15 de octubre de 2013 – TO – MARTES DE LA SEMANA XXVIII
…Den como limosna lo que tienen y todo será puro…
PRIMERA LECTURA
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo
a los
cristianos de Roma 1, 16-25
Hermanos:
Yo
no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de
todos los que creen: de los judíos en primer lugar, y después de los que no lo
son. En el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe,
conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe.
En
efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la
injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad.
Porque todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos:
Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles -su poder
eterno y su divinidad- se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde
la creación del mundo, por medio de sus obras.
Por
lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa en efecto, habiendo conocido a
Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el
contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en
la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron
la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres
corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles.
Por
eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una
impureza que deshonraba sus propios cuerpos, ya que han sustituido la verdad de
Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador,
que es bendito eternamente. Amén.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 18, 2-3.
4-5ab (R.: 2a)
R. El
cielo proclama la gloria de Dios.
El
cielo proclama la gloria de Dios
y
el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un
día transmite al otro este mensaje
y
las noches se van dando la noticia. R.
Sin
hablar, sin pronunciar palabras,
sin
que se escuche su voz,
resuena
su eco por toda la tierra
y
su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Lucas 11, 37-41
Cuando
terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se
sentó a la mesa. El fariseo se extrañó que no se lavara antes de comer.
Pero
el Señor le dijo: « ¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa
y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El
que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como
limosna lo que tienen y todo será puro.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
ñ La fe estará en el
centro de toda la Carta a los Romanos. La fe en
Cristo es recibida por pura gracia.
Tener fe en alguien es entregarse a él,
abandonarse a él, poner todo el ser en sus manos. Tener fe en alguien es creer
suficientemente en su palabra para que ella se haga nuestra propia palabra.
ñ Para
Pablo el Evangelio, es una fuerza de Dios
para la salvación de todo el que cree: del “judío” en primer lugar
y también del «griego» después. El evangelio no es “algo” estático, pasivo; es
un “dinamismo de Dios”, es una “fuerza
en acción”.
ñ La “Justicia
de Dios” se revela en el Evangelio. Esta justicia no es la que
corresponde a un juez que recompensa o castiga, sino la
que salva y justifica. El hombre la recibe si colabora. Esta
justicia no se alcanza ni mediante los esfuerzos del hombre, ni por cumplir la
ley, ni por pertenecer a la raza de Abraham. Se obtiene mediante la fe, la obediencia al
Evangelio y la aceptación de su poder.
ñ Se
trata de una actitud activa de Dios que «justifica»,
que «hace ser justo». Es Dios quien salva por su gracia.
Y la fe del hombre es, justamente, la «correspondencia» a ese acto divino.
Nos salvamos acogiendo por la fe la salvación, la justicia, que Dios nos da.
ñ Pablo
aborda después la cuestión del conocimiento natural de Dios. Para Pablo, la
incapacidad en la que el hombre se encuentra, de conocer a Dios a través de lo
creado, no es de tipo intelectual; sino de orden moral: el
hombre ha hecho de sí mismo el centro del mundo, perdiendo así progresivamente
la posibilidad de leer la presencia de Dios en las cosas creadas.
ñ El
hombre es libre para rechazar a Dios,
pero no puede evitar las consecuencias de tal acción. La sabiduría de Dios es
distinta de la de los hombres. Al que vive entregado a los caprichos de su yo y
a las exigencias del mundo, le parece mera locura. La
sabiduría de Dios se manifiesta en la Cruz de Cristo de un modo
claro e incomprensible, al mismo tiempo.
***
ñ Continúa
el viaje de Jesús, camino de Jerusalén. Lucas
sitúa en este contexto una serie de recomendaciones y episodios.
Durante tres días escucharemos sus duras invectivas contra los fariseos.
La preocupación farisea por la pureza legal, dividía a la humanidad en “puros”
e “impuros”, en judíos y no-judíos, desfigurando el verdadero
Rostro de Dios.
ñ Jesús
confronta al fariseo y a los presentes y los llama a revisar su actitud de vida. Muchos de ellos empleaban la pureza ritual para encubrir los robos, las injusticias y las malas intenciones que cometían diariamente. El pueblo acudía a ellos buscando un juicio justo, la defensa de sus derechos, pero a ellos sólo les interesaba sacar beneficio económico de su servicio.
confronta al fariseo y a los presentes y los llama a revisar su actitud de vida. Muchos de ellos empleaban la pureza ritual para encubrir los robos, las injusticias y las malas intenciones que cometían diariamente. El pueblo acudía a ellos buscando un juicio justo, la defensa de sus derechos, pero a ellos sólo les interesaba sacar beneficio económico de su servicio.
ñ Jesús
denuncia, especialmente en los fariseos, una concepción de la vida que apaga la Palabra y le impide alcanzar a los hombres. Jesús cuestiona estas prácticas y muestra cómo son continuadores de una mala tradición que no reconoce el valor del ser humano. La ley por la ley
esclaviza, mata, aleja cada vez más la probabilidad de la acción de Dios en nuestros corazones. Lo que verdaderamente mancha, es la maldad interior, que convierte al hombre y a la mujer en injustos respecto de los otros.
denuncia, especialmente en los fariseos, una concepción de la vida que apaga la Palabra y le impide alcanzar a los hombres. Jesús cuestiona estas prácticas y muestra cómo son continuadores de una mala tradición que no reconoce el valor del ser humano. La ley por la ley
esclaviza, mata, aleja cada vez más la probabilidad de la acción de Dios en nuestros corazones. Lo que verdaderamente mancha, es la maldad interior, que convierte al hombre y a la mujer en injustos respecto de los otros.
ñ La práctica cristiana consiste en el
mandamiento del amor. El amor
es el que hace el corazón puro, no las prácticas rituales
vacías de contenido. La pureza interior es el resultado del amor
a los demás.
ñ Aparece
una nueva ley, que no es una ley preceptual que
achica la vida y la somete, sino la novedad de la verdadera la libertad.
Jesús habla de la limosna, considerada por los judíos como una de las obras más
excelentes, pero insiste, en la necesidad de un cambio interior
y sincero, que sin descuidar las normas de vida comunitaria o
cultural, supere el cumplimiento del dar dinero en atención a la prescripción
legal, y permita la realización de una sociedad más justa y equilibrada. No
alcanza que entreguemos ofrendas en el templo o alguna limosna,
si no sentimos en carne propia, el
dolor del que sufre la miseria, y descuidamos
la práctica de la misericordia y del amor solidario.
PARA
DISCERNIR
ñ ¿Qué concepto tengo de pureza?
ñ ¿Qué relación encuentro entre pureza y
caridad?
ñ ¿Qué lugar ocupa la limosna en mi camino de
fe?
REPITAMOS
Y VIVAMOS HOY LA PALABRA
…Tu Palabra
Señor es mi alegría…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«El que hizo lo
de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?»
…”«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato». Como veis, nuestros cuerpos son llamados aquí con los nombres de objetos de tierra y frágiles, que una simple caída puede romper. Y los íntimos sentimientos del alma son llamados por expresiones y gestos del cuerpo, tal como lo que encierra el interior de una copa se deja ver por fuera. .. Ved, pues, que no es el exterior de una copa o de un plato lo que nos ensucia el interior.
Como buen
maestro, Jesús os ha enseñado cómo limpiar las manchas de nuestro cuerpo,
diciendo: Más bien dad como limosna lo que tenéis y todo le demás será puro en
vosotros». ¡Veis bien cuántos remedios hay! La misericordia nos purifica. La
palabra de Dios también nos purifica, tal como está escrito: «Vosotros estáis
ya limpios gracias a la palabra que os he anunciado» (Jn 15,3)…
Es el punto de
partida de un buen pasaje: el Señor nos invita a buscar la simplicidad y
condena el estar ligado a lo que es superfluo y ramplón. Los fariseos, a causa
de su fragilidad, son comparados, y no sin razón, a la copa y al plato:
observan escrupulosamente puntos que no tienen ninguna utilidad para nosotros,
y olvidan aquello donde se encuentra el fruto de nuestra esperanza. Cometen,
pues, una gran falta, despreciando lo mejor. Y sin embargo, también a esta
falta se le ha prometido el perdón si viene detrás de la misericordia y la
limosna”…
San Ambrosio
(hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario al
evangelio de Lucas, 7, 100-102
PARA REZAR
Oración para la
acción
Señor, danos la sabiduría
que juzga desde arriba y ve a lo lejos
danos el Espíritu que omite
lo insignificante en favor de lo esencial.
Enséñanos a serenarnos
frente a la lucha y a los obstáculos
y a proseguir en la fe, sin agitación
el camino por ti trazado.
Danos una actividad serena
que abarque con una visión
unitaria, la totalidad.
Ayúdanos a aceptar la crítica
y la contradicción
Haz que sepamos evitar
el desorden y la dispersión.
Que amemos todas las cosas
juntamente contigo
Oh Dios, fuente de ser,
únenos a Ti y a todo lo que te converge
hacia la alegría y la eternidad. Amén.
que juzga desde arriba y ve a lo lejos
danos el Espíritu que omite
lo insignificante en favor de lo esencial.
Enséñanos a serenarnos
frente a la lucha y a los obstáculos
y a proseguir en la fe, sin agitación
el camino por ti trazado.
Danos una actividad serena
que abarque con una visión
unitaria, la totalidad.
Ayúdanos a aceptar la crítica
y la contradicción
Haz que sepamos evitar
el desorden y la dispersión.
Que amemos todas las cosas
juntamente contigo
Oh Dios, fuente de ser,
únenos a Ti y a todo lo que te converge
hacia la alegría y la eternidad. Amén.
Padre
Ignacio Larrañaga
ALGO
MÁS SOBRE SANTA TERESA
¿Qué tiene esta
mujer que, cuando nos vemos ante su obra, quedamos avasallados y rendidos? ¿Qué
fuerza motriz, qué imán oculto se esconde en sus palabras, que roban los
corazones? ¿Qué luz, qué sortilegio es éste, el de la historia de su vida, el
del vuelo ascensional de su espíritu hacia las cumbres del amor divino? Con
razón fundada pudo decir Herranz Estables que “a Santa Teresa no acaba de
conocerla nadie, porque su grandeza excede de tal suerte nuestra capacidad que
la desborda, y, como los centros excesivamente luminosos mirados de hito en
hito, deslumbra y ciega”.
Teresa de
Cepeda nace en Ávila, el 28 de marzo de 1515. En el admirable Libro de la Vida,
escrito por ella misma, nos refiere cómo fueron sus primeros años en el seno de
su hidalga familia. Sabemos, además, por testimonio de quienes la trataron, que
Teresa de Cepeda era una joven agradable, bella, destinada a triunfar en los
estrados del mundo, y, como ella confiesa, amiga de engalanarse y leer libros
de caballería; y aún más, son sus palabras, “enemiguísima de ser monja” (Vida,
II, 8). Pero el Señor, que la había creado para lumbrera de la cristiandad, no
podía consentir que se adocenara con el roce de lo vulgar espíritu tan selecto,
y así, la ayudó a forjarse a sí misma. Venciendo su natural repugnancia, Teresa
se determinó, al fin, a tomar el hábito de carmelita en la Encarnación de
Ávila. “Cuando salí de casa de mi padre para ir al convento—nos dice ella—no
creo será más el sentimiento cuando me muera” (Vida, IV, 1).
¡Qué emoción
tiene, al llegar este punto, ese capítulo octavo del Libro de la Vida, en que
ella relata los términos por los que fue perdiendo las mercedes que el Señor le
había hecho! Teresa de Jesús, ya monja, quería conciliar lo inconciliable, vida
de regalo con vida de oración, afición de Dios y afición de criaturas, que,
como más tarde diría San Juan de la Cruz, no pueden caber en una persona a la
vez, porque son contrarios, y como contrarios se repelen.
Nuestro Señor,
que vigilaba a esta alma, no había ya de tardar en rendirla por entero a su
dominio. Y acaeciole a Teresa que, cierto día que entró en el oratorio, vio una
imagen que habían traído a guardar allí. Era de Cristo, nos dice ella, muy
llagado, un lastimoso y tierno Ecce Homo. Al verle Teresa se turbó en su ser,
porque representaba muy a lo vivo todo lo que el Señor había padecido por
nosotros. “Arrojéme cabe Él—nos cuenta—con grandísimo derramamiento de
lágrimas” (Vida, IX, 1). ¿Cómo no había de ser así, si aquel corazón generoso,
magnánimo de Teresa estaba destinado a encender en su fuego, a través de los
siglos, a miles y miles de almas en el amor de Cristo?
Y ya, desde
este trance, el Espíritu de Teresa es un volcán en ebullición, desbordante de
plenitud y de fuerza. Su alma, guiada por Jesucristo, entra a velas desplegadas
por el cauce de la oración mental. ¿Qué es la oración para Teresa? ¿Será un
alambicamiento de razones y conceptos, al estilo de los ingenios de aquel
siglo? No; mucho más sencillo: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer,
sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos
nos ama” (Vida, VIII, 5). En ese “tratar de amistad” vendrán a resolverse todos
los grados de oración que su alma y su pluma recorran, hasta las últimas
“moradas”, hasta el “convite perdurable” que San Juan de la Cruz pone en la
cima del “Monte Carmelo”. ¿Y quién no se siente con fuerzas para emprender el
camino de la oración mental? Teresa esgrimirá el argumento definitivo para
alentar a los irresolutos: “A los que tratan la oración el mismo Señor les hace
la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con él se pasen los
trabajos” (Vida, VIII, 8).
Esta es la
oración de Santa Teresa, elevada, cordial, enderezada al amor, porque, son sus
palabras, “el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar
mucho” (Fund., V, 2). ¿Quién se imagina que el fruto de la oración son los
gustos y consolaciones del espíritu? En otro lugar nos avisará Santa Teresa que
“no está el amor de Dios en tener lágrimas…, sino en servir con justicia y
fortaleza de ánima y humildad” (Vida, XI, 13).
Es el año 1562.
Teresa de Jesús, monja de la Encarnación de Ávila, siente dentro de si la
primera sugestión del Señor que ha de impulsarla a la gran aventura de la
reforma carmelitana. ¿Por qué no volver al fervor y rigor de la regla
primitiva? Y, desde este punto, Teresa de Jesús pone a contribución todas sus
fuerzas en la magna empresa. Ella ha comprendido muy bien el mandato del Señor
y el sentido de aquellas palabras del salmista: “obra virilmente”, y se lanza
con denuedo a la lucha.
Una marea de
contradicciones va a oponerse al tesón de su ánimo esforzarlo. No importa. Ella
seguirá adelante, porque es el mismo Jesucristo quien le dirá en los momentos
críticos: “Ahora, Teresa, ten fuerte” (Fund… XXXI, 26). No importa el parecer
contrario de algunos letrados, la incomprensión de sus confesores, el
aborrecimiento, incluso, de sus hermanas en religión, todo un mundo que se
levanta para cerrarle el paso. No importa. Es Santa Teresa la que escribe para
ejemplo de los siglos venideros esta sentencia bellísima: “Nunca dejará el
Señor a sus amadores cuando por sólo Él se aventuran” (Conceptos, III, 7).
Espoleada por
esta convicción, Teresa de Jesús vence todos los obstáculos y sale, por fin, de
la Encarnación para fundar, en la misma Ávila, el primer palomar de carmelitas
descalzas. Se llamará “San José”, pues de San José es ella rendida devota.
¿Sabéis cuál es el ajuar que de la Encarnación lleva a la nueva casa, y del que
deja recibo firmado? Consiste en una esterilla de paja, un cilicio de
cadenilla, una disciplina y un hábito viejo y remendado.
“Andaban los
tiempos recios” (Vida, XXXIII, 5), cuenta la fundadora. Las ofensas que de los
luteranos recibía el Señor en el Santísimo Sacramento le impelían a levantar
monasterios donde el Señor fuese servido con perfección. Y así, desprovista de
recursos, “sin ninguna blanca” (Vida, XXXIII, 12: Fund., III, 2), como ella
dice donosamente, fiada sólo en la Providencia y en el amor de Cristo que se le
muestra en la oración, funda e irán surgiendo como llamaradas de fe que suben
hasta el cielo los conventos de Medina del Campo. Malagón, Valladolid, Toledo,
Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva
de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. “Para esto es la oración, hijas
mías —apunta la madre Teresa a sus descalzas—: de esto sirve este matrimonio
espiritual: de que nazcan siempre obras, obras” (Moradas, séptima, IV, 6).
Paralelamente, su encuentro con San Juan de la Cruz, a quien gana para la
reforma del Carmelo, señala un jalón trascendental en la historia de la
espiritualidad. Estas dos almas gigantes se comprenden en seguida, las dos que,
más tarde, habrán de ser los reyes de la teología mística, gloria de España.
Teresa de Jesús
desarrolla una actividad enorme, asombrosa, tan asombrosa como lo variado de su
personalidad. No hay más que asomarse a la fronda de su incomparable
epistolario—-cuatrocientas treinta y siete cartas se conservan—para calibrar el
talento y fortaleza excepcionales de esta mujer, que, en un milagro de
diplomacia y de capacidad de trabajo, lleva sobre sus frágiles hombros el peso
y la responsabilidad de un negocio tan vasto y dilatado como es el de la
incipiente reforma del Carmelo.
Su diligencia
se extiende a los detalles más nimios. A sí misma se llama “baratona y
negociadora” (Epist., I, p.52), porque llega hasta entender en contratos de
compraventa y a discutir con oficiales y maestros de obras.
Por pura
obediencia, sólo por pura obediencia, escribe libros capitales de oración,
ella, que, de si misma, dice “cada día me espanta más el poco talento que tengo
en todo” (Fund., XXIX, 24 ). Y, mientras escribe páginas inimitables,
confiesa—y no podemos por menos de leer estas palabras con honda emoción—: “me
estorbo de hilar por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones” (Vida, X,
7). Sus obras quedan ya para siempre como monumentos de espiritualidad y bien
decir. El castellano de Santa Teresa es único. En opinión de Menéndez Pidal,
“su lenguaje es todo amor; es un lenguaje emocional que se deleita en todo lo
que contempla, sean las más altas cosas divinas, sean las más pequeñas humanas:
su estilo no es más que el abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y
derramar su perfume femenino de encanto incomparable”.
Santa Teresa de
Jesús, remontada a la última morada de la unión con Dios, posee, además, un
agudísimo sentido de la realidad, el ángulo de visión castellano, certero, que
taladra la corteza de las cosas y personas, calando en su íntimo trasfondo. En
relación con el ejercicio de la presencia de Dios, adoctrina a sus monjas de
esta guisa: ‘Entended que, si es en la cocina. Entre los pucheros anda el
Señor, ayudándoos en lo interior y exterior” (Fund., V. 8).
¡Ay la gracia y
donaire de la madre Teresa! En cierta ocasión, escribiendo al jesuita padre
Ordóñez acerca de la fundación de Medina, dice estas palabras textuales: “Tengo
experiencia de lo que son muchas mujeres juntas: ¡Dios nos libre!” (Epist., I,
p. 109). Otra vez, en carta a la priora de Sevilla, refiriéndose al padre
Gracián, oráculo de la Santa y puntal de la descalcez: “Viene bueno y gordo,
bendito sea Dios” (Epist., Il, 87). Y en otro lugar, quejándose de algún padre
visitador, cargante en demasía, escribe a Gracián: “Crea que no sufre nuestra
regla personas pesadas, que ella lo es harto” (Epist., I, 358). Con sobrado
motivo el salero de la fundadora ha quedado entre el pueblo español como algo
proverbial e irrepetible.
Teresa de Jesús
ya ha consumado su tarea. El 4 de octubre de 1582, en Alba de Tormes, le viene
la hora del tránsito. Su organismo virginal, de por vida asendereado por
múltiples padecimientos, ya no rinde más. “¡Oh Señor mío y Esposo mío—le oyen
suspirar sus monjas—, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos
veamos. Señor mío, ya es tiempo de caminar!…” Muere, como los héroes, en olor
de muchedumbre, porque muchedumbre fueron en España los testigos de sus proezas
y bizarrías, desde Felipe II y el duque de Alba hasta mozos de mulas, posaderos
y trajinantes. Asimismo la trataron, asegurando su alma, San Francisco de
Borja, San Pedro de Alcántara, San Juan de Ávila y teólogos eminentes como
Báñez.
“Yo no conocí,
ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra—escribiría años
después la egregia pluma de fray Luis de León—, más agora, que vive en el
cielo, la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí,
que son sus hijas y sus libros…” Cuatro siglos más tarde, sin perder un ápice
de su vigencia, muy bien podemos hacer nuestras las palabras del in signe
agustino.
El cuerpo de
Santa Teresa y su corazón transverberado se guardan celosamente en Alba. No hay
más que decir para entender que, por derecho propio e inalienable, señala Alba
de Tormes una de las cimas más altas y fragantes de la geografía espiritual de
España.
PABLO
BILBAO ARÍSTEGUI
LECTIO DIVINA
Den limosna, y todo será puro
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas 11, 37-41
Cuando terminó de hablar, un fariseo lo invitó a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.
Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la
copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.
¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más
bien como limosna lo que tienen y todo será puro.»
Palabra del
Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías
para la lectura:
Algunos
fariseos, que amaban la ley de Dios y las tradiciones judías, aunque no siempre
eran fieles, olvidaban que las exigencias de la ley se resumían en las
actitudes de amor a los hermanos. Por eso acostumbraban mirar permanentemente
los defectos ajenos, y estaban atentos a lo que hacían los demás para descubrir
cualquier error o cualquier violación de las tradiciones.
Por eso mismo,
este fariseo no podía pasar por alto que Jesús no se lavara antes de comer y
comenzó a mirar con malos ojos a su huésped solamente por ese detalle
insignificante.
Jesús responde
con fuerza, invitando a mirar un poco más las intenciones profundas del
interior, que también es una obra de Dios que debe ser cuidada. El cuidado
excesivo de los cumplimientos exteriores puede cubrir una horrible malicia en
el corazón. Las obras externas, por más correctas que sean, pueden estar
ocultando, en un detallismo superficial, el vacío del corazón, pueden ser
también una forma de distraerse y atontarse con la aparente intención de
cumplir la voluntad de Dios.
Sin embargo,
esto no significa que sólo haya que cuidar las intenciones interiores, sin
preocuparse por traducirlas en buenas obras. Pero en la última frase Jesús hace
notar que esas obras exteriores deben ser ante todo las que expresen el amor al
hermano: la limosna es la expresión de un corazón liberado de la inmundicia,
porque implica renunciar a uno mismo para hacer feliz al hermano.
2.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø ¿Por
qué el fariseo cuestiona la religiosidad de Jesús?
Ø ¿Qué
significaría hoy limpiar sólo lo de afuera?
Ø ¿Qué
manera práctica de limpieza interior propone Jesús?
3.
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Purifica mi interior, Dios
mío, tú que puedes actuar en lo profundo del corazón.
Destruye todos mis
egoísmos y malas intenciones y enséñame a mirar a los demás con amor y respeto.
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Reflexiono en la actitud
hipócrita del fariseo que invita a comer a su casa a Jesús para luego
transformarse en juez de su religiosidad.
Medito en la respuesta del
Señor y su observancia de la limpieza de la vida interior puesta de manifiesto
en actos exteriores de misericordia.
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Estoy
dispuesto a abandonar actitudes de juicio de la vida religiosa de otros?
Ø ¿Cómo
mantendré limpio mi ser interior y no cederé a la tentación de cuidar mi imagen
religiosa exterior?
Ø ¿Qué
acto de misericordia haré hoy?
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