S. «Mujer, no lo
conozco.»
C. Poco después, otro
lo vio y dijo:
S. «Tú también eres uno
de aquellos.»
C. Pero Pedro
respondió:
S. «No, hombre, no lo
soy.»
C. Alrededor de una
hora más tarde, otro insistió, diciendo:
S. «No hay duda de que
este hombre estaba con él; además, él también es galileo.»
C. Dijo Pedro:
S. «Hombre, no sé lo
que dices.»
C. En ese momento,
cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró
a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que
cante el gallo, me habrás negado tres veces.» Y saliendo afuera, lloró
amargamente.
Profetiza, ¿quién te golpeó?
C. Los hombres que
custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro, le decían:
S. «Profetiza, ¿quién
te golpeó?»
C. Y proferían contra
él toda clase de insultos.
Llevaron a Jesús ante el tribunal
C. Cuando amaneció, se
reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y
los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron:
S. «Dinos si eres el
Mesías.»
C. El les dijo:
X «Si yo les respondo,
ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante,
el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso.»
C. Todos preguntaron:
S. «¿Entonces eres el
Hijo de Dios?»
C. Jesús respondió:
X «Tienen razón, yo lo
soy.»
C. Ellos dijeron:
S. «¿Acaso necesitamos
otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca.»
C. Después se levantó
toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
No encuentro en este hombre ningún motivo de condena
C. Y comenzaron a
acusarlo, diciendo:
S. «Hemos encontrado a
este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los
impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías.»
C. Pilato lo interrogó,
diciendo:
S. «¿Eres tú el rey de
los judíos?»
X «Tú lo dices.»
C. Le respondió Jesús.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
S. «No encuentro en
este hombre ningún motivo de condena.»
C. Pero ellos
insistían:
S. «Subleva al pueblo
con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.»
C. Al oír esto, Pilato
preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a
la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se
encontraba en Jerusalén.
Herodes y sus guardias lo trataron con desprecio
C. Herodes se alegró
mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído
decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo
muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre
tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con
vehemencia.
Herodes y sus guardias,
después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un
magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y
Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato entregó a Jesús al arbitrio de ellos
C. Pilato convocó a los
sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:
S. «Ustedes me han
traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo
interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los
cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este
tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después
de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero la multitud
comenzó a gritar:
S. «¡Qué muera este
hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!»
C. A Barrabás lo habían
encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la
palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían
gritando:
S. «¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!»
C. Por tercera vez les
dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho
este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un
escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero ellos insistían
a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más
violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en
libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y
homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Cuando lo llevaban,
detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la
cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un
buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero
Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
X «¡Hijas de
Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los
senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a
las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si
así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?»
C. Con él llevaban
también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Cuando llegaron al
lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su
derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
X «Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen.»
C. Después se
repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
Este es el Rey de los judíos
C. El pueblo permanecía
allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
S. «Ha salvado a otros:
¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»
C. También los soldados
se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:
S. «Si eres el rey de
los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»
C. Sobre su cabeza
había una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
C. Uno de los
malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. «¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro lo
increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena
que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero
él no ha hecho nada malo.»
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de
mí cuando vengas a establecer tu Reino.»
C. El le respondió:
X «Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era alrededor del
mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres
de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito,
exclamó:
X «Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu.»
C. Y diciendo esto,
expiró.
Aquí todos se arrodillan, y
se hace una breve pausa.
C. Cuando el centurión
vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
S. «Realmente este hombre
era un justo.»
C. Y la multitud que se
había reunido para contemplar el espectáculo, al verlo sucedido, regresaba
golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado
desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro cavado
en la roca
C. Llegó entonces un
miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido
con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea,
y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de
Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en
un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
Era el día de la Preparación
, y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido
de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo
había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes,
pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Las lecturas nos centran en el modelo del camino pascual, Cristo Jesús, el Siervo de Yahvé,
solidario con sus hermanos, que se entrega hasta la muerte que va a pasar, a través de la
muerte, a la nueva vida:, y así salva a toda la comunidad.
El evangelio de Mateo es la cumbre del mensaje de hoy:
la comunidad escucha una vez más, desde la fe y la admiración, el camino que ha
seguido Jesús a la cruz y a la resurrección. Un camino serio, solidario, prototipo de
todo el dolor de la humanidad y también del estilo con que Dios ha asumido
nuestro mal y nos ha querido salvar por el perdón y el amor.
Las tres lecturas nos muestran la seriedad del dolor
de Cristo, y de su aceptación de la cruz. Cristo se ha solidarizado con nuestra
condición humana hasta la profundidad de la misma muerte.
Pero también hay un tono de esperanza. El Siervo se siente apoyado por
Dios: “Mi Señor me ayudaba… y sé que no quedaré avergonzado”. En
el poema de Pablo se asegura: “Dios lo levantó sobre todo…”
Acompañar a Cristo en su Semana Santa supone los dos
aspectos: la muerte y la resurrección, el dolor y la alegría, la entrega y el
premio. Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua en nuestra existencia, aceptando con
fidelidad el esfuerzo de ser cristianos y alimentando una confianza absoluta en el
Dios que es Padre lleno de amor, y cuyo última palabra no es la muerte,
sino la vida, como en Jesús. Desde la cruz de Cristo, Dios es
compañero del hombre hasta la muerte. No es ya un Dios impasible, que contempla
de lejos nuestras tragedias y que nada quiere hacer para aliviar nuestros
sufrimientos. Por la Cruz de Cristo, se nos revela que Dios está
siempre a nuestro lado, que calla y acepta sufrir hasta el final toda amargura,
que vence la violencia con el amor y el perdón, que vence la misma
muerte. Si lo acompañamos a la cruz, también participaremos de su nueva
vida de Resucitado.
Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua como
Iglesia. En ella continúan los dolores de Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la lucha contra el mal. En ella debemos recoger todos los
sufrimientos de los hombres, causados en último término por el pecado, y,
luchando esperanzadamente contra los egoísmos y las faltas de amor siendo signo
de la gran compasión de Dios. No hay ningún dolor humano que pueda ser ajeno a
la Iglesia.
La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres
que sufren cualquier clase de dolor físico o moral: hambre
y desnudez, pobreza y abandono, tristeza, desesperación, falta de comprensión y
amor. Continúa, de modo especial, en todos los hombres que son víctimas del
odio de los demás hombres. Esto significa, en último término, que el único signo válido de la lucha de los
cristianos contra el pecado es la “compasión” efectiva de todo el inmenso dolor de la
humanidad.
Jesús en la cruz ha destruido el mal profundo de los hombres. Con su entrega ha destruido nuestra incapacidad para amar
de verdad, con un amor de generosa donación y no de posesión
egoísta. Jesús tendido en la cruz ha rehecho los puentes entre el Padre y los
hijos dispersos. Nos ha reconciliado. El ha vencido por nosotros; El ha iniciado la humanidad
salvada y salvadora.
El Padre que ha resucitado victorioso a Jesús, que lo
ha acogido con alegría como el primero de muchos hermanos; en Él todos
hemos sido ya, en la certeza que nos da esperanza, acogidos y resucitados.
Para rezar
LO SABES, SEÑOR
Que con tu entrada en Jerusalén, con asno incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas
Que, los que hoy te aclaman, y te exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus hazañas,
tus palabras y tu consuelo
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el “reo de muerte”
LO SABES, SEÑOR
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad sin fisuras
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte conocido
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la vida
LO SABES, SEÑOR
Que, el arco de triunfo que hoy levantamos
pronto lo brindaremos al mejor postor
a los simples reyes de la tierra
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden
nos alejan de Ti y nos apartan de tu Gracia
LO SABES, SEÑOR
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano
y sí esculpida en cruz que produce vértigo y llanto
LO SABES, SEÑOR
Que nuestro sí, mañana será un no
Que nuestros cantos, se convertirán en silencios
Que nuestros vítores, darán lugar a deserciones
Que nuestros gritos, se tornarán en timidez
LO SABES, SEÑOR
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de sufrimiento
de sacrificio, prueba y muerte…
pero con redención final
LO SABES….SEÑOR
Javier Leoz
LECTIO DIVINA
¡Bendito el
que viene en nombre del Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas
19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita."»
Los enviados partieron y
encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños
les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El
Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno
adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.
Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
Cuando Jesús se acercaba a
la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría,
comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían
visto. Y decían:
«¡Bendito sea el Rey que
viene
en nombre del Señor!
¡Paz en el cielo
y gloria en las alturas!»
Algunos fariseos que se
encontraban entre la multitud le dijeron:
«Maestro, reprende a tus
discípulos.»
Pero él respondió:
«Les aseguro que si ellos
callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías
para la lectura:
Lucas es el evangelista de
la oración. Abordemos este año el relato de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.
La entrada de Jesús a
Jerusalén en Lucas se realiza en medio de la celebración festiva de “la
multitud de los discípulos” (19,37b). Notamos tres detalles que la
caracterizan:
1. El sentimiento de
alegría: “Llenos de alegría”
2. Las forma como la expresan:
“A grandes voces” (=gritos)
3. El contenido: “Se
pusieron a alabar a Dios”
Veamos aspectos
sobresalientes del contenido de la oración.
Una oración que da
testimonio
La oración de los
discípulos parece intentar resumir lo que han visto a lo largo de su caminar
con Jesús; en la práctica, esta oración es un testimonio del acontecer del
Reino, en lo inédito del ministerio de Jesús: “¡Dichosos los ojos que ven lo
que veis!” (10,23-24). El primer testimonio de los discípulos en los Hechos
de los Apóstoles consistirá en proclamar a todo el mundo “las maravillas de
Dios” (Hechos 2,11).
Esta alabanza es ante todo
un reconocimiento agradecido a Dios, o sea, al Padre como fuente de la obra
realizada por Jesús. Ya antes se había dicho que en Jesús “Dios ha visitado a
su pueblo” (7,16). Ahora se alaba a Dios con mayor precisión “por todos los
milagros (=obras de poder) que habían visto” (19,37).
1.2.
Una oración que aclama al Mesías
El evangelista Lucas nos
dice con qué palabras se expresaba la alabanza de los discípulos:
“¡Bendito el Rey que viene
/ en nombre del Señor! / Paz en el cielo y gloria en las alturas” (19,38; Lucas
omite la aclamación “Hosanna” incomprensible para un lector que no sea judío).
Como puede verse, se trata de dos aclamaciones que se han juntado.
Bendito el que viene…Se
trata de una cita del Salmo 118,26, la cual era bien conocida en la liturgia
del Templo de Jerusalén. Con esta aclamación se recibían a los gozosos
peregrinos en el momento de su ingreso al Templo.
En labios de los
discípulos aparece una palabra que no estaba en el texto original del Salmo:
¡Rey!, “Bendito el Rey que viene…”. En realidad esto no hace más que
interpretar el sentido genuino del saludo, el cual en principio era dirigido al
rey, en los tiempos de la monarquía, cuando él se aproximaba al Templo para
hacer la oración. Para los tiempos mesiánicos Zacarías 9,9 había profetizado:
“¡Exulta sin freno, hija de Sión, / grita de alegría, hija de Jerusalén! / He
aquí que viene a ti tu rey:…”. Antes de la entrada a Jerusalén, la última
enseñanza de Jesús había sido la parábola de uno que había viajado a recibir la
investidura real (ver 19,15). Así Jesús anunció la llegada próxima de su
reinado (ver 19,11) y también el rechazo que recibiría (ver 19,27).
Durante el viaje a
Jerusalén, Jesús había profetizado que el pueblo de Jerusalén cantaría el
“Bendito el que viene…” (13,35). Aquí no lo hace todo el pueblo sino apenas los
discípulos, ellos anticipan su cumplimiento y las suyas son las primeras voces
de un canto que debe abarcar a Jerusalén y al mundo entero.
Paz en el cielo…
La segunda parte de la
oración retoma el canto de los ángeles en la noche de la navidad (ver 2,14). La
alabanza referida dos veces hacia lo alto (“en el cielo… en las alturas”) es un
grito de gratitud a Dios por la venida del Rey-Mesías a quien se le había
llamado “Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5).
La primera vez habían sido
los ángeles, ahora son los discípulos. Puede verse cómo con la aclamación de
los discípulos la oración se vuelve circular: primero la aclamación venía del
cielo hacia la tierra, ahora va de la tierra hacia el cielo.
Pero hay que notar un
detalle, se trata de un pequeño cambio en el texto: ya no es “paz en la tierra”
sino “paz en el cielo”. No es que el cielo necesite paz, sino que es de allá
que proviene, y allá es celebrada.
La “paz” en Lucas es
signo de la salvación de Dios, pues si bien ésta ha sido enviada desde el cielo
en la persona de Jesús, todavía no ha llegado a Jerusalén, quien de hecho la
rechazará (“¡Si tú también conocieras en este día el mensaje de paz! Pero
ahora ha quedado oculta a tus ojos”, 19,42). Durante la pasión de Jesús,
Herodes y Pilato harán las paces (ver 23,12) y desde la Cruz de Jesús vendrá la
reconciliación entre Dios y los hombres. Esto se recordará en la predicación
misionera: “Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la
Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos” (Hechos
10,36). Es así como la venida del Reino conduce a la paz.
Una oración imposible de
callar
El fervor de los
discípulos escandaliza a los fariseos. La reacción negativa, “Maestro, reprende
a tus discípulos” (19,39), deja ver la importancia de esta escena de
oración:
1. La aclamación de los
discípulos es un reconocimiento de Jesús como el Mesías enviado por Dios. Es
lógico que aparezcan adversarios que no estén de acuerdo.
2. La aclamación de los
discípulos parece extravagante para este grupo piadoso: demasiada explosión de
sentimientos les parece inadecuada.
Pero Jesús considera que
la advertencia es inaceptable: “Os digo que si éstos callan gritarán las
piedras” (19,40). Jesús admite la verdad de la aclamación mesiánica. Además,
con este dicho que nos recuerda otro de Habacuc 2,11, Jesús deja entender que
la alabanza es incontenible, quien experimenta la salvación no puede guardar
silencio, y esto es precisamente lo que testimonian sus discípulos.
2.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø ¿Cómo
aclamas tú la llegada del Señor a tu vida?
Ø ¿Te
es fácil adorar públicamente a Dios?
Ø ¿Quiénes
desean hoy callar las voces de quienes siguen a Cristo?
3.
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
El Señor quiere también
entrar triunfalmente a tu corazón, posesionarse de él y colmarlo con su amor,
¿Qué le respondes?
Tú entras, Amado Señor, en
la gran Ciudad, como Rey, pero no como cualquier Rey mundano.
Si tú aceptas los hosannas
de la multitud de tus seguidores es porque tú tienes compasión de esta gente
buena y sencilla, cargada de problemas, de fatigas y de inquietudes, que busca
la paz y la gloria que vienen de lo alto.
A todos ellos les abres
horizontes de esperanza en cada uno de tus pasos.
Tú entras, Jesús, en la
gran Ciudad, para sellar la Alianza definitiva entre Dios y la humanidad.
Desde la Cruz quieres
darnos el gran abrazo del Padre, desde allí nos ves como pequeños que necesitan
ser sanados con paciencia y amabilidad de nuestros vacíos, resistencias,
temores, violencias, ambigüedades.
Subes a ella, no para
condenarnos sino para dignificar nuestra vida con tu benevolencia, tu
confianza, tu afecto.
Recordar hoy tu entrada en
Jerusalén, Señor, significa para nosotros dejar que tu misterio entre en lo más
profundo de nuestra vida, para que allí hagas tu obra. Amén.
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
La Palabra que meditamos
hoy nos muestra a la gente que reconoce a Jesús como rey de sus vidas, unidos a
ellos repitamos:
“Bendito tú, nuestro Rey
que vienes en el nombre del Señor”
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Qué me falta para recibir al Rey de reyes en mi vida?
Ø ¿He cumplido con lo que me propuse para la cuaresma?
Ø ¿Tengo planeado el tiempo para vivir a plenitud esta
Semana Santa que empieza?
Gentileza Lectionautas.
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