8 de noviembre de 2016

MARTES DE LA XXXII SEMANA

Somos simples servidores

Lectura de la carta del apóstol
San Pablo a Tito     2,1-7a.11-14

En cuanto a ti, debes enseñar todo lo que es conforme a la sana doctrina.
Que los ancianos sean sobrios, dignos, moderados, íntegros en la fe, en el amor y en la constancia.
Que las mujeres de edad se comporten como corresponde a personas santas. No deben ser murmuradoras, ni entregarse a la bebida. Que por medio de buenos consejos, enseñen a las jóvenes a amar a su marido y a sus hijos, a ser modestas, castas, mujeres de su casa, buenas y respetuosas con su marido. Así la Palabra de Dios no será objeto de blasfemia.
Exhorta también a los jóvenes a ser moderados en todo, dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad, a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos.
Porque la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado.
Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús.
El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. 
Palabra de Dios.

SALMO Sal 37 (36), 3-4.18.23.27.29. 
R.    El Señor es quien salva a los justos.

Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón. R.

El Señor se preocupa de los buenos,
y su herencia permanecerá para siempre.
El Señor asegura los pasos del hombre,
en cuyo camino se complace: R.

Aléjate del mal, practica el bien,
y siempre tendrás una morada,
pero los justos poseerán la tierra,
y habitarán en ella para siempre. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    17, 7-10

El Señor dijo:
«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.”» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar
   
Creer en Cristo Jesús tiene consecuencias en la vida. Los cristianos deben llevar una vida, no según “los deseos mundanos”, sino como un “pueblo purificado, dedicado a las buenas obras”, ya que Jesús se entregó “para rescatarnos de toda impiedad”.
Pablo le dicta a Tito, pastor de la comunidad de Creta, unas consignas que debe transmitir a diversos tipos de personas de su comunidad y cómo debe comportarse él mismo. Cada uno debe recibir el evangelio según su estado, su situación y su edad. Cada uno tiene un papel diferente según sus posibilidades.
A los ancianos, que sean sobrios, serios, sólidos en el amor y la paciencia. A las ancianas, que sean decentes en su presencia, no chismosas, ni dadas al vino y que den buen ejemplo a todos, a los familiares y a los más jóvenes. A los jóvenes, que se presenten como modelos de buena conducta.
Y a Tito, como obispo de la comunidad le recomienda que sea íntegro, sensato e intachable. San Pablo no predicaba simplemente un buen humanismo. La aparición de la gracia de Dios, es la fuente de una nueva manera de vivir. Todo esto es obra de Dios: la gracia, el don gratuito de Dios, está ahí.
***
Nuevamente nos encontramos aquí con el personaje familiar del criado, igual que en la escena del banquete. Una vez más aparece subrayada la gratuidad del servicio como respuesta creativa a la necesidad.
Este pasaje, no lo podemos aislar del resto de enseñanzas e instrucciones que Jesús viene dando a sus discípulos; así como tampoco podemos ignorar que Jesús, enfrenta un sistema social y religioso basado en el cumplimiento de una cantidad de normas y leyes, a través del cual se tenía la ilusión de alcanzar el favor de Dios, y el derecho para juzgar a los incumplidores.
Esa actitud los fue llevando a dejar de lado valores esenciales del pueblo de la alianza, tales como la solidaridad y el compromiso con el hermano, especialmente con el débil y desprotegido. De muchas formas, en la historia del pueblo, Dios pidió ser reconocido como Verdadero y Único Dios, al que sólo se le sirve a través del prójimo. El camino de la verdadera fe, unida al amor, se fue sustituyendo por un culto vacío, ostentoso, pero ausente de amor y misericordia hacia quienes por razones de su oficio o condición social, no podían cumplir con lo preceptuado por la casta dirigencial.
Los cumplidores del culto y los preceptos, se sentían mejores y con derecho a sentarse a la mesa, para ser servidos por su amo. A estos, Jesús los llama «siervos inútiles», porque intentan hacer valer sus derechos sobre Dios y son, en realidad, ante Él, unos pobres siervos; totalmente incapaces de hacer algo auténticamente meritorio. Simplemente cumplen lo mandado.
Actitudes como éstas, tienen que ser evitadas por quienes quieren vivir la novedad de la vida del reino, que no consiste en una lista de preceptos que guardar, de prohibiciones que evitar, sino en un nuevo modo de vivir, que superará siempre todo lo imaginable porque es respuesta gratuita a la gratuidad de Dios.
Si bien esta parábola está dirigida inicialmente a los fariseos, Lucas la coloca dirigiéndola a los apóstoles, para que eviten la soberbia farisaica de atribuirse a sí mismos méritos de una acción, que sin Dios sería imposible realizar. El mérito pertenece sólo al Espíritu de Dios, que actúa de forma eficaz y no a nuestra eficiencia profesional. Jesús apunta a lo que hay de fariseo y autoritario en el corazón de cada uno, cuando consideramos las ventajas y los privilegios de la misión que desempeñamos, como derechos a la vida eterna y cuando nos glorificamos a nosotros mismos en vez de “gloriarnos en el Señor”.
También hoy los cristianos, podemos caer en el error de buscar a Dios en el perfecto cumplimiento de la ley, siendo, de esta manera, siervos inútiles que tienen como única meta el deber cumplido.
Es mucho más cómodo cumplir con lo que siempre se ha hecho. Acatar, es menos pesado que arriesgarse a realizar creativamente el amor, la misericordia, el perdón. Identificados con Cristo por la fe, estamos llamados a continuar trabajando para que la salvación llegue a todos. En este aspecto no podemos escatimar esfuerzos. Dios espera que seamos generosos trabajadores de su Reino, proclamando la Buena Nueva a todos, con un amor, que sea signo de Su Amor que se acerca a nuestros hermanos más ignorados por la sociedad.

Para discernir

¿Hacemos valer nuestros méritos frente a Dios?
¿Pensamos que creer nos da derechos?
¿Me limito a cumplir, o trato de descubrir qué es lo que Dios quiere en cada momento?

Repitamos a lo largo de este día

…Gracias Señor por invitarme a tu servicio…

Para la lectura espiritual

«Somos unos pobres siervos»

…”Hay muchos grados de humildad. Hay quien es obediente y en todas las cosas se reprocha a sí mismo; esto es humildad. Hay quien se arrepiente de sus pecados y se considera un miserable delante de Dios. Esto es también humildad. Pero otra es la humildad del que ha conocido al Señor por el Espíritu Santo: son diferentes su conocimiento y sus gustos.
Cuando a través del Espíritu Santo el alma ve cuán suave y humilde es el Señor, se humilla a sí misma hasta lo más hondo. Esta humildad es del todo particular y nadie puede describirla. Si los hombres, a través del Santo Espíritu pudieran saber qué Señor tenemos, cambiarían enteramente: los ricos menospreciarían sus riquezas; los sabios, su ciencia; los gobernantes su poder y su prestigio. Todos vivirían en una profunda paz y con amor, y reinaría sobre la tierra un gozo grande”… 
San Silvano (1886-1938), monje ortodoxo – Escritos

Para rezar

Bienaventurado el DISCÍPULO que vive enamorado de Cristo, que se fía de Él como de lo más necesario y absoluto, porque no quedará desilusionado.
Bienaventurado el DISCÍPULO que mantiene su ideal y su ilusión por el Reino y no pierde el tiempo en cosas accidentales, porque Dios acompaña a los que siguen su ritmo.
Bienaventurado el DISCÍPULO que no tiene nada, y lo que es y posee lo gasta en servicio de sus hermanos, porque Cristo será toda su riqueza.
Bienaventurado el DISCÍPULO que se sabe necesario donde la Iglesia lo reclame, pero que en ningún lado se siente indispensable, porque experimentará el gozo del deber cumplido.
Bienaventurado el DISCÍPULO que sabe poner su oído en el corazón de Dios para escuchar sus deseos, porque el Espíritu lo ayudará a discernir los acontecimientos.
Bienaventurado el DISCÍPULO que no se enorgullece de sus éxitos y reconoce que el Espíritu hace todo en todos, porque se verá libre de ataduras.

Bienaventurado el DISCÍPULO que siempre tiene un tiempo para contemplar a Dios, a los hombres y al mundo, porque habrá entendido el valor de ser hijo, hermano y señor.


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