7 de noviembre de 2017 – TO – MARTES DE LA
XXXI SEMANA
7 de noviembre - Santa María Madre y Medianera de la Gracia
…Hagan todo lo
que Él les diga…
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Galacia 4, 4-7
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo establecido,
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los
que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.
Y la prueba de que ustedes son hijos, es
que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a
Dios llamándolo ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino
hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Palabra de Dios.
SALMO Jdt 13,
18bcde. 19 (R.: 15, 9d)
R. ¡Tú eres el
insigne honor de nuestra raza!
Que el Dios Altísimo te bendiga, hija mía,
más que a todas las mujeres de la tierra;
y bendito sea el Señor Dios,
creador del cielo y de la tierra. R.
Nunca olvidarán los hombres
la confianza que has demostrado
y siempre recordarán el poder de Dios. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 2, 1-11
Tres días después se celebraron unas bodas
en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado
con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen
vino.» Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha
llegado todavía.» Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él
les diga.»
Había allí seis tinajas de piedra
destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien
litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas.» Y
las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado
del banquete.» Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en
vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían
sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen
vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en
cambio, has guardado el buen vino hasta este momento.»
Este fue el primero de los signos de
Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos
creyeron en él.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
En el episodio de las bodas de Caná, san
Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús
poniendo de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.
Caná es una aldea de Galilea, mencionada
tres veces en el evangelio de Juan. Se localiza a unos 8 kms. al nordeste de
Nazaret, en el camino que lleva a Tiberíades. Juan introduce el signo de Caná,
con la indicación: “el tercer día”, que tiene la finalidad de poner en relación
el primer milagro de Jesús con el Sinaí y con la resurrección.
Lo mismo que en el Sinaí, Yahvé reveló su
gloria dando su ley a Moisés, así en Caná, Jesús revela su gloria dando el vino
mejor, símbolo de la nueva ley que es su evangelio. Además del Sinaí, este
“tercer día” de Caná, hace referencia al tercer día del misterio pascual: la
resurrección. En esta hora el Padre revela la gloria del Hijo, es decir, la
verdad plena de su persona.
Se celebraban unas bodas. Según las
costumbres del Antiguo Testamento, las fiestas de la boda duraban normalmente
siete días, y eran lógicamente la ocasión para un alegre banquete, servido
habitualmente en casa del esposo. Por tanto, se necesitaba tener una buena
provisión de vino. Y esto fue lo que falló en Caná.
María estaba entre los invitados de esta
celebración. El texto refiere que Jesús y sus discípulos fueron invitados junto
con María; nos está indicando que la presencia del Hijo en aquella boda, fue en
razón de la madre.
La Virgen como experta y preocupada ama de
casa, inmediatamente se da cuenta que falta el vino, e interviene para ayudar a
los esposos en su dificultad y para que no decaiga la alegría de todos.
Dirigiéndose a Jesús, le expresa su preocupación por esa situación, esperando
una intervención que la resuelva.
Después de una respuesta un tanto
enigmática, Jesús accedió a la petición de la madre, y convirtió en vino
copioso y de calidad, el agua contenida en las seis tinajas, puestas allí para
las abluciones rituales que los judíos realizaban antes de sentarse a la mesa.
De esta forma Jesús dio comienzo a sus prodigios y fue aquél, el signo que
suscitó la fe incipiente de los discípulos en Él, como Mesías.
Es evidente que este relato de las bodas,
delinea ya con bastante claridad, la nueva dimensión, el nuevo sentido de la
maternidad de María. En el texto de Juan, se manifiesta concretamente una
maternidad según el espíritu y no únicamente según la carne; María se preocupa
por los hombres, sale al encuentro en toda la gama de sus necesidades. Este ir
al encuentro de las necesidades del hombre, la introduce en el radio de acción
de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo.
Por consiguiente, se da una mediación:
María se pone entre su Hijo y los hombres desde sus pobrezas, indigencias y
sufrimientos. Se pone «en medio», hace de mediadora no como una persona
extraña, sino en su papel de madre; consciente de que como tal, puede, «tiene
el derecho de», hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su
mediación tiene un carácter de intercesión: María «intercede» por los hombres.
Y no sólo; como Madre desea también que se manifieste el poder salvador del
Hijo, su poder redentor encaminado a socorrer la desdicha humana, a liberar al
hombre del mal que bajo diversas formas pesa sobre su vida.
Otra manifestación de la función materna e
intercesora de María se encuentra en las palabras dirigidas a los sirvientes:
«Hagan lo que Él les diga». La Madre de Cristo se presenta ante los hombres
como portavoz de la voluntad del Hijo, indicadora de aquellas exigencias que
deben cumplirse para que pueda manifestarse el poder salvador del Mesías.
En Caná, gracias a la intercesión de María
y a la obediencia de los criados, Jesús provoca la primera «señal» y contribuye
a suscitar la fe de los discípulos. Redemptoris Mater, 21.
Así como María tomó parte en la
Encarnación y la Redención por su Divina Maternidad y sus dolores en el
calvario, así ahora ella adecuadamente coopera en la distribución de las
gracias merecidas por su Hijo. Dice San Bernardo “Es la voluntad de Dios que
obtengamos todo por medio de María”. Cristo es el único mediador entre Dios y
los hombres. Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha querido
asociarse otros mediadores. Entre ellos, María.
La mediación universal de María, tanto en
la obtención como en la distribución universal de todas las gracias, arranca y
se fundamenta en su función de madre espiritual de todos los hombres, que se
inicia en la tierra y continua ejerciéndola desde el cielo, por lo que María
coopera en la impetración y distribución actual de todas las gracias concedidas
a los hombres.
El pueblo de Dios siempre ha creído en la
mediación de María y ha invocado su misericordia. Basta recordar la oración que
ya en el siglo tercero recitaban los fieles y que posteriormente fue
introducida en la liturgia y que ha llegado hasta nuestros días:
“Bajo tu protección nos acogemos, santa
Madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras
necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita”.
La fiesta de María Medianera de todas las
gracias fue instituida por el papa Benedicto XV en 1921; en ella se nos invita
a recurrir siempre con confianza a esta mediación incesante de la Madre del
Salvador.
El Concilio Vaticano II ha escrito sobre
esta condición de mediadora de la Santísima Virgen: «María, asunta a los
cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión
continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno
cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en
peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por
este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. «Lo cual, sin embargo, ha de
entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de
Cristo, único Mediador». (LG 62).
La Virgen no es solamente la madre de la
cabeza, sino que además ha cooperado con la caridad, al nacimiento de los
fieles en la iglesia y es verdaderamente madre de los miembros de Cristo. En
esta cooperación, María no ha sido instrumento pasivo en las manos de Dios,
sino que ofreció una aportación responsable y activa a través de un servicio
libremente expresado y con fe, esperanza y caridad. LG 53.56.
Para
discernir
¿Busco la intercesión de la Virgen en mi
camino de fe?
¿Experimento su cercanía y presencia
maternal?
¿Valoro su presencia cooperadora en la
salvación realizada por Jesús?
Para rezar
Mi santísima Señora, Madre de Dios,
llena de gracia, tú eres la gloria de nuestra
naturaleza,
el canal de todos los bienes,
la reina de todas las cosas después de la Trinidad…,
la mediadora del mundo después del Mediador;
tú eres el puente misterioso que une la tierra con el
cielo,
la llave que nos abre las puertas del paraíso,
nuestra abogada, nuestra mediadora.
Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos
y acuérdate de tu misericordia y de tu poder.
Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno,
acoge mi alma en mi miseria y,
por tu mediación, hazla digna de estar
un día a la diestra de tu único Hijo.
San Efrén de Siria
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