8 de noviembre de 2017 – TO – MIÉRCOLES DE LA XXXI SEMANA
…Cargar la cruz
y seguirlo para ser su discípulo…
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Roma 13, 8-10
Hermanos:
Que la única deuda con los demás sea la
del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los
mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y
cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo. Por lo
tanto, el amor es la plenitud de la Ley.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 111, 1-2.
4-5. 9 (R.: 5a)
R. Dichoso el que
se compadece y da prestado.
Feliz el hombre que teme al Señor
y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra:
la posteridad de los justos es bendecida.
R.
Para los buenos brilla una luz en las
tinieblas:
es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.
Dichoso el que se compadece y da prestado,
y administra sus negocios con rectitud. R.
El da abundantemente a los pobres:
su generosidad permanecerá para siempre,
y alzará su frente con dignidad. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 14, 25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él,
dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su
padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y
hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz
y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una
torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué
terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos
los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo
terminar.”
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra
otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar
al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey
está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes
que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Sigue Pablo apuntando a la vida de la
comunidad y las condiciones para su funcionamiento. Después de haber dicho a
los cristianos que debían formar entre ellos una comunidad fraterna y unida,
San Pablo aborda el tema de nuestras relaciones con «las autoridades civiles”.
Ahora dice que no debamos nada a nadie,
salvo la deuda que nos tenemos en el amor. Todos estamos en deuda respecto a
los otros hombres y en camino hacia la plenitud de Cristo que nos encabeza en
el amor. Y lo dice no para que nos desanimemos ante las exigencias del amor,
sino para que siempre amemos más y más y no digamos nunca que ya hemos amado
todo lo que debemos.
Pablo insiste, en el amor al prójimo,
porque está describiendo la vida de una comunidad cristiana, que ayer comparaba
a un cuerpo en el que todos tienen que colaborar para el bien común.
La idea que le interesa subrayar es que
“el que ama, tiene cumplido el resto de la ley”. Amar es cumplir la ley entera.
No se puede amar sin haber cumplido antes todos los mandamientos, todos los
deberes de justicia; que por las exigencias del amor nos hacen avanzar más allá
de la simple justicia.
Quien ama a Dios no hará nada que
desagrade a Dios, y quien ama al prójimo no hará nada que perjudique al
prójimo. Por eso, una falta contra cualquiera de los preceptos, descubre ser
una falta contra la ley del amor.
***
Jesús ha dicho y hecho mucho a lo largo de
su ministerio. Ahora planteará clara y directamente las condiciones para su
seguimiento. Ya no alcanza la simpatía hacia él o la simple admiración de su
causa. El seguimiento exige cambios verdaderamente radicales. “Seguir” a Jesús
significa escuchar una Palabra que es gracia y responderle. Si el camino exige
un determinado comportamiento, es porque está trazado por alguien bien
determinado. La “moral” del Evangelio es, ante todo, adhesión a una persona
viva y a su estilo de vida.
Aparecen con nitidez en este pasaje tres
condiciones que no admiten medias tintas: aborrecer a la propia familia; cargar
la propia cruz y renunciar a los bienes. En la realización de estas condiciones
se da la aptitud para el seguimiento.
Se trata de hacer una opción total por la
persona de Jesús y por la nueva escala de valores que Él propone. La opción por
Él y su reino está por encima de todas las relaciones, incluso de las familiares:
padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas. Esa preferencia radical
aparece en la expresión semita ‘odiar’, que significa “preferir por encima de”.
El discípulo es el que camina detrás de
Jesús hacia Jerusalén, el lugar de la entrega, de la muerte y la resurrección.
El discípulo debe llevar su cruz, no se trata de una cruz cualquiera, sino de
la misma cruz que Jesús va a asumir en Jerusalén. El discípulo, como Jesús
asume la cruz por causa del Reino de Dios. Una cruz que es camino de salvación.
Jesús, para llevar a cabo la misión
salvadora de la humanidad, renunció a todo, incluso a su vida. Por eso fue
constituido Señor y Salvador de todos.
Estas exigencias no se prestan a la
ambigüedad, sin embargo sabemos que ésta se hace presente en nuestra vida y nos
domina en muchas ocasiones. Por eso Jesús invita a medir las consecuencias de
lo que hacemos. Conocer y calcular adónde nos lleva la seguridad de nuestras
posesiones familiares o materiales y a dónde la inseguridad de la fe en Jesús.
Jesús nos llama, por tanto, a no dejarnos llevar por las simples apariencias, a
fiarnos de Él, aunque su propuesta tenga la apariencia de una renuncia absurda
y hasta casi inhumana.
Las parábolas del constructor que no pudo
terminar la torre y la del rey que sale a la guerra y se rinde sin presentar
batalla, sirven para demostrar que la decisión no puede hacerse
superficialmente. Los medios humanos con los que contamos, por muy importantes
que sean, son insuficientes para la construcción del reino de Dios y para afrontar
las dificultades que se presenten. La única posibilidad inteligente, es
renunciar a contar exclusivamente con los propios medios, para poder
experimentar la fuerza que Dios nos ofrece.
El amor, el don y la gracia preceden a
toda exigencia de seguimiento. Sólo, en y por amor, podemos entender el
seguimiento renunciante al que nos invita Jesús. Toda renuncia, por más loable
que parezca, si no se completa por, con y en el amor, se puede convertir en
sufrimiento estéril. Cada uno es llamado por amor, a cada uno se le ofrece la
salvación por amor, sin más exigencia que la de escuchar y seguir a Jesús desde
el amor.
Para
discernir
¿Acepto las cruces cotidianas?
¿Me rebelo ante el sufrimiento?
¿Soy solidario con las cruces ajenas?
Repitamos a
lo largo de este día
…Que muestre tu Palabra de Vida, Señor…
Para la
lectura espiritual
«El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no
puede ser discípulo mío»
…”Querida hermana: ¿Cómo puedes
preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo…? Mis deseos de martirio no
son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi
corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al
hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande…
Yo sé muy bien que… lo que le agrada a Dios en mi pobre alma es verme amar mi
pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia… Este
es mi único tesoro.
Hermana querida…, comprende que para amar
a Jesús…, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de
las operaciones de este Amor consumidor y transformante… Con el solo deseo de
ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin
fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu
¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista… No dijo
que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la
bajeza, en la nada…
Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo
que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos
pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y
nos transformará en llamas de amor… ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo
que yo siento…! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al
amor… El temor ¿no conduce a la justicia…?
Ya que sabemos el camino, corramos juntas.
Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que
quiere darnos gratuitamente su cielo”…
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita
descalza,
doctor de la Iglesia – Carta 197, del 17•09•1896
Para rezar
Delante de la cruz los ojos míos,
quédenseme, Señor, así mirando,
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
quédenseme, Señor, así cantando,
y, sin ellos quererlo, estén orando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
Quédenseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis, me muera.
quédenseme, Señor, así mirando,
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
quédenseme, Señor, así cantando,
y, sin ellos quererlo, estén orando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
Quédenseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis, me muera.
Rafael Sánchez Mazas.
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