6 de octubre de 2016

JUEVES DE LA XXVII SEMANA

Pidan y se les dará

Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia    3, 1-5

Gálatas insensatos, ¿quién los ha seducido a ustedes, ante quienes fue presentada la imagen de Jesucristo crucificado? Una sola cosa quiero saber: ¿ustedes recibieron el Espíritu por las obras de la Ley o por haber creído en la predicación? ¿Han sido tan insensatos que llegaron al extremo de comenzar por el Espíritu, para acabar ahora en la carne? ¿Habrá sido en vano que recibieron tantos favores?
¡Ojalá no haya sido en vano! Aquel que les prodiga el Espíritu y está obrando milagros entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la Ley o porque han creído en la predicación? 
Palabra de Dios.

SALMO    Lc 1, 69-70. 71-72. 73-75 (R.: cf. 68) 
R.    ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque visitó a su pueblo!

Nos ha dado un poderoso Salvador
en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes
por boca de sus santos profetas. R.

Para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su santa Alianza. R.

Se acordó del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad, y justicia
bajo su mirada, durante toda nuestra vida. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    11, 5-13

Jesús dijo a sus discípulos:
«Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: “Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle”, y desde adentro él le responde: “No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos.”
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El ejemplo de Pedro resultó contagioso y algunos gálatas rehusaron, a su vez, comer con los cristianos, venidos del paganismo.
Pablo siente decepción ante esta actitud de los gálatas.
Él les había entregado el mensaje del Jesús de Nazaret y ellos abandonan la vida en el Espíritu del resucitado, y la experiencia anterior,  para priorizar la ley y los ritos externos y vacíos.
Con un lenguaje duro les reprocha su poca constancia en la fe, la rapidez en “cambiar de evangelio” y haberse dejado embaucar.
Habiendo tenido la gracia de seguir a Jesucristo, el verdadero salvador, y de recibir su Espíritu y sus carismas, ahora se ponen a dudar de si tienen que servir a Moisés. Caminan hacia atrás: “empezaron por el espíritu para terminar con la materia”. Es como si, después de salir libres de Egipto, quisieran volver atrás.
Para salvarse hay que mirar a Jesucristo “crucificado”, la circuncisión, es una costumbre que puede tener su valor cultural, es una señal perteneciente a un grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta.
***
Siguiendo con su enseñanza sobre la oración, Jesús nos presenta una parábola en la que Dios es comparado a un amigo, a quien otro amigo acude de noche, a una hora inesperada, para pedirle unos panes. El amigo no ha cedido por amistad, sino para que lo deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. Eso no significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de relieve “con mayor razón” la actitud del Padre que es bueno.
La eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes El, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.
Jesús confirma que Dios atiende la oración. Hay que pedir, buscar, llamar, con la seguridad de que se recibe lo que se pide, que se encuentra lo que se busca, que se abren las puertas cuando se llama. El evangelio nos invita a la insistencia total.
La oración atestigua nuestra identidad profunda de hijos necesitados de su Padre, y por esa misma razón es por lo que es escuchada. Nuestra oración que es ciertamente petición, no consiste en un regateo mercantil, o en el esfuerzo de salir victoriosos y doblegar a Dios. En ella pedimos, invocamos: es decir, apelamos a una realidad reconocida y a un derecho.
Recordamos a Dios Padre lo que ha realizado por su Hijo amado. Esta es la razón profunda de nuestra certeza y de nuestra audacia: nos atrevemos a provocar a Dios y confrontarlo con su responsabilidad paterna. Nos atrevemos a correr el riesgo de pedirle algo, precisamente porque El mismo ha establecido con nosotros vínculos de familiaridad y se ha puesto a nuestro alcance.
Pero hay que saber pedir. Hay que pedir que nos disponga para el Reino, que nos capacite para construir con valentía y con alegría su proyecto en la historia que siempre es más grande que nuestro proyecto personal. La oración no puede ser ni caprichosa ni antojadiza. Al Padre tenemos que acercarnos con seriedad y con certeza, en una oración que es confrontación con el Reino.
A quien se lo pida, Dios concederá su Espíritu Santo. Concederá el bien pleno que Él nos prepara, no necesariamente el que nosotros pedimos, que suele ser muy parcial. Nos concederá la fuerza que nos impulsa a vivir el Reino que siempre es más de lo que podemos esperar. Ésa es la promesa de Jesús.

Para discernir

¿Cómo es nuestra oración?
¿Nos apoyamos en la certeza de un Padre que nunca nos defrauda?
¿Nuestra oración supera los límites de nuestras necesidades personales?

Repitamos a lo largo de este día

…Envíanos Señor tu Espíritu Santo…

Para la lectura espiritual

…”Llamar a Dios «Abbá, Padre» (cf. Rom 8,15; Gal 4,6) es algo diferente a darle a Dios un nombre familiar. Llamar a Dios Abbá significa entrar en la misma relación íntima, libre de miedo, confiada y rica, que Jesús mantenía con su Padre. Esa relación se llama Espíritu, y ese Espíritu nos ha sido dado por Jesús y nos hace capaces de gritar con él: «Abbá, Padre». Llamar a Dios Padre «Abbá, Padre» es un grito del corazón, una plegaria que brota de lo más íntimo de nuestro ser. No tiene nada que ver con el hecho de darle un nombre a Dios, sino que es proclamar a Dios como fuente de nuestro ser. Esta declaración no procede de una intuición inesperada o de una convicción adquirida, sino que es la declaración de que el Espíritu de Jesús está en comunión con nuestro espíritu. Y… una declaración de amor.
El Espíritu, a continuación, no nos revela sólo que Dios es «Abbá, Padre», sino también que pertenecemos a Dios corno hijos suyos amados. El Espíritu nos restablece así en la relación de la que todas las otras relaciones toman su significado. Abbá es una palabra muy íntima. Expresa confianza, seguridad, confidencia, pertenencia y el máximo de la intimidad. No tiene la connotación de autoridad, de poder y de dominio que evoca a menudo la palabra padre. Al contrario, Abbá implica un amor que nos envuelve y alimenta. Este amor incluye y trasciende infinitamente todo el amor que nos viene de nuestros padres, madres, hermanos, hermanas, esposos y seres amados. Es el don del Espíritu”… 
H. J. M. Nouwen, edición española: Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año, Ediciones Obelisco, Barcelona 2001

Para rezar

Envíanos tu Espíritu

Señor Jesús, hermano, amigo y compañero,
que caminas con nosotros todos los días de nuestra vida,
te pedimos que nos envíes tu Espíritu Santo.
Que Él nos anime,
nos dé fuerza y coraje
para trabajar por la justicia y la paz.
Que nos ilumine,
para saber descubrir lo bueno,
lo verdadero, lo que favorece
y ayude a que la vida sea más digna.
Que nos dé valor,
para rechazar la mentira muchas veces disfrazada,
que atenta contra la vida, porque crea división y odio.
Que nos ayude,
a comprender lo que Tú nos enseñaste,
que todos somos hijos de un mismo Padre
y que por eso todos somos hermanos
y que las cosas y bienes que hay en el mundo, son para todos.

Que su presencia en medio nuestro,
sea visible a través de los frutos: el amor, la generosidad,
la bondad, la comprensión,
la solidaridad y la auténtica alegría. Amén.

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