28 de mayo de 2015

28 de mayo de 2015 – TO – Semana VIII – JUEVES DESPUÉS DE PENTECOSTÉS 

Ahora hemos obtenido misericordia

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico 42, 15-25

Ahora voy a recordar las obras del Señor,
lo que yo he visto, lo voy a relatar:
por las palabras del Señor existen sus obras.
El sol resplandeciente contempla todas las cosas,
y la obra del Señor está llena de su gloria.
No ha sido posible a los santos del Señor
relatar todas sus maravillas,
las que el Señor todopoderoso estableció sólidamente
para que el universo quedara afirmado en su gloria.
Él sondea el abismo y el corazón,
y penetra en sus secretos designios,
porque el Altísimo posee todo el conocimiento
y observa los signos de los tiempos.
Él anuncia el pasado y el futuro,
y revela las huellas de las cosas ocultas:
ningún pensamiento se le escapa,
ninguna palabra se le oculta.
El dispuso ordenadamente las grandes obras de su sabiduría,
porque existe desde siempre y para siempre;
nada ha sido añadido, nada ha sido quitado,
y él no tuvo necesidad de ningún consejero.
¡Qué deseables son todas sus obras!
Y lo que vemos es apenas una chispa!
Todo tiene vida y permanece para siempre,
y todo obedece a un fin determinado.
Todas las cosas van en pareja, una frente a otra,
y él no ha hecho nada incompleto:
una cosa asegura el bien de la otra.
¿Quién se saciará de ver su gloria? 
Palabra de Dios. 

SALMO
Sal 32, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 6a) 
R. La palabra del Señor hizo el cielo.

Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones. R.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor. R.

La palabra del Señor hizo el cielo,
y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;
él encierra en un cántaro las aguas del mar
y pone en un depósito las olas del océano. R.

Que toda la tierra tema al Señor,
y tiemblen ante él los habitantes del mundo;
porque él lo dijo, y el mundo existió,
él dio una orden, y todo subsiste. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    10, 46-52

    Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: « ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: « ¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
    Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: « ¡Animo, levántate! El te llama.» Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
    Jesús le preguntó: « ¿Qué quieres que haga por ti?»
    El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.»
    Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Esta página es como un eco a los primeros capítulos del Génesis. Todo lo ha hecho Dios y lo ha hecho bien. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de contemplar su hermosura?
Pero otro aspecto despierta la admiración del sabio, el que se refiere al hombre: «Dios sondea el corazón, penetra todas sus tramas… no se le oculta ningún pensamiento». Dios es el verdadero Sabio.
El cántico de las criaturas que nos enseñó san Francisco de Asís podría ayudarnos a ordenar nuestros sentimientos ante Dios y su obra creadora: «Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…».
Dios conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón. A la vez que estamos como envueltos en la sabiduría creadora de Dios en la naturaleza, también por dentro lo sentimos presente.
Somos invitados a convertirnos en personas con más esperanza, porque nos sabemos conocidos y guiados por Dios, envueltos en su amor.
***
Ayer estábamos “en el camino” de Jerusalén. Hoy estamos a algunos kilómetros cerca: en Jericó. Desde allí hay todavía 20 kms. de marcha cuesta arriba. El camino de Jericó a Jerusalén es una larga “subida” por un camino muy brusco. Jericó está situada a 200 metros bajo el nivel del mar y Jerusalén está a 800 metros sobre el nivel del mar.
Un mendigo ciego, hijo de Timeo estaba sentado junto al camino sin más porvenir que seguir prisionero para siempre de sus tinieblas. Es un pobre, no puede trabajar, inmóvil, dependiente de los que le rodeaban. Pasa los días sentado al borde del camino, tendiendo la mano a los que pasan.
Ese día oyendo que pasaba Jesús de Nazaret, una esperanza desconocida lo levanta de su miseria: se pone a gritar sencillamente y sin pretensión. Usa el título más popular para hablar del Mesías: “Hijo de David”. El Mesías era esperado por el pueblo como el que debía restablecer la realeza en Israel”. Como Jesús “sube a Jerusalén”, los que están a su alrededor piensan que va allí para comenzar a reinar con poder. Es lo que la muchedumbre dirá el día de Ramos: “¡Hosana! bendito sea el reino que llega, el reino de nuestro padre, David”.
La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Bartimeo sólo pide un poco de compasión, pide poder ver, en contraste con los discípulos que en el pasaje anterior se disputan el primer lugar. Los que acompañan a Jesús lo quieren callar creyendo que Jesús se debe ocupar sólo de las cosas de Dios, olvidando que es precisamente en los pobres como Bartimeo donde se manifiesta el amor de Dios.
Jesús lo atiende y manda que se lo traigan. La multitud “levanta” al enfermo y lo conduce a la presencia de Aquel, en quien se cumple el oráculo de Isaías. El ciego suelta su manto, que era, sin duda, todo lo que poseía; rompe con su pasado y da un salto hacia la luz.
El ciego es imagen del verdadero discípulo que se despoja del manto que hasta entonces lo cegaba; deja hacer a Jesús y, desde ese momento, puede seguirlo ya por el camino que conduce a Jerusalén. La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de una ceguera espiritual e intelectual más grave. Este episodio se sitúa en medio de escenas en que aparece la incredulidad de los judíos y la torpeza de los apóstoles.
La curación se convierte en signo para que los discípulos comprendan que es necesario tener una nueva mirada a fin de comprender lo que significa entregar la propia vida por los demás.
Todo el Evangelio nos hace saber que este camino de los ciegos y los cojos es el camino que lleva a Jerusalén: es la subida con el Hijo de Dios, es el paso por la cruz y entregada en manos del Padre. Y para cada uno de nosotros este camino toma una dirección más propia y precisa.
La historia de Bartimeo es nuestra propia historia, pues también nosotros estamos ciegos para muchas cosas, y Jesús está pasando junto a nuestra vida. Todos somos ciegos de nacimiento, pero no todos somos tinieblas. Cuando queremos ver y reconocemos la ceguera ya comenzamos a ver algo.
A menudo tenemos deformaciones de nuestro modo de ver las cosas y los demás. Tenemos una imagen falseada, y superficial. Y esta deformación nos lleva a ser injustos, duros, cerrados, a juzgar por las apariencias, a confundir nuestro punto de vista con la verdad, nuestros intereses con el Bien y nuestro mundo con el mundo. La verdadera imagen del hombre y del mundo se nos han revelado a través de Jesús de Nazaret, la luz que ha venido a este mundo. Su luz nos da esta mirada nueva que nos muestran al hombre, al mundo y a Dios en su verdad más plena.
El paso de Jesús por nuestra vida se hace luz que nos cura de la ceguera, nos libera de todas las visiones deformadas. Es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que sea capaz de aceptarla. La luz de Jesús es empezar un camino y un estilo de vida nuevos. Vivir en la luz significa: vivir y luchar por la bondad, por la justicia, por la verdad, que son los frutos de la luz. Vivir en nuestras vidas todos estos valores nuevos que nuestros ojos alcanzan y sacarnos de encima las obras estériles de las tinieblas. Esa es la tarea de fe, de conversión, y de renovación que estamos llamados a vivir.
Si de verdad nos dejamos iluminar por la luz de Jesús, si caminamos en su luz, seremos sus discípulos. Esta es nuestra grandeza y nuestra responsabilidad. Estamos llamados -siguiendo el ejemplo de Jesús a reflejar en el mundo su luz. Jesús quiere que vivamos sin miedo, siendo testigos de la luz frente a toda la oscuridad que hay en nosotros mismos y a nuestro alrededor.

PARA DISCERNIR

¿Desde qué luz percibimos la realidad?
¿Nos dejamos iluminar por la luz de Jesús?
¿Aceptamos la luz de Jesús para empezar un camino y un estilo de vida distintos?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

…Sigamos haciendo el bien…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”Como nuestra vida «natural», también nuestro nacimiento a la Vida de Dios yace en una profundidad oscura; en el misterio del bautismo, de la gracia. En el seno de Dios. Y sentimos que este vivir adquiere relieve en la conciencia sólo de vez en cuando. Anotamos su llamada, su aviso y sus leyes. Tenemos el presentimiento de sus posibilidades eternas. Y debemos creer que este existir es real, más real aún que lo natural, lo terreno.
En nuestra persona debemos ver también la Vida de Dios y, como educadores, tener una viva solicitud por ella. La primera cuestión en la que el educador ayuda, en efecto, al educando es en la de adquirir la firme convicción de tener un destino y una posibilidad de afirmación. Así ocurre también respecto a la existencia divina en nosotros. Esa existencia está engendrada por Dios dentro de nuestra vida, y nosotros creemos que este Dios la ayudará y la conducirá a la plena libertad. Creemos que Dios nos hará encontrar las cosas que ayudan a la vida divina en nosotros; creemos que Dios alejará aquello que la perjudica y nos protegerá de la tentación. A todo ello está ligada también la firme convicción, procedente de la fe, de que el mundo no es para nada un autómata rígidamente programado, sino que está en las manos de Dios; de que el misterio de la acción del Dios vivo penetra el mundo en todo instante.
Es justo que todo esto haya sido colocado como último sello en nuestra común reflexión. Toda educación natural posee un sentido positivo. Ahora bien, lo que es único y original es el hecho de que tenga lugar en nosotros un nacimiento, un nacimiento engendrado por Dios: hay en nosotros una realidad a la que debemos prestar atención, en la que creemos y por la que debemos orar a Dios para que la guíe hasta su realización cabal. El Padrenuestro es la magna oración con la que mendigamos la Vida de Dios”… 
R. Guardini, Persona y Iibertad.

PARA REZAR

El ciego Bartimeo
sabía que ahí estabas…
¡Pero no podía verte!
y te imploraba, y gritaba…
… hasta que Tú, al fin, lo sanaste,
y vio la luz y el amor,
y la vida… y el color…
… y te alababa… y te amaba… y saltaba… y cantaba…
Yo, Señor, también sé que estás aquí,
muy cerquita de mí
en la viña de mi vida…
… ¡pero mis ojos no te palpan!
Y este vivir estando muerto,
ni las perlas de mis lágrimas arranca.
¡Abre mis ojos, Señor!
Yo quiero verte,
yo quiero ser tu fuente sonriente…
¡Toca, Jesús, mi vida!
Yo quiero sentirte,
ser cogollo de tu dicha…
Yo quiero servirte…
¡Poda en mi viña las parras!
Que sólo den ramas dulces,
¡No más uvas amargas!
Yo quiero alabarte,
yo quiero amarte.


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