22 de julio de 2013 – TO -
LUNES DE LA SEMANA XVI
22 de julio – Santa María Magdalena
…He visto al Señor…
PRIMERA
LECTURA
Lectura del Cantar de los
Cantares 3, 1-4a
Así habla la
esposa:
En mi lecho,
durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me
levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado
de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
Me encontraron los
centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?»
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 14-17
Hermanos:
El amor de Cristo
nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han
muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí
mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros,
de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos;
y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en
Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha
hecho presente.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)
R. Mi alma tiene
sed de ti, Señor, Dios mío.
Señor, tú eres mi
Dios,
yo te busco
ardientemente;
mi alma tiene sed
de ti,
por ti suspira mi
carne
como tierra
sedienta, reseca y sin agua. R.
Sí, yo te
contemplé en el Santuario
para ver tu poder
y tu gloria.
Porque tu amor
vale más que la vida,
mis labios te
alabarán. R.
Así te bendeciré
mientras viva
y alzaré mis manos
en tu Nombre.
Mi alma quedará
saciada
como con un manjar
delicioso,
y mi boca te
alabará
con júbilo en los
labios. R.
Veo que has sido
mi ayuda
y soy feliz a la
sombra de tus alas.
Mi alma está unida
a ti,
tu mano me
sostiene, R.
EVANGELIO
X Lectura
del santo Evangelio según San Juan 20, 1-2. 11-18
El primer día de
la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón
Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
María se había
quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al
sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y
otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le
dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»
María respondió:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Al decir esto se
dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó:
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»
Ella, pensando que
era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.»
Jesús le dijo:
«¡María!»
Ella lo reconoció
y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»
Jesús le dijo: «No
me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos:
“Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”.»
María Magdalena fue
a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho
esas palabras.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
María de Magdala fue la primera testigo de la
resurrección del Señor. Va al sepulcro muy temprano, siente dolor y
tristeza y por eso llora. Corrió hacia el sepulcro para terminar los ritos de
la sepultura; pero sobre todo quería reencontrarse con lo que estaba
aparentemente perdido. Buscaba, aferrada al recuerdo que la
mantiene, sentir la presencia de Aquel a quien había amado. La piedra
había dicho la última Palabra sellando la puerta del sepulcro, y ahora la
encuentra corrida. Se estremece al oír aquella voz familiar y tan
querida, y su corazón, responde con palabras que la razón se niega todavía a
pronunciar.
El Espíritu revela el único lugar donde
Dios habita para siempre, y donde
Dios ha elegido tener su morada: el corazón que ama. Ahí se busca a
Dios y ahí se le encuentra.
María Magdalena nos enseña que el amor es
el único camino de la fe. La inolvidable aparición de esa mañana nueva, no
atiende más que a esta llamada, y la fe está toda ella en esta respuesta.
María se siente transformada por la presencia del Resucitado. Del dolor y
del llanto pasa a la alegría. La resurrección debe ser
una experiencia que nos transforme, nos haga sentir personas, nos
convoque y nos envié a llevar esta buena noticia de vida a todas partes.
Confesar que Él es Señor y Dios, es entrar
en comunión con Él, y dejar que la Vida, asuma nuestras muertes, nuestras
pequeñas muertes de cada día y la muerte última y definitiva. Muertes
que por Él, llevan en sí la semilla de una vida sin fin.
PARA DISCERNIR
¿Cómo es mi experiencia de encuentro con
el Resucitado?
¿Experimento que me llama por mi nombre a
una vida nueva?
¿Siento el impulso de anunciar su
presencia en medio nuestro?
REPITAMOS Y
VIVAMOS HOY LA PALABRA
…Encontré al amor de mi alma…
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
Ardía en deseos de Cristo, a quien pensaba
que se lo habían llevado
…María Magdalena, cuando llegó al sepulcro
y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado,
y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron
dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el
evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade a
continuación: Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Lo que hay que considerar en estos hechos
es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se
apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí.
Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego
de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado.
Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado
buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en
ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que
persevere hasta el final se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo;
perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación,
iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba.
Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los
enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido
capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por
esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar
de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?
Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya
que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su
amor.
Jesús le dice: « ¡María!» Después de
haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido,
la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera:
«Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo
te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial».
María, al sentirse llamada por su nombre,
reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: «Rabboni», es
decir: «Maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que
interiormente la instruía para que lo buscase.
San Gregorio Magno, Homilía 25 sobre los
evangelios (1-2.4-5: PL 76, 1189-1193)
PARA REZAR
Liturgia de las horas
Estaba al alba María,
llamándole con sus lágrimas.
Vino la gloria del Padre
y amaneció el primer día.
Envuelto en la blanca túnica
de su propia luz divina,
la sábana de la muerte
dejada en tumba vacía,
Jesús, alzado, reinaba;
pero ella no lo veía.
Estaba al alba María,
la fiel esposa que aguarda.
Mueva el Espíritu al aura
en el jardín de la vida.
Las flores huelan la Pascua
de la carne sin mancilla,
y quede quieta la esposa
sin preguntas ni fatiga.
¡Ya está delante el esposo,
venido de la colina!
Estaba al alba María,
porque era la enamorada.
Amén.
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