29 de mayo de 2015 – TO – Semana VIII – VIERNES DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones
PRIMERA
LECTURA
Lectura del
libro del Eclesiástico 44, 1. 9-13
Elogiemos a los hombres ilustres,
a los antepasados de nuestra raza.
Pero hay otros que cayeron en el olvido
y desaparecieron como si no hubieran
existido;
pasaron como si no hubieran nacido,
igual que sus hijos después de ellos.
No sucede así con aquellos, los hombres de
bien,
cuyas obras de justicia no han sido
olvidadas.
Con su descendencia se perpetúa
la rica herencia que procede de ellos.
Su descendencia fue fiel a las alianzas
y también sus nietos, gracias a ellos.
Su descendencia permanecerá para siempre,
y su gloria no se extinguirá.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: 4a)
R. ¡El Señor ama a su pueblo!.
Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los
fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su
Rey. R.
Celebran su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su
pueblo
y corona con el triunfo a los humildes. R.
Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas
esta es la victoria de todos sus fieles.
R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Marcos 11,11-25
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y
después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia
Betania.
Al día siguiente, cuando salieron de
Betania, Jesús sintió hambre.
Al divisar de lejos una higuera cubierta
de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que
hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo:
“Que nadie más coma de tus frutos”. Y sus discípulos lo oyeron.
Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró
en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las
mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió
que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: “¿Acaso no está
escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero
ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y
los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo
el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus
discípulos salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar otra vez,
vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a
Jesús: “Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado”.
Jesús le respondió: “Tengan fe en Dios.
Porque yo les aseguro que si alguien dice
a esta montaña: ‘Retírate de ahí y arrójate al mar’, sin vacilar en su
interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les
digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.
Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de
alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus
faltas”.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jesús ya llega a Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que
leemos el Domingo de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la
higuera estéril y la otra acción, no menos simbólica y valiente, de
Jesús arrojando a los mercaderes del Templo.
La higuera no tenía frutos. No era tiempo de higos. Jesús se queja de esa
esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril de Isaías 5.
Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás coma
nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si
Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es
el pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos
que Dios pedía. Israel es la higuera seca.
En medio del episodio de la higuera, entre
su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la escena del
Templo y el gesto de Jesús. También aquí no había motivo evidente para la
ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el sacrificio o
cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los permisos de los
responsables y no parecían estorbar el culto.
Lo que hace Jesús es, un gesto
simbólico, no tanto contra los mercaderes, sino contra los
responsables del Templo: lo que denuncia es la
hipocresía del culto, hecho de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la
vida. El culto tiene que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.
Jesús quiere que el Templo sea «casa de
oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica.
El evangelio de hoy termina, no sólo
invitando a la oración llena de fe, sino también a la caridad fraterna, sobre
todo el perdón de las ofensas.
PARA
DISCERNIR
¿A qué me invitan las palabras que la
liturgia me regala este día?
¿Qué actitudes me siento llamado a
convertir como discípulo?
¿Integro el sufrimiento y la persecución
al seguimiento del Señor?
REPITAMOS A
LO LARGO DE ESTE DÍA
«Cuando se pongan a orar, perdonen lo que
tengan contra otros»
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
«La Escritura dice: Mi casa se llama casa
de oración para todos los pueblos. Vosotros, en cambio, la habéis convertido en
cueva de bandidos»
El Señor entró en el Templo y se puso a
echar fuera a todos los que compraban y vendían, diciendo: «Mi casa se llama
casa de oración. Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de
bandidos». ¿Cuál es ese templo convertido en cueva de bandidos? Es el alma y el
cuerpo del hombre, que son más realmente el templo de Dios que todos los
templos edificados (1C 3,1;
6,19).
Cuando Nuestro Señor quiere llegarse a este último templo, lo encuentra cambiado en un escondite de bandidos y en un bazar de comerciantes. ¿Qué es un comerciante? Son los que dan lo que tienen – a su libre arbitrio- a cambio de lo que no tienen –las cosas de este mundo. ¡El mundo entero está lleno de esa clase de comerciantes! Los encontramos entre los presbíteros y los laicos, entre los religiosos, los monjes y las monjas… Tanta gente llena de su propia voluntad…; tanta gente que buscan en todo su propio interés. Si, por el contrario, tan sólo quisieran comerciar con Dios dándole su propia voluntad, ¡qué comercio tan dichoso no harían!
6,19).
Cuando Nuestro Señor quiere llegarse a este último templo, lo encuentra cambiado en un escondite de bandidos y en un bazar de comerciantes. ¿Qué es un comerciante? Son los que dan lo que tienen – a su libre arbitrio- a cambio de lo que no tienen –las cosas de este mundo. ¡El mundo entero está lleno de esa clase de comerciantes! Los encontramos entre los presbíteros y los laicos, entre los religiosos, los monjes y las monjas… Tanta gente llena de su propia voluntad…; tanta gente que buscan en todo su propio interés. Si, por el contrario, tan sólo quisieran comerciar con Dios dándole su propia voluntad, ¡qué comercio tan dichoso no harían!
El hombre debe
querer, debe perseguir, debe buscar a Dios en todo lo que hace; y cuando ha
hecho todo eso –beber, dormir, comer, hablar, escuchar- que deje completamente
las imágenes de las cosas y obre de manera que su templo quede totalmente
vacío. Una vez el templo esté vacío, una vez que habrás echado fuera toda la
tropa de vendedores, las imaginaciones que le estorban, entonces podrás ser una
casa de Dios (Ef 2,19). Y así encontrarás la paz y el gozo de tu corazón, y ya
nada te atormentará, nada de lo que ahora te inquieta, de deprime y te hace
sufrir.
Juan Tablero (hacia 1300-1361), dominico – Sermón
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PARA REZAR
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Vivir como semilla
Ser como un grano de trigo,
pequeña semilla, que guarda en su interior la posibilidad de ser pan, para ofrecerse, sencillo, cotidiano, a todo el que lo necesite.
Tú nos llamas a ser semilla, Señor.
Y la semilla, que está llena de vitalidad y potencial, debe morir a ser semilla para convertirse en planta y crecer.
Tu vida nos muestra
que es posible morir para vivir. Entregar todo para ser para los demás… Pura ofrenda y donación.
…………
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Marcelo Murúa
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