28 de marzo de 2013 – JUEVES SANTO
“… se levantó de
la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego
echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura.”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Éxodo 12, 1-8. 11-14
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: «Este mes será para
ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la
comunidad de Israel:
“El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para
cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal
entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la
elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que
cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o
cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del
crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después
tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de
la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada
al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el
bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus
primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los
dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al
verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador,
cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta
en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una
institución perpetua.”»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: cf. 1Cor 10, 16)
R. El cáliz
que bendecimos es la comunión de la Sangre de Cristo.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Corinto 11, 23-26
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo
siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo
partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en
memoria mía.»
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la
Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en
memora mía.»
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del
Señor hasta que él vuelva.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san
Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar
de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el
mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo
de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto
todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de
la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego
echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los
pies a mí?»
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero
después lo comprenderás.»
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!»
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.»
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza!»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies,
porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no
todos.» El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos
ustedes están limpios.»
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les
dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro
y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro,
les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Después de haber experimentado la humanidad tantos
fracasos, ¿Podemos esperar un nuevo amanecer
para el mundo, una transformación de nuestras costumbres y relaciones, un
surgir de la paz que sea fruto de la verdad y la justicia?
El ritual de la Pascua es la memoria
histórica del pueblo de Israel que, esclavo en Babilonia, quiere responder a
los anhelos de libertad. Al principio, la Pascua y los Panes ázimos eran dos
fiestas distintas. La Pascua, de origen
preisraelita, era una fiesta de pastores para
celebrar, en la primavera, el nacimiento de las ovejas, y utilizaban la sangre
para ahuyentar a los malos espíritus; la de los
ázimos, era una fiesta
agrícola que comenzó a ser celebrada, cuando
Israel entró en la tierra prometida y solamente después, de la reforma de
Josías, fue integrada a la Pascua.
La liberación de los antepasados de
Egipto, era el comienzo de una nueva vida. El compartir será el pilar de esta
nueva sociedad. La Pascua es el fin de los
días de opresión, días de hierbas amargas. El pueblo
tiene apuro, no hay tiempo que fermente la masa para el pan y está preparado
para el viaje que lo llevará fuera de la esclavitud. Pascua es la gran fiesta
de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la
sangre del cordero juega una función redentora. Pero la salvación, a medida que se
desarrolla la revelación, será salvación del pecado.
***
“Habiendo amado a los suyos que estaban en
el mundo, los amó hasta el extremo”
Jesús se reúne
con sus discípulos. La cena de aquella noche era la cena del
pueblo liberado, la gran fiesta
del pueblo de Israel que se reunía para repetir y
volver a hacer presente que el Señor, con brazo poderoso, liberó las débiles
tribus hebreas de la esclavitud del faraón. El Señor
había hecho suya la causa de los pobres, para hacerlos
salir hacia una nueva tierra, una tierra
que había de ser construida en la solidaridad, en
la justicia, en la fraternidad.
La carne de aquel cordero, asada y comida
sin perder tiempo, las verduras amargas de la aflicción, son los signos repetidos
año tras año, que le recuerda al pueblo quién es el
Dios en quien hay que creer, quién es el Dios verdadero.
Jesús y los
discípulos, seguramente desde pequeños, han celebrado este memorial, y han
repetido la memoria del Dios que libera, del Dios que siempre se coloca a favor
de los débiles. Pero esta noche, el memorial de la
liberación está tomando un sentido nuevo, un significado
distinto, porque en el horizonte cercano, se
vislumbra ya la muerte, el término de aquella historia de entrega total, de
anuncio de una nueva manera de vivir, de proclamación del amor infinito de Dios
para todos los hombres.
El evangelio de Juan no habla de la
Eucaristía como lo hacen los sinópticos. Para Juan, la Nueva Pascua tendrá
como fundamento el amor y el servicio. En este
contexto, como primer gran signo; Jesús se
levanta de la cena y se pone a lavar los pies a los discípulos.
La vida entera de Jesús está resumida en
este gesto : sus palabras,
sus milagros, su amistad con los pecadores, su llamada a la conversión, su
defensa de la verdadera vida humana, su simplicidad y su fuerza, su muerte,
toda su vida es vida de comunión con los hombres, de servicio.
“Habiendo amado a los suyos que estaban en
el mundo, los amó hasta el extremo”.
El gesto de Jesús tiene la cruz en el
horizonte. Se quita el manto, así como le
serán quitados los vestidos, los amigos e incluso su vida misma, en la última y
más grande manifestación de su amor. El lavado ritual de los pies
para purificarlos, que habitualmente hacían los esclavos, es eco de todo el
evangelio: la purificación
del leproso, la liberación del endemoniado, la curación del ciego, la
resurrección del joven, la libertad vivida y comunicada. La vida
entera de Jesús, su muerte y resurrección, han sido
la purificación del hombre, la recuperación de nuestra vida, la liberación de
nuestras esclavitudes, la nueva realización de la paz, la alegría, la
esperanza, la libertad fundadas en un amor de servicio. La purificación para
poder sentarse a la Mesa del Reino, donde los
hombres se sirven unos a otros; la humanidad
renovada en el amor.
Los que quieran ser sus discípulos también
tienen que hacerlo. Es la primera respuesta a aquella pregunta que, ante este
gesto y el anuncio de su muerte, anidaba en el corazón de los discípulos. La muerte de
Jesús, muestra cuál es la manera de vivir
que realmente merece la pena: poner la vida
entera a los pies de los demás, al servicio de los demás. Él lo hizo
totalmente: su cruz constituye el testimonio definitivo.
Y después, Jesús, realiza otro
gesto. Toma pan, toma el vino, y lo parte y lo reparte a sus discípulos y nos
invita a repetir esta comida, y a reconocer su presencia
permanente, viva, activa, transformadora para
todos.
Es la segunda respuesta a la pregunta
sobre el sentido de su muerte. En ese gesto de amor tejido sobre el pan y el
vino: el alimento y la alegría, la carne y la sangre; Jesús, se deja a sí
mismo para permanecer siempre con los suyos, para que nunca se encuentren solos
ni desamparados en medio del duro combate de la vida y reciban fuerza
para amar y entregarse hasta la muerte.
El pasado se mantiene vivo y nos proyecta
hacia el futuro.
Con el lavatorio de los pies, Jesús nos muestra quién es Dios; no el soberano sentado en un trono lejano, sino el Dios que en Jesús se ha puesto al servicio del hombre. Con el gesto de lavar los pies, Jesús ha elevado al hombre hasta Dios, ha hecho a todos iguales y libres. Sus discípulos tendremos la misma misión: crear una comunidad de hombres iguales y libres. El poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder humano, que no es un valor, al que Él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
Con el lavatorio de los pies, Jesús nos muestra quién es Dios; no el soberano sentado en un trono lejano, sino el Dios que en Jesús se ha puesto al servicio del hombre. Con el gesto de lavar los pies, Jesús ha elevado al hombre hasta Dios, ha hecho a todos iguales y libres. Sus discípulos tendremos la misma misión: crear una comunidad de hombres iguales y libres. El poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder humano, que no es un valor, al que Él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
Jesús, desde este nuevo mandamiento y
desde su presencia en los dones de pan y vino, le dejó a la comunidad de sus
discípulos la posibilidad de vivir siempre la nueva alianza con
el Dios Salvador, como realización del Reino
definitivo que había anunciado y realizado. La experiencia comunitaria
vivida originalmente por los discípulos es entrar en el destino histórico de
Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que se
realiza definitivamente en la manifestación
suprema del amor hecho servicio generoso y
cotidiano.
Jesús que expresó la grandeza de
su amor con su propia vida, nos muestra la medida
del verdadero amor. La medida de nuestro amor a los demás es
la medida en que Jesús nos ha amado y
esto que parece imposible se puede hacer realidad si nos identificamos con Él
.
.
Cuando nos reunimos y comemos este pan y
bebemos este cáliz, proclamamos a Jesús, muerto por amor, vivo para siempre a
nuestro lado, fuerza para nuestro camino de hombres y mujeres que
queremos seguirlo y seguimos buscando un mundo y una vida distinta.
Comulgar con Cristo, supone
comprometerse como Él a aceptar el papel de servidores en
favor de todos. Para el discípulo, la construcción
de un mundo solidario y justo está esencialmente ligada con la celebración de
la Eucaristía. Sin justicia no hay Eucaristía, y no hay justicia que redima sin
Eucaristía que la sostenga.
El amor de Jesús es el mismo amor con que
Dios ama a los hombres; Dios ama a los hombres “lavándoles
los pies”. El Dios que nos muestra Jesús es
un Dios servidor de los hombres, que acepta
estar por debajo de éstos para, desde abajo, poder levantarlos, elevarlos.
En esta nueva humanidad, todos los hombres son igualmente señores, porque
todos son igualmente servidores; y quien quiera
ser discípulo no tiene otra tarea que continuar
sirviendo para continuar creando condiciones de libertad, de igualdad, de
fraternidad entre todos los hombres.
La comunidad cristiana verdadera, se
define por su capacidad de servicio, y no por la grandeza de sus
estructuras, ni por el brillo de sus logros. Sentirse
hermano del otro, es sentir la alegría del
servicio que nunca es humillación, sino verdadera
grandeza. El servicio, vivido desde la
fraternidad, convierte al cristiano en otro Jesús y la vida
diaria en manifestación del Reino.
Para discernir
¿Vivo cotidianamente la unidad entre el
gesto del lavado de los pies, la Eucaristía y la muerte de Jesús en la Cruz?
¿Qué servicios concretos me está pidiendo
Jesús en este momento de mi vida?
¿Qué gestos concretos de amor humilde y
servicial podría hacer para aliviar el dolor de mis hermanos que sufren y para
dar repuesta a sus necesidades?
Repitamos a lo largo de este día
…Nos ha dado el ejemplo, para que nosotros
hagamos lo mismo…
Para la lectura espiritual
…El día de Jueves Santo se celebra la
memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su
cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de
nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa
humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan
ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos
arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente,
cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos
unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como
María Magdalena cuando lo encontró en el
huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más
extrañeza.
El día de Jueves Santo [...] evocamos
también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a
lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina
bondad. Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus
discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con
nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y
nuestras plegarias.
Si esta bondad divina puede
manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar
esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la
misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad
cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y
al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad…
B. Hume, EI misterio y el
absurdo, Casale Monf. 1999, 107s.
Para rezar
Jesús Cristo, Cordero de Dios, que quitas
los pecados del mundo;
Ten piedad de nosotros.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, nos ponemos en oración;
inclinamos toda nuestra vida delante tuyo.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, tócanos con tu amor.
Ten piedad de nosotros.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, nos ponemos en oración;
inclinamos toda nuestra vida delante tuyo.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, tócanos con tu amor.
Y en tu gracia permite que de tal manera
participemos del pan y del vino;
Que seamos más semejantes a vos.
Jesús Cristo, Cordero de Dios,
Que seamos más semejantes a vos.
Jesús Cristo, Cordero de Dios,
queremos compartir el pan y el vino
como vos lo hiciste con tus discípulos
cuando anticipaste de esa manera
la ofrenda de tu propia vida en la cruz.
Ofrenda grata a los ojos del Padre.
Ofrenda grata a los ojos del Padre.
Ofrenda única y definitiva por la que
somos hijos de Dios.
Jesús Cristo, Cordero de Dios;
Jesús Cristo, Cordero de Dios;
signo de la Pascua que se hace real en tu
cuerpo y en tu sangre;
Cuerpo que se da por nosotros,
Cuerpo que se da por nosotros,
sangre del Nuevo Pacto derramada para
nuestra salvación.
Jesús Cristo, Cordero de Dios te alabamos y te bendecimos
Jesús Cristo, Cordero de Dios te alabamos y te bendecimos
porque en tu entrega confirmamos los
hechos poderosos de Dios:
como cuando Dios sacó a su pueblo de la esclavitud
como cuando Dios sacó a su pueblo de la esclavitud
y el dolor guiándolo por el desierto
hacia lugares de esperanza y plenitud.
Jesús Cristo, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Jesús Cristo, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
danos la santidad que nos compromete
con los desiertos de los seres humanos.
Que no decaigamos en la fe.
Que no prostituyamos la esperanza.
Que no perdamos la comunión con tu Cuerpo
que es tu
Iglesia. Que no claudiquemos en el servicio.
Que en las cimas de la soberbia y la autosuficiencia
Iglesia. Que no claudiquemos en el servicio.
Que en las cimas de la soberbia y la autosuficiencia
miremos a Jesús Cristo, haciéndose siervo,
lavando nuestros pecados. AMEN.
Carlos Enrique García
“Jesús
en el lavatorio de pies nos presenta lo que Él hace… Este es el sentido de toda
su vida y pasión: que Él se inclina ante nuestros sucios pies, ante la suciedad
de la humanidad y nos hace limpios en su gran amor. El oficio de esclavo de
lavar los pies tenía el significado de hacer a los hombres capaces de estar a
la mesa, capaces de estar en comunidad, de tal forma que se pudiesen sentar
juntos a la mesa”.
Benedicto XVI
LECTIO DIVINA
Los
amó hasta el fin
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan 13,
1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los
suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado
a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús
que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y
volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se
la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies
a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú,
Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que
estoy haciendo, pero después lo comprenderás.»
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a
mí!»
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás
compartir mi suerte.»
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza!»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita
lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también
están limpios, aunque no todos.» Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso
había dicho: «No todos ustedes están limpios.»
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto,
volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que
soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben
lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo
que yo hice con ustedes.»
Palabra del Señor
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la lectura:
El primer versículo del texto de hoy nos introduce a
la segunda sección del Evangelio de Juan. La expresión “sabiendo que había
llegado la hora”, contrasta con la que en la práctica, encabeza la
primera sección “Mi hora no ha llegado todavía” (v.2.4b). Mientras que
aquella primera sección del Evangelio pretendía narrar “El libro de los signos
de Jesús”, esta segunda es “El libro de la hora de Jesús”.
Desde luego, que el suceso del lavamiento de los pies
de los discípulos, es el nudo narrativo de esta perícopa, pero vale la pena
reflexionar, que tamaño gesto de servicio y humildad estaba siendo realizado
por quien tenía plena conciencia de su existencia.
Jesús sabía perfectamente de donde venía “sabiendo…que
había venido de Dios” (v.3), hacia donde iba “…volvía a Dios” (v.3), la
magnitud de su poder y autoridad “…que el Padre había puesto todo en sus
manos”. También sabía que iba a dar su propia vida para salvar al mundo “sabiendo
Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo” (v.1). Sabía
de sus atributos “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque
lo soy” (v.13). Como si semejante conocimiento fuera insuficiente,
sabía que uno de sus discípulos, el tesorero, lo iba a traicionar “Él sabía
quién lo iba a entregar” (v.11 a)
Resulta entonces estremecedor entender, que quien
tenía tal conocimiento de sí mismo, tenía además en su corazón, un incomparable
sentimiento de amor “él, que había amado a los suyos que quedaban en el
mundo, los amó hasta el fin”. Desde su existencia “no tenemos permiso los
cristianos” de redimensionar el amor, está modelado (tiene como modelo) en el
mismo Jesús y en su entrega personal hasta el fin. Por eso, cuando Él anuncia
un mandamiento nuevo, explica que lo novedoso residía en que se amen con
su modelo “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los
otros” (v.34b).
Es además impactante comprender que ese conocimiento
de sí mismo, lo lleva a realizar una expresión insuperable de servicio. ¿Cuál?
Juan lo relata de manera simple y hasta natural: “se levantó de la mesa, se
sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en
un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que tenía en la cintura” (v.4-5). Nuevamente, Jesús emerge
como modelo en sí mismo, ahora de servicio. Por eso, luego del lavamiento de
los pies dice a sus discípulos “Les he dado el ejemplo, para que hagan lo
mismo que yo hice con ustedes” (v.15).
En el cenáculo, no había quien hiciera el
“trabajo sucio” de lavar los pies de los comensales. Esta tarea, estaba
reservada a los esclavos no judíos (1S 24.41). Ninguno de los discípulos se
ofrece para hacer lo que entendían era una tarea humillante. Es el propio Jesús
quien toma la iniciativa y realiza la tarea.
El único suceso conflictivo se presenta cuando le toca
el turno a Pedro (v.6-9). Éste no puede entender ni aceptar que semejante tarea
sea realizada por Jesús a su favor “¿Tú, Señor me vas a lavar los pies a
mí?, y ante la serena explicación del Señor de que la comprensión de
este hecho la iba a tener más adelante, Pedro redobla el rechazo “¡tú jamás
me lavarás los pies a mí! Recién en ese momento Jesús hace una
advertencia severa “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. Pedro,
conocedor únicamente de posiciones extremas, pero entendedor de que algo muy
importante estaba en juego exclama “¡no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza!”.
Finalmente, aunque no está explícito en el texto
bíblico, está implícito en el contexto del mismo: ¡Jesús lavó los pies de
Judas! ¡Qué amor sobrenatural! ¡Qué servicio inigualable! ¡Gloria a Jesús!
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la meditación:
¿De qué manera entiendo el amor cristiano a partir de
este pasaje?
¿De qué manera entiendo el servicio cristiano a partir
de este pasaje?
¿Qué nueva dimensión toma Jesús en mi vida a partir de
este relato?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO
BÍBLICO?
Señor y Maestro, ayúdame a amar como Vos amaste,
ayúdame a servir como Vos serviste. Enséñame a amarte como Vos me amás. Amén.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Trato de recrear la escena bíblica de manera vívida.
¿Cómo hubiera reaccionado si Jesús se hubiera acercado para lavarme los pies?
¿Rechazo? ¿Aceptación? ¿Indiferencia? ¿Incomprensión? ¿Orgullo?
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la acción:
¿Cuáles son las maneras actuales de “lavar los pies”
de mis semejantes?
¿Qué gesto concreto de amor estoy dispuesto a hacer
hoy?
Esas acciones de amor y servicio. ¿Las haría a un
enemigo como hizo Jesús con Judas?
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