22 de agosto de 2017 – TO – MARTES DE LA XX SEMANA
Para Dios todo
es posible
Lectura del libro de los
Jueces 6, 11-24a
El Ángel del Señor fue a sentarse bajo la
encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón estaba
moliendo trigo en el lagar, para ocultárselo a los madianitas. El Ángel del
Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente guerrero.»
«Perdón, señor, le respondió Gedeón; pero
si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están
todas esas maravillas que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: “El
Señor nos hizo subir de Egipto”? Pero ahora él nos ha desamparado y nos ha
entregado en manos de Madián.»
El Señor se volvió hacia él y le dijo:
«Ve, y con tu fuerza salvarás a Israel del poder de los madianitas. Soy yo el
que te envío.»
Gedeón le respondió: «Perdón, Señor, pero
¿cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan es el más humilde de Manasés y yo
soy el más joven en la casa de mi padre?»
«Yo estaré contigo, le dijo el Señor, y tú
derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre.»
Entonces Gedeón respondió: «Señor, si he
alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que está
hablando conmigo. Te ruego que no te muevas de aquí hasta que yo regrese. En seguida
traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti.»
El Señor le respondió: «Me quedaré hasta
que vuelvas.»
Gedeón fue a cocinar un cabrito y preparó
unos panes sin levadura con una medida de harina. Luego puso la carne en una
canasta y el caldo en una olla; los llevó debajo de la encina y se los
presentó.
El Ángel del Señor le dijo: «Toma la carne
y los panes ácimos, deposítalos sobre esta roca y derrama sobre ellos el
caldo.»
Así lo hizo Gedeón. Entonces el Ángel del
Señor tocó la carne y los panes ácimos con la punta del bastón que llevaba en
la mano, y salió de la roca un fuego que los consumió. En seguida el Ángel del
Señor desapareció de su vista.
Gedeón reconoció entonces que era el Ángel
del Señor, y exclamó: « ¡Ay de mí, Señor, porque he visto cara a cara al Ángel
del Señor!» Pero el Señor le respondió: «Quédate en paz. No temas, no morirás.»
Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó: «El Señor es la paz.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 84, 9.
11-12. 13-14 (R.: 9b)
R. El Señor promete
la paz para su pueblo.
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos,
y para los que se convierten de corazón.
R.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 19, 23-30
Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les
aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les
repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico
entre en el Reino de los Cielos.»
Los discípulos quedaron muy sorprendidos
al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les
dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.»
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes
que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a
nosotros?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que en
la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de
gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para
juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa,
hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y
obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos,
y muchos de los últimos serán los primeros.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
El pueblo de Israel, después de
establecido por Josué en su tierra, fue haciendo camino como los demás pueblos
hacia una organización cada vez más perfecta de su vida, estructura social y
política. Comenzó con una mínima organización tribal y fue progresando hacia
otra organización monárquica.
Los llamados Jueces ‘mayores’, como
Débora, Barac, Gedeón, Abimelec, y otros `menores’, como Jefté y Sansón son los
animadores de este camino.
El libro de los jueces presenta la
historia de Gedeón, un labrador que está ocupado en tratar de salvar su cosecha
en tiempo de inseguridad y que ante el llamado de Yahvé supo organizar las
tribus del norte para hacer frente a los madianitas, enemigos temibles que
invadían precisamente Israel cuando los campos estaban a punto para la cosecha.
El narrador atribuye a la decadencia
religiosa, la impotencia de Israel para enfrentarse a los madianitas, que
tenían superioridad por el hecho de poseer camellos domesticados con los que
realizaban ataques rápidos y por sorpresa. Hasta que por fin los israelitas
“clamaron a Yahvé”.
La vocación de Gedeón concreta la
respuesta del Señor al grito angustioso del pueblo. Igual que a Moisés, a Gedeón
el que se le aparece es el ángel de Yahvé, aunque quien les habla es Yahvé
mismo, y le confía el Señor una misión liberadora. De Gedeón se subraya además
su coraje y valentía. Gedeón dialoga con Dios de un modo muy vivo, desde una
actitud de sentido común y realismo: primero, pidiendo cuentas de cómo puede
permitir Dios que a su pueblo le pasen tantas desgracias y, luego, pidiendo una
señal para saber que, en efecto, esa voz es de Dios, cosa que se le concede con
la llamarada que consume el sacrificio que ha preparado. Es la hora de recordar
la palabra de Dios a Gedeón y a todos sus llamados: «no temas, yo estoy
contigo».
Estamos colaborando con Dios, no somos
protagonistas, no salvamos nosotros al mundo con nuestras fuerzas. Y Dios
parece tener preferencias por los débiles.
***
Una vez que el joven ha salido de la
escena, sigue el diálogo entre Jesús y los discípulos. El fracaso que acaban de
ver es un “hecho de vida”, que invita a reflexionar y a juzgarlo a la luz del
Reino de Dios. El comentario de Jesús sigue a la breve escena de ayer, la del
joven que no se decidió a abandonar sus riquezas para seguir a Jesús.
Por eso Pedro le dice que ellos lo han
abandonado «todo» y lo han seguido. Se ve en seguida que, ni por parte de Pedro
ni de los demás, es muy gratuito este seguimiento, porque especulan que les va
a tocar. Jesús los ubica en la perspectiva correcta. Jesús les promete un
premio cien veces mayor que lo que han dejado.
La imagen de la aguja de coser utilizada
por Jesús expresa y designa el sentido de una cosa absolutamente imposible.
Jesús se refiere a los ricos de esta manera y a su imposibilidad de entrar en
el Reino, no por ser ricos, sino porque quien posee bienes en afectuosa
propiedad, tiene poseído por ellos el corazón, que según el Evangelio, tiene
que estar disponible del todo sólo para Dios.
Lo que asusta a sus oyentes es que Jesús
aplique este dicho a los ricos que quieren salvarse. Si uno está tan lleno de
cosas que no necesita nada más, si se siente tan satisfecho de sí mismo, y no
se puede desprender de su ansia de poseer y de la idolatría del dinero, le
resultará difícil aceptar como programa de vida el Reino que Dios le propone.
Las riquezas son buenas en sí, a no ser
que se hayan acumulado injustamente. Pero lo que no es bueno es ser esclavo del
dinero y no utilizarlo para lo que Dios quiere.
Los discípulos se quedaron sorprendidos
por las exigencias de Jesús. Ellos al fin y al cabo dejaban pocas posesiones y
estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero, lo que Jesús pedía a los ricos era
una renuncia a la riqueza, que se consideraba una bendición de Dios. Los
discípulos esperaban una seguridad futura en el Reino que ellos creían se
inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús les recuerda que al optar por el Reino
ya han abandonado las seguridades de este mundo y se confían plenamente a las
manos de Dios.
El discípulo no puede esperar las
seguridades que ofrece este mundo, sino que debe luchar por el mundo nuevo. En
este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres humanos, con entrañas de misericordia,
y darán a cada persona lo justo. Y sobre todo, los seres humanos disfrutarán de
una existencia plena.
Nosotros, probablemente, no somos ricos en
dinero. Pero podemos tener alguna clase de «posesiones» que nos llenan, que nos
pueden hacer autosuficientes y hasta endurecer nuestra sensibilidad, tanto para
con los demás como para con Dios, porque, en vez de poseer nosotros esos
bienes, son ellos los que nos poseen a nosotros.
El seguimiento de Jesús que hace el
discípulo debe ser gratuito y desinteresado, sin la preocupación de si llegará
a ocupar los tronos para juzgar a las tribus de Israel, ni de la contabilidad
exacta de lo que recibiremos a partir de lo que hemos abandonado.
El discípulo sigue a Jesús por amor,
porque se siente llamado por El, a colaborar en la obra de la salvación del
mundo. No por ventajas económicas ni humanas, ni siquiera espirituales, aunque
con la seguridad de que Dios gana siempre en generosidad.
Frecuentemente nos lamentamos porque
pensamos que nuestros esfuerzos son inútiles y no tendrán recompensa alguna.
Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo nuevo, en el que lo
importante, no es la seguridad que proporcionan las cosas, sino la existencia
plena a la que tienen derecho todos los hijos de Dios.
La situación vivida es solamente una buena
ocasión pedagógica para reafirmar una de las características del auténtico
discípulo: la incompatibilidad entre el servicio a la riqueza y el Reino de
Dios. El tema de la pobreza es el contenido del texto de hoy, en el cual
encontramos varias sentencias de Jesús a este respecto.
La necesidad de hacerse pequeño para hacer
posible la recepción de la gracia del Reino, es algo imposible de lograr, por
medio del esfuerzo humano. Es necesaria la gracia de Dios, como lo señala Jesús:
“humanamente eso es imposible pero para Dios todo es posible”. La gracia de
Dios hace posible vivir en el desprendimiento total, a pesar de la
imposibilidad humana de actuar de ese modo. Para recibir el Reino es necesario
morir a lo propio, o se hace morir el Reino en la vida propia.
Este desprendimiento con que el hombre
expresa su apertura a la gratuidad, lo capacita para aceptar el don del Reino,
cuyo valor trasciende infinitamente lo que se ha abandonado.
No se trata de un título que dé derecho a privilegios,
sino del don de Dios al hombre, que lo capacita al desprendimiento y
consiguientemente, a la recepción de ese don.
De nuevo Jesús, en el texto evangélico de
Mateo, invita a trascender los criterios fijados en el ámbito de la sociedad
comercial. Su llamada a todo hombre es, a dejarlo todo para recibirlo todo y,
esta disponibilidad sólo puede ser creada en el corazón humano por la
revelación del Padre. La comunidad cristiana debe continuamente volver a
descubrir la gracia de Dios si quiere responder adecuadamente a esta llamada de
Jesús.
Para
discernir
¿Me animo a abandonarme en las manos
providenciales de Dios?
¿Espero recompensa por mi entrega?
¿Calculo lo que realizo y espero
devolución proporcional?
Repitamos a
lo largo de este día
…Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos…
Para la
lectura espiritual
…”En alemán, el verbo «agradecer» deriva de «pensar». El ángel de la gratitud querría enseñarte a pensar de manera justa y consciente. Si empiezas a pensar, puedes reconocer con gratitud todo lo que se te ha dado en la vida. No te quedes fijado en lo que podría irritarte. No empieces la mañana experimentando rabia de inmediato por el mal tiempo. No te sientas frustrado enseguida porque se te derrama la leche. Hay personas, en efecto, que se hacen la vida difícil porque anotan sólo lo negativo. Cuanto más ven lo negativo, tanto más ven confirmada su experiencia. Su modo de ver pesimista no les permite absorber las pequeñas desventuras de la jornada.
Quien mira con ojos agradecidos su propia
vida estará de acuerdo con lo que ha sucedido en él mismo. Entonces abre los
ojos y puede darse cuenta de que un ángel de Dios le ha acompañado a lo largo
de toda su vida, de que un ángel de la guarda le ha preservado de algunas
desgracias, de que su ángel de la guarda ha transformado en un precioso tesoro
hasta las desventuras. Entonces serás capaz de mirar con ojos agradecidos la
nueva aurora, serás capaz de darte cuenta de que te has levantado sano y puedes
ver salir el sol. Darás las gracias por la respiración que te anima. Darás las
gracias por los dones buenos de la naturaleza que puedes gozar comiendo.
Vivirás de modo más consciente. La gratitud ensancha el corazón y lo pone
alegre”…
Anselm Grün, Cincuenta ángeles para comenzar el año,
Sígueme, Salamanca 1999.
Para rezar
Señor Jesús,
enséñanos a ser generosos,
a servirte como Tú mereces,
a dar sin medida,
a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin descanso,
sin esperar otra recompensa
que saber que hemos cumplido
tu santa voluntad.
enséñanos a ser generosos,
a servirte como Tú mereces,
a dar sin medida,
a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin descanso,
sin esperar otra recompensa
que saber que hemos cumplido
tu santa voluntad.
San Ignacio de
Loyola
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