3 de agosto de 2014 – TO - DOMINGO XVIII – Ciclo A
Todos comieron
hasta saciarse
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 55, 1-3
Así habla el Señor:
¡Vengan a tomar agua, todos
los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su
ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en algo
que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán
buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a
mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi
inquebrantable amor a David.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 144, 8-9. 15-16. 17-18 (R.: cf. 16)
R. Abres tu mano, Señor, y nos
sacias de tus bienes.
El Señor es bondadoso y
compasivo,
lento para enojarse y de gran
misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus
criaturas. R.
Los ojos de todos esperan en
ti,
y tú les das la comida a su
tiempo;
abres tu mano y colmas de
favores
a todos los vivientes. R.
El Señor es justo en todos sus
caminos
y bondadoso en todas sus
acciones;
está cerca de aquellos que lo
invocan,
de aquellos que lo invocan de
verdad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 8, 35.
37-39
Hermanos:
¿Quién podrá entonces
separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la
persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Pero en todo esto obtenemos
una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que
ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni
lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna
otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo
Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 14, 13-21
Al enterarse de eso, Jesús se
alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la
gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una
gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos
se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde;
despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos.»
Pero Jesús les dijo: «No es
necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos.»
Ellos respondieron: «Aquí no
tenemos más que cinco panes y dos pescados.»
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la
multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos
pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los
panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse
y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron
fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
Después de millones de años el
hombre no ha aprendido a resolver racionalmente una de las más elementales
necesidades de la vida: comer. Tenemos suficientes alimentos y medicinas
para que todos los hombres puedan vivir y sobrevivir, sin embargo, más que
nunca los hombres mueren de hambre y las brechas entre ricos y pobres, entre
satisfechos y hambrientos se ahondan gravemente.
El hambre afecta a dos tercios de la
humanidad, predomina en los países del tercer mundo
y no ha sido eliminado racionalmente en los del primero. El hambre es el mayor
mal que ha aquejado y sigue aquejando a la humanidad. El grado de
mortalidad que produce es mayor que la de todas las guerras y
epidemias juntas porque su presencia es continua.
Su incidencia es superior y, muchas veces,
la causa de innumerables enfermedades y violencias. Pero el hambre no es sólo
el resultado de un sistema económico y político, aunque en la actividad
económica, sistemáticamente organizada como una batalla, se juega y se especula
con la escasez de alimentos y de recursos de todo tipo, para conservar
monopolios en el mercado y para mantener posiciones de predominio en el plano
internacional.
Nos acostumbramos a ver el hambre, sin embargo es un indicador de
un mundo absurdo, de una cultura que se olvida del hombre,
de la política que busca sólo poder, de una economía
mezquina e interesada. Mientras haya hambre en el mundo, mientras se
tolere, se especule con el hambre de los pueblos y de los hombres será
impensable la paz, la justicia, la libertad, la solidaridad, la felicidad.
Todos los hombres queremos vivir y con una
vida abundante; por eso buscamos el pan que nos mantiene en la vida. Queremos
vivir y de acuerdo a nuestra condición de hombres; por eso tenemos hambre y sed
de paz y de justicia, de orden y de libertad; hambre de la compañía auténtica
que da la amistad o el amor, hambre de fidelidad, de poder confiar tranquila y
sosegadamente. Para los que tienen hambre física, estas otras hambres son un
lujo. Pero son también hambres terribles, que inutilizan a gran parte de la
humanidad.
***
La lectura de hoy pertenece al epílogo del libro de la
consolación. En ella toma la palabra el mismo Yahvé, el Señor que sacó de
Egipto a Israel y que ahora lo sacará de Babilonia en un segundo éxodo, e
invita solemnemente a los desterrados para que reciban con gozo la
salvación que se aproxima.
La imagen que se nos presenta hoy, es la
de un vendedor ambulante que ofrece su mercancía, trigo, agua, vino y leche, a
hombres hambrientos y sedientos. Esos alimentos no están reservados a ricos y
poderosos, sino a todo ser humano, ya que son absolutamente gratuitos; el único
requisito exigido es tener ganas de comer y beber.
El vendedor es el profeta que habla en
nombre de Dios. El producto que ofrece es de una calidad tan grande que no se
le puede poner precio. Por eso es gratuito.
Los hambrientos y sedientos son los
exiliados, todos ellos privados del alimento primordial de la libertad. Comida y bebida es
el símbolo de la salvación esperada. Comida y bebida en
abundancia es señal de una vida abundante y libre de cualquier
necesidad o penuria.
Por eso, el profeta exhorta a escuchar la
palabra de Dios, que puede llenar totalmente la vida, porque es portadora de
vida.
Aquí, el profeta invita al banquete
divino, como una llamada a participar de los bienes de la nueva alianza de Dios
con su pueblo, que pronto podrá volver del exilio.
***
Pablo sabe muy bien que el cristiano está sometido a muchos peligros y
necesidades: el sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, por
eso, expresa la esperanza cristiana y la confianza inquebrantable en el
amor que Dios nos tiene.
Este es el fundamento de nuestra
seguridad, pues si Dios está con nosotros y su amor es tan grande, no permitirá
que nada nos pueda vencer. Nos ha amado al extremo de darnos a su
propio Hijo y nadie podrá condenarnos, es más, salimos victoriosos con la ayuda
de Aquel que nos ha amado. El amor de Dios, el que Dios nos tiene, se ha
manifestado en el amor de Cristo que se ha desvivido por todos, cuando todos
éramos aún enemigos.
Este amor es una fuerza victoriosa, que
nos libera del pecado y de la muerte, y de cualquier amenaza.
***
Para el pueblo desamparado que seguía
a Jesús en el desierto, para aquellos enfermos y hambrientos, la
salvación de Dios se manifestaba en la curación, la comida, el consuelo.
Jesús se encontró ante aquella muchedumbre
que había llegado a aquel lugar despoblado donde Él se había retirado, “y
sintió compasión”. Por eso, se puso a curar a los enfermos que habían llevado.
Cuando ya es muy tarde y no tienen qué comer, Jesús nuevamente se
compadece y encarga a los discípulos que ellos mismos le den de comer.
Encargo con sabor a mandato pesar de que parezca un sinsentido.
Los discípulos habían pensado que
cada uno fuera a comprarse lo que necesitara para comer, porque sienten
que no pueden realizar ese encargo.
Jesús no aceptó la razonable dificultad
y mandó a la multitud que se recostaran en la hierba. “Recostarse” para
comer era propio de los hombres libres y era la postura adoptada para
la comida pascual, en recuerdo de la liberación de Egipto. Luego toma los
cinco panes y los dos peces, alza la mirada al cielo, pronuncia la bendición
judía como lo haría un padre de familia y se los dio a los discípulos; los discípulos
a su vez se los dieron a las multitudes. Comieron todos hasta quedar saciados.
Lo poco compartido, se convirtió en mucho, suficiente para
todos y aún sobró. Se recogieron los trozos sobrantes y se
llenaron doce canastos. Lo que tenemos, aunque sea poco, si es compartido,
siempre es mucho.
La salvación de
Jesús como comida abundante para cinco mil hombres, sin contar
mujeres y niños, porque la salvación que Dios quiere para los hombres, es que
todos puedan gozar plenamente de la vida. Y el primer paso para gozar de la
vida es tener pan para comer y poder mantenerse en la vida. Luego se podrá
buscar trabajo para desarrollarse, libertad para poder construir una vida digna
y trabajar por la justicia para que esa dignidad sea verdadera, Por eso Jesús
comienza su anuncio del Reino de Dios dando de comer.
La gente comió, y todos quedaron
satisfechos. Sólo Dios puede dar un alimento capaz de satisfacer a todos
plenamente, porque “Él es el pan de la vida y quien se acerca a Él
nunca más tiene hambre y quien cree en Él nunca más tiene sed”.
El gesto de Jesús fue mucho más que una multiplicación de
alimentos, fue, sobre todo, una señal, un símbolo. Se sentó a comer con
los hambrientos de este mundo y al compartir con ellos el pan y los
peces, los amó hasta el extremo, les dio todo lo que necesitaban y
todo lo que Él era, los puso en relación con el Padre que lo había
enviado. Les enseñó a vivir en comunión, en fraternidad. Les enseñó a
compartirlo todo y a compartirse como señal de que todos son, por Él y en Él,
los hijos amados de Dios.
La imagen de los discípulos repartiendo el
pan, el pan recibido de las manos de Jesús, significa para todos sus discípulos
y para toda la Iglesia una misión y un compromiso.
Esto es lo que Jesús quiere que sintamos
por el pueblo, una entrañable compasión. Jesús nos enseña, a través de este
signo, que cuando repartimos bien las cosas, incluso cuando lo que repartimos
es lo poco que tenemos, alcanza para todos y todavía sobra.
La misión de la Iglesia no consiste en
multiplicar los panes. Lo que los hombres de todos los tiempos necesitan es que
la iglesia de discípulos anuncien y vivan el evangelio. El milagro está
en el reparto, en la solidaridad, en el amor entrañable. Sin
fraternidad, sin solidaridad, sin comunicación de bienes y comunión en el amor,
no es posible la vida y la abundancia de la vida. El problema del hambre
material y de todas las otras hambres, sólo estará en camino para resolverse,
cuando los hombres aprendamos a compartirlo todo.
El camino que nos conduce a Jesús y que
sacia nuestra hambre de Dios y el hambre de los hombres pasa por
la entrega en favor de los que más sufren, pasa por el compartirlo
todo, sea poco o mucho lo que tengamos o somos. Abrir los ojos, como
Jesús. Hacerse cargo de la realidad para dar una respuesta, no
teórica sino práctica, como Jesús.
Jesús adelanta en ese día la futura
Eucaristía. En la Eucaristía Jesús quiso ser, no sólo nuestro Maestro, sino
también nuestro alimento para el camino. Este gesto de Jesús dando de comer,
sucede cada vez que la comunidad cristiana se reúne para celebrar la Eucaristía
del Señor, el Pan verdadero que nos ayuda a recorrer con amor y con fe el
camino de la vida cristiana, tantas veces dificultoso.
La mesa de la Eucaristía siempre nos abre
a la caridad. Y la caridad hecha acción nos lleva a la mesa de la
Eucaristía. La Eucaristía brota del amor de Cristo y nos debe llevar al amor a
los hermanos. Sin el amor a todos los hombres, sin el amor y los sentimientos
de Cristo, la Eucaristía que celebramos en su memoria no tiene sentido. No
puede satisfacernos, y no nos hace signos auténticos frente a los hambrientos
de este mundo. Su pan partido nos da vida y nos urge a
saciar el hambre de la humanidad sufriente.
Jesús, con todo lo que es y representa, es
el único que puede satisfacer el hambre radical de vivir con plenitud y para
siempre, que todos los hombres llevamos dentro. Solamente Jesús puede
alimentar el amor y la esperanza que necesitamos para superar todas las
dificultades y desengaños y realizar sin desanimarnos la obra del Reino.
Captar con
sensibilidad y compartir la necesidad de los que nos rodean debe
ser el mejor distintivo del discípulo. Estar donde el débil sufre, donde
el ignorante busca respuestas para ayudarlo a encontrarlas; donde el anciano y
el niño necesitan ayuda y sostén; donde el hambre duele, para remediarla; donde
la muerte parece reinar para mostrar que el Maestro de Nazaret es la vida;
donde el hombre odia para amarlo y mostrar que el amor todo lo puede; donde el
hombre se alegra, para darle un sentido más profundo a su gozo; donde el hombre
busca para revelarle un horizonte sin límites para su anhelo. Estar
con el hombre, vivir con el hombre, trabajar con y por
el hombre como los hizo Jesús.
Si el Reino es una mesa tendida a la humanidad necesitada, los discípulos de Jesús somos los que preparan y sirven la mesa.
Si el Reino es una mesa tendida a la humanidad necesitada, los discípulos de Jesús somos los que preparan y sirven la mesa.
Y todo esto podemos hacerlo porque tenemos
la certeza de que nada puede apartarnos del amor de Dios, porque Él está a
nuestro lado; nada puede hacernos temer, porque Él está con nosotros; nada
podrá acabar con nosotros, porque Él nos llama a la vida.
PARA
DISCERNIR
¿Nos contentamos con admirar el buen
corazón o el poder de Jesús?
¿Sentimos “nuestra” la misión de
contribuir a mejorar las situaciones de pobreza humana o de pobreza espiritual?
¿Ponemos en común nuestros recursos para
vencer las necesidades?
¿El pan que yo ofrezco a los demás
alimenta las ganas de construir el Reino o es más bien un pan que sólo engorda?
REPITAMOS A
LO LARGO DE ESTE DÍA
…Señor, danos siempre de este pan…
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
…”Es un triste comentario a los valores de
nuestra civilización constatar que el primer objetivo, técnico y científico, ha
sido conseguido magníficamente, mientras el segundo, más humanitario y social,
se ha alejado más de nuestras perspectivas de realización”. ¿No será tarea de
los cristianos el hacer tomar conciencia a la humanidad de que el proyecto de
hacer desaparecer el hambre en el mundo es un objetivo primordial, por encima
de cualesquiera empresas, por audaces y prestigiosas que sean? Pero, ¿estamos
nosotros de acuerdo con ello? ¿Creemos que es posible realizar ese designio de
nuestro Padre Dios? Otro empeño acuciante para que sea posible nuestra palabra
al mundo es hacer que nuestras comunidades cristianas celebren la Eucaristía
como culminación de una fraternidad basada en la comunidad de bienes”…
P. Arrupe. s.j.
PARA REZAR
Gracias, Señor, por haberme llamado
a servir gratuitamente,
a dar mi tiempo, mis energías
y mi amor a quienes sufren.
Aquí estoy, Señor, envíame.
Dispón mi mente y mi corazón
a escuchar sin prejuicios,
a servir hasta las últimas consecuencias.
Envíame, Señor, a pesar de que yo también
soy débil
así comprenderé que eres tú nuestra
fuerza,
y mis hermanos descubrirán tu rostro
en mi presencia discreta.
Envíame, Señor, y así comprenderé
que la mayor felicidad está en servirte. Amén.
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